Rusia

El increíble Putin

El presidente ruso regala a sus compatriotas una nueva estampa de «superhombre» junto a su primer ministro. Esta vez, en el gimnasio y con la camiseta puesta

El increíble Putin
El increíble Putinlarazon

El presidente ruso regala a sus compatriotas una nueva estampa de «superhombre» junto a su primer ministro. Esta vez, en el gimnasio y con la camiseta puesta

Sí, a Putin le gusta el deporte y a sus 62 años está todavía en buena forma. A su gabinete de prensa, además, le encanta airearlo periódicamente, cultivando una imagen de superhombre viril, ridícula vista desde la ortodoxia política occidental, pero que parece triunfar en Rusia, donde el presidente mantiene cuotas de popularidad que rozan el 90 por ciento. Todos los años, y ya van 15 en el poder, Putin deja instantáneas de sus vacaciones con las que moldea esa imagen pública. La última llegó ayer desde el gimnasio. Fue en la residencia presidencial de Bocharov Ruchei en Sochi, ciudad fetiche del presidente, balneario a orillas del mar Negro que acogió el año pasado los Juegos Olímpicos de Invierno. Allí se reunió con el primer ministro, Dimitri Medvedev, no para departir sobre los designios del país, sino para levantar pesas y ejercitarse «tras calentar y estirar músculos», aclara una nota de prensa. Después del ejercicio, presidente y primer ministro comieron carne a la parrilla, «que ellos mismos ayudaron a cocinar, asistiendo al chef presidencial». La jornada fue convenientemente inmortalizada, editada y posteriormente distribuida a la Prensa. Si dos características definen la imagen pública de Putin son la masculinidad y la variedad. Igual acaricia tigres siberianos que monta en una Harley o se sumerge en batiscafo, como hace dos semanas. En lo que respecta al deporte, en rara ocasión se deja caer por un estadio de fútbol y es que su preferido es el judo, en el que ostenta cinturón negro. «Me inicié siendo muy niño. Me interesan las artes marciales en general por su particular filosofía, su cultura de las relaciones con los rivales y las reglas de batalla», explica. En los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012, frecuentó el pabellón de judo y hasta rompió el protocolo para bajar a la pista y fotografiarse eufórico con los medallistas rusos. Cuatro años antes publicó un DVD tutorial, «Aprendiendo judo con Vladimir Putin», una cinta de 80 minutos y de producción bastante básica con movimientos y trucos explicados por el presidente en persona. El líder ruso, divorciado en 2013 y al que se atribuye una relación estable con la ex gimnasta Alina Kabaeva, es también un buen aficionado al hockey hielo, deporte nacional en Rusia junto al fútbol. Todos los años participa en algún partido benéfico, en los que siempre gana su equipo y él termina como máximo anotador. En el último, el pasado mayo, con oligarcas y leyendas retiradas, marcó 8 de los 18 tantos de su escuadra, que venció por goleada. Es también habitual que Putin mezcle el deporte con otra de sus pasiones, la naturaleza. Así, le hemos visto pescar, montar a caballo, hacer parapente o nadar en ríos de aguas frías. En el último par de años, coincidiendo con el conflicto en Ucrania y los picos de su popularidad en Rusia, se ha erigido en icono son su propio «merchandising». Sus camisetas son el producto estrella de las tiendas de suvenires y su imagen de deportista viril es lógicamente un filón. Hay un modelo con Putin judoka pateando al presidente Obama («Nuestra respuesta a las sanciones», reza) y otro cabalgando un oso en Siberia a pecho descubierto. En línea con esa imagen de superhombre, el líder ruso tiene una salud de hierro, al menos oficialmente. En tres lustros no se le conoce más que algún problema de espalda, pero ninguna baja por enfermedad ni una mísera gripe, lo que ha llegado a provocar situaciones absurdas, como la del pasado marzo, cuando canceló toda su agenda y desapareció durante 10 días sin ofrecer la menor explicación, dando lugar a todo tipo de rumores, desde el nacimiento de un hijo hasta un tratamiento de cáncer. Un político kazajo se fue de la lengua y reconoció que su reunión con el presidente ruso se canceló porque éste cayó enfermo. Era la explicación más lógica y sencilla, pero no casaba con la narrativa oficial del Kremlin, así que el portavoz salió públicamente a desmentir a su colega. No hay que preocuparse, comentó, Putin está sano, «te da la mano tan fuerte que te la rompe», aseveró.

Ataviada con una camiseta blanca ajustada, pantalones de chándal y zapatillas deportivas, Putin aparece utilizando diversos aparatos de gimnasio para ejercitar músculos, que se suman a otras fotografías propagandísticas en las que aparecía montando a caballo sin camiseta, pilotando un avión supersónico o cazando un tigre.

En Bocharov Ruchei, la residencia del presidente ruso ubicada en el mar Negro cerca de la ciudad de Sochi, Putin y Medvedev aparecen también viendo la televisión, haciendo una barbacoa y brindando con sendas tazas de té.

En clave interna, estas imágenes pretenden hacer subida el índice de aprobación de Putin, que se ha visto dañado por la mala marcha de la economía y la caída libre del rublo, cuyo valor se redujo a la mitad el año pasado debido a la bajada del precio del petróleo y a las sanciones de Estados Unidos y sus aliados por el papel de Moscú en la crisis de Ucrania.

Según una encuesta publicada el viernes en el diario de negocios 'Vedomosti' de la Fundación Opinión Pública, un 72% de los rusos votarían a Putin en el mes de agosto, por debajo del 76% de mayo.

El presidente ruso sabe que acciones como la intervención de tropas rusas en apoyo de los separatistas rusos o la toma de la península de Crimea hacen subir su popularidad entre sus ciudadanos, pero es difícil encontrar un equilibrio entre esa búsqueda de apoyo interno y las consecuencias de sus actos en política exterior, como las sanciones establecidas por la Unión Europea que han afectado seriamente a la economía rusa.