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La transformación del duende

Rosalía es el penúltimo ejemplo de una serie de artistas que han mezclado el flamenco con otros géneros. Los puristas rechazan las fusiones, pero incluso para Lorca el arte está en las venas y no en las formas

2018. Una voz desgarradora y agitanada, y unas formas que recuerdan a Beyoncé, han puesto a Rosalía en el centro de la diana de los más puristas mientras esperamos su nuevo disco, «El mal querer».
2018. Una voz desgarradora y agitanada, y unas formas que recuerdan a Beyoncé, han puesto a Rosalía en el centro de la diana de los más puristas mientras esperamos su nuevo disco, «El mal querer».larazon

Rosalía es el penúltimo ejemplo de una serie de artistas que han mezclado el flamenco con otros géneros. Los puristas rechazan las fusiones, pero incluso para Lorca el arte está en las venas y no en las formas.

Federico García Lorca contaba en unas famosas conferencias que «en toda Andalucía, roca de Jaén y caracola de Cádiz, la gente habla constantemente del duende». 85 años después de aquellas palabras, la vida sigue igual por el sur de España. Continúa siendo tema de conversación entre los más puristas del flamenco, y los que no lo son tanto. Los primeros niegan el duende a algunos artistas que mezclan la música patria por excelencia con otros géneros. Los segundos defiende que el arte evoluciona y se adapta a los nuevos tiempos de forma inevitable. Y Lorca, máximo exponente de la cultura andaluza, ¿de qué lado estaría?

El poeta rompe con esa fijación que el duende parece tener solo con España. «En toda la música árabe, danza, canción o elegía, la llegada del duende es saludada con enérgicos ¡Alá, Alá!», lo cual se asemeja bastante al ¡Olé!, añade Lorca. Sacar el duende de nuestras fronteras, para algunos, puede ser una locura porque el flamenco, dicen los mismos, es un arte cuyas raíces se extienden solo por Andalucía. No obstante, esta opinión «purista» la contradice María Luisa Sotoca, directora del Festival de Flamenco de Toulouse. Para ella, se trata de «una música mestiza por naturaleza, pues se debe recordar que está muy cerca de África, Grecia o Portugal, y ha estado muy influida por los géneros latinos y por los movimientos migratorios».

De esto último, el mejor ejemplo es Peret, un charnego nacido en Mataró dos años después de que Lorca recitase «La teoría del duende» en 1933. Nunca se separó de su origen gitano y lo fusionó con su experiencia en Cataluña, y de la suma surge la rumba. «El flamenco tiene mucho que ver con lo climático. La música de Peret no se puede entender sin el Mediterráneo», afirma Ángel Rojas, director del Teatro Flamenco de Madrid.

En la capital también se desarrolló un sonido propio de inspiración flamenca, el caño roto. «Al escucharlo, te trasladas a la calle Cascorro», comenta Rojas. La concurrida vía que acoge el Rastro, fue un lugar habitual en la infancia de Aurora Losada, que en los 90 se convirtió en la voz de este sonido que, una década antes, ya habían popularizado Los Chorbos o Las Grecas. La rumba de Peret, con aquella ténica para tocar la guitarra bautizada como «ventilador», y castizo caño roto, son solo distintas maneras de expresión del duende que, según Lorca, «no se repite, como no se repiten las formas del mar en la borrasca». Es decir, el duende no consiste en imitar el aspecto primigenio del flamenco. Y por eso, quien verdaderamente lo guarda «en las últimas habitaciones de la sangre», dice el poeta, lo terminará sacando al exterior añadiendo su propia personalidad. Aunque eso suponga un punto de inflexión, como ocurrió con Paco de Lucía cuando incorporó el cajón al flamenco, recuerda Sotoca. Y hoy en día es un instrumento fundamental en el género.

Quizá, el principal «giro de guión» de la historia del flamenco sea el disco «La leyenda del tiempo», de Camarón. Poemas de Lorca como «La Tarara», «Romance del amargo» o «Nana del caballo grande» convertidos al cante flamenco con tintes del jazz, el rock y ritmos árabes. En algunos círculos, el atrevimiento de Camarón era una barabaridad. «No fue bien aceptado cuando salió al mercado hace casi 40 años», explica Sotoca, «pero ahora es una referencia, una fuente de la que bebe todo el flamenco, y una joya de la música en general».

Aunque los puristas se molestaran en un principio, ni siquiera el propio Lorca hubiese tenido malas palabras para el álbum de Camaron. Al contrario, defendería el talento descomunal del artista y la inflexión que supuso su trabajo. De hecho, el poeta aseguró que «la llegada del duende presupone siempre un cambio radical en todas las formas sobre planos viejos, da sensaciones de frescura totalmente inéditas, con una calidad de rosa recién creada, de milagro, que llega a producir un entusiasmo casi religioso». Solamente hay que ver imágenes del entierro de Camarón para convencerse de que su música despertaba ese «entusiasmo casi religioso».

Él formó parte de «la revolución musical que se vivió durante los 70 y 80», cuenta Rojas. Eran los años en los que la televisión estaba llena de música en directo, los grupos se toparon con la fama a gran escala y viajaban con su arte a cuestas por todo el país. A esa época también pertenece Triana, la banda producida por Gonzalo García Pelayo, que supo mezclar el flamenco con la actitud «kinki» y libertina (en términos musicales, rockera) de la sociedad postfranquista.

Triana, barrio sevillano cuna del género, de repente daba nombre a un grupo que rechazaba las normas establecidas. No eran los únicos. En ese contexto surgió Pata Negra, con los hermanos Raimundo y Rafael Amador como cabezas visibles, tras haber participado en la grabación de «La leyenda del tiempo». La relación con Camarón es evidente, aunque ellos pintaron una misma bandera sonora con los colores, sobre todo, del flamenco y del blues («Inspiración y locura», llamaron a uno de sus discos, describiendo de forma muy elocuente lo que les había llevado a esa fusión).

Aquella revolución, sostiene Rojas, «aún la estamos digiriendo». Y eso conlleva que sigan apareciendo artistas que «rompen los moldes del flamenco pero respetan la fuerza y la raiz del cante, como Tomasito, Pitingo o Buika», mantiene Sotoca. En este sentido, actualmente el protagonismo se centra en Rosalía. «Tiene lo más importante y común a todas las cantaoras, la voz, un sello propio, más la fragilidad y potencia necesarias. Y para darse cuenta de ello, únicamente hace falta escuchar sus versiones de ‘‘Catalina’’ de Manuel Vallejo o de ‘‘Aunque es de noche’’ de Enrique Morente», argumenta Sotoca.

Que aúne flamenco, rap y hip hop ha levantado ampollas entre los más puristas. Se le acusa de apropiación cultura. ¿Qué hace cantando flamenco si es nacida en Cataluña?, preguntan algunos, olvidando a Peret. ¿Por qué usa el rap, que viene de Estados Unidos, si es española?, preguntan otros. Como si no viviésemos en la época de la globalización musical gracias a YouTube o Spotify.

Lo que molesta de ella es que ha desatado su duende. Del cual dijo Lorca que, para encontrarlo, «no hay mapa ni ejercicio». Cada uno dibuja el suyo, a su manera, con la libertad de la creatividad. Y el de Rosalía logra algo muy positivo, que «hay gente que se puede acercar más al flamenco», explica Rojas. Sin embargo, no entiende como la Bienal de Flamenco de Sevilla haya programado a la artista solo para parecer modernos. «Me parece oportunismo y falta de criterio por parte de la organización», critica.

El debate organizativo está fuera del alcance de Rosalía, que solo quiere desarrollar su arte con libertad porque, como decía Lorca, «el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar».

1996

Ojos de brujo

Sólo hay que echar un vistazo al estilo de su vocalista, Marina «La Canillas», para saber que este grupo tiene influencia de géneros como el reggae y el hip hop.

1993

Tomasito

Es el carisma y el inconformismo hechos persona. De ahí que se salga de los márgenes del flamenco y lo «pervierta», sobre todo, con rock

1979

Camarón

Ese es el año de publicación de su icónico disco «La leyenda del tiempo», un homenaje a Federico García Lorca que cambiaría la historia del flamenco.

1978

Pata negra

Raimundo y Rafael Amador formaron esta banda con toda la experencia acumulada en el grupo Veneno. El resultado fue una fusión de flamenco, rock y blues.

1974

Triana

El productor del grupo, Gonzalo García Pelayo, siempre ha sido un visionario. Lo de unir flamenco con el llamado rock progresivo es la guinda de su intuición.

1972

Lole y Manuel

Esta pareja emocional y profesional mezcló el flamenco puro que mamaron de sus padres con sus propios gustos. La diferencia, decía Manuel Molina, era que sus progenitores no escucharon a Janis Joplin ni a Jimi Hendrix.

1957

Peret

Con su técnica para tocar la guitarra conocida como «el ventilador», este charnego desarrolló una rumba catalana que tanto se ha practicado desde entonces.