Gente

Vivimos en contradicción

Junto a unos amigos en la entrada del museo
Junto a unos amigos en la entrada del museolarazon

Estoy llegando a casa después de la suculenta comida asturiana que nos ofreció Lorenzo Castillo en su maravilloso palacio del Madrid antiguo. Nos recibió un gaitero y a punto estuve de ponerme a llorar, oír una gaita asturiana en Madrid es un acto subliminal y yo que soy muy de la tierrina pedí una sidra para entonarme dispuesta a bailar «El Pericote». Mi buena intención folclórica quedó frustrada sin ninguna respuesta, ya que esa danza milenaria solo los llaniscos de pro saben bailarla. Como les decía, nos esperaba un pantagruélico ágape. Una enorme mesa llena de los mejores quesos astures, desde el Gamoneu hasta el Cabrales. Una buenísima selección a cuál más delicioso, que picoteamos hasta sentarnos a degustar una fabada indescriptible que cocinó Marcos Morán, seguida de un maravilloso arroz con leche le puso el broche final. Imaginen ustedes el cuerpo que se me ha quedado para ponerme a escribir esta bendita crónica, cuando después de tanto exceso gastronómico lo único que me haría feliz es una buena siesta. Pero va a ser que no, tengo que cumplir con mi cita semanal. Si me pongo a repasar los últimos acontecimientos de esta España me enciendo. Especialmente por la contradicción que me rodea y que no puedo soportar. Empecemos por las reivindicaciones feministas tan aplaudidas con ese manifiesto infumable que llamaba a la huelga y manifestación y que la mayoría de las allí presentes, estoy segura, no se leyó. Reivindicaban la libertad en nuestro país cuando esas mismas firmantes defienden dictaduras como las venezolanas, cubanas o iraníes. Las españolas hace mucho tiempo que somos libres de elegir lo que queremos ser. Siguiendo con las contradicciones, nuestra Reina, según he leído, secundó la huelga dejando ese día su agenda en blanco, seguramente sin darse cuenta de que ella misma y Felipe VI son Reyes gracias a una ley tremendamente machista en la que prima el varón sobre la hembra a la hora de reinar, a pesar de que la primogénita es una mujer. Contradicción in terminis es también derogar la prisión permanente revisable con la que estoy totalmente de acuerdo, incluso cambiaría lo de «revisable» por «perpetua» para los asesinos en serie y violadores. Esos grupos que quieren dejar a un asesino una temporada en cárceles de lujo piden prisión perpetua para los militares que participaron en el golpe de Estado de Argentina. Contradicción también es decir que hay que mantener la calma si asesinan a un niño de 8 años, pero si muere un senegalés de un infarto hay que destrozar Madrid. Otra reflexión que no me deja vivir tranquila es el cerrilismo e ignorancia de sectores feministas que quieren prohibir en los colegios los libros de Neruda, Javier Marías o Pérez- Reverte. No sé lo que hubiese sido mi adolescencia sin Neruda y sus «Veinte poemas de amor y una canción desesperada». ¿Hacia qué niveles de estupidez nos está llevando esta izquierda feminista? Conmigo desde luego que no cuenten, ni con miles de mujeres hartas de que nos ofendan y nos traten como una especie marginal. Deben respetar a las que no pensamos como ellas y no escupirnos como le ocurrió en la huelga a Begoña Villacís.