Historia

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El conde de Saint-Maurice, el Conde de Sarre o Humberto II de Italia

Reinó poco más de un mes, pero su fama le obligaba a usar pseudónimos, y se llegó a dar cuenta de que así podrían no identificarle al llegar al cielo tras morir

Imagen de archivo de María José de Bélgica y Humberto II de Italia
Imagen de archivo de María José de Bélgica y Humberto II de Italialarazon

Reinó poco más de un mes, pero su fama le obligaba a usar pseudónimos, y se llegó a dar cuenta de que así podrían no identificarle al llegar al cielo tras morir.

Humberto II de Italia, «Beppo» para sus íntimos, reinó solo del 9 mayo al 12 de junio de 1946: se le llamó el «Rey de Mayo», lo mismo que su mujer María José, hija de Alberto I de los Belgas, fue la «Reina de Mayo». Para pedir su mano Humberto viajó en 1929 desde Como a las Ardenas belgas, acompañado del conde Santorre di Santarosa. Aunque durante ese trayecto firmaba sus postales como «Il Pellegrino», viajó bajo el título de conde de Saint-Maurice. En Bélgica se hospedó en el castillo que en Losanges tenía la condesa van der Steen de Jahzy, amiga de la reina Isabel de los Belgas. Allí se encontró con María José. Humberto, conducía su coche, con sombrero turquesa, pantalones «knickerbockers», pullover a rombos bicolores y chaqueta de tweed. Desde Losanges fueron al palacio real de Laeken para visitar a los reyes belgas.

San Mauricio es venerado por los Saboya hasta hoy. En 1410 Amadeo VIII, duque de Saboya, edificó una iglesia y un convento en honor de ese santo en Agauno, donde se conservan las reliquias del santo. En 1434 fundó la Orden de San Mauricio, luego unida a la de San Lázaro. Desde el siglo XIII la dinastía saboyana acuñaba allí las «monedas mauricianas». Amadeo VI de Saboya, el «Conde Verde», usó un estandarte con la efigie del santo. El propio Amadeo VIII hizo referencia a él en el grito de guerra de los saboyanos: «Saint-Maurice, Savoie ou Bonne Nouvelle!». Los descendientes de Humberto II celebran anualmente en la Abadía de San Mauricio de Agauno, donde he estado con ellos muchas veces, la fiesta de ese santo.

Humberto amaba los bailes. Una noche, en el elegante Circolo del Whist de Turín entró un Pierrot que bailaba y susurraba frases galantes a las damas. Era Humberto. Ese gusto por el incógnito lo manifestó otras veces. Tras la caída de la monarquía en 1946 vivió exiliado en Portugal, primero en Vila Bela Vista y luego en sendas Villa Italia. Pasaba a veces desapercibido utilizando el título de conde de Sarre, y empleaba el rojo pasaporte de la Orden de Malta. Como tal conde de Sarre –nombre del castillo de caza comprado por Víctor Manuel II en el valle de Aosta y saqueado y transformado en prisión en 1945– viajó al exilio desde el aeródromo de Ciampino.

La reina María José, su esposa, utilizaba el mismo título de incógnito. Lo empleó cuando compró a los Favre la casa de Merlinge, en Suiza, donde vivió muchos años, y se hacía llamar «Beppa» para reunirse de incógnito con políticos e intelectuales italianos. En Sarre Humberto y María José pasaban sus vacaciones siendo príncipes herederos. En 1964, Humberto fue internado en la London Clinic como John Sarre. El propio rey le contaba a su sobrino el Duque de Aosta: «El cura se me acercaba y me decía en inglés: “John, ¿estás listo para el paso definitivo? Reza conmigo por la salvación de tu alma''. Estaba casi en coma, tenía poca voz, me sentía pésimo y me decía: Humberto, Humberto... está visto que éste me cree verdaderamente John, se equivoca de nombre, tendré la recomendación equivocada y no seré identificado», en el cielo, se entiende.