Argentina

«Intento no volver a la novela una vez que la publico»

La autora de «El tiempo entre costuras» cuenta en «Las hijas del Capitán» (Editorial Planeta) la epopeya de la emigración española en Nueva York

La escritora María Dueñas (Foto: Manuel Olmedo)
La escritora María Dueñas (Foto: Manuel Olmedo)larazon

La autora de «El tiempo entre costuras» cuenta en «Las hijas del Capitán» (Editorial Planeta) la epopeya de la emigración española en Nueva York

Todo el mundo habla de «Las hijas del Capitán» (Planeta), la última novela de María Dueñas. La historia de tres jóvenes inmigrantes malagueñas en el Nueva York de los años 30 ya es una sensación literaria en ambos lados del Atlántico. La autora acaba de llegar de Colombia y Argentina donde ha firmado miles de ejemplares y ahora sigue la gira por las ferias del libro españolas como una verdadera estrella.

–Hábleme de Victoria, Mona y Luz. ¿Quiénes son?

–Son tres hermanas veinteañeras, malagueñas, que se ven forzadas a emigrar por decisión paterna aunque ellas no quieren, no tienen ninguna intención de abandonar su ciudad natal, ni su barrio de la Trinidad ni su mundo ni nada. La reunificación familiar es habitual en los movimientos migratorios y van a Nueva York convencidas de que su estancia será corta. Allí están muy poco voluntariosas: no quieren aprender inglés, no quieren conocer a nadie, no les interesa la ciudad ni ayudan en el negocio familiar, la casa de comidas «El capitán», lo que pasa es que todo va a cambiar drásticamente cuando el padre muere...

–Tengo la sensación de que los protagonistas de esta novela se le han rebelado bastante cuando la estaba escribiendo.

–Quizás, sí, creo que es la que más me ha sorprendido cuando la he ido escribiendo porque he perdido un poco el control sobre ellas. Eso puede ser por tener un protagonismo triple, porque las demás novelas siempre han tenido un protagonista al que tengo que llevar a una situación. Con tres, cuya trayectoria había que equilibrar y aquilatar, me ha sido más difícil porque mientras estaba pendiente de una la otra se me iba a otro sitio. En ese sentido sí les he dado más cancha a ellas como personajes.

–Porque se le han intentado rebelar.

–A veces sí, lo han intentado en varias ocasiones, pero ya me pasó con «El tiempo entre costuras». Es como con los hijos, que les preparas un plan de futuro y a menudo ellos se van por otros derroteros. Con los personajes me pasa y a veces les dejo y a veces no.

–«A menudo los hijos se nos parecen» es lo que cantaba Serrat. ¿Sus personajes tienen mucho de María Dueñas?

–Intento que no, ni de nadie cercano a mí, aunque a veces metes algunas inyecciones de algo muy concreto. De tus fobias, de tus filias, de cosas que te apasionan o detestas, pero en un 99% mis personajes son originales.

–Después de un tiempo de escribirla, ¿le cambia la perspectiva de la novela?

–Yo intento no volver a la novela una vez que la publico para que no me pase esto concretamente. No lo he vuelto a releer, para que no me surgieran inquietudes que ya no tuvieran solución. Nunca sales del libro hasta que no llega el otro, porque terminas la escritura y empiezan las correcciones, después de éstas la promoción y sigues estando dentro de la historia. Siempre te salen cosas nuevas.

–Hábleme de Little Spain.

–Bueno, en realidad no existía como tal, es un concepto que se ha creado con posterioridad. Lo que existía en los años treinta eran varios enclaves donde vivía una amplia población española en la zona de Cherry Streer, entre el Puente de Brooklyn y el de Manhattan. Allí había mucho gallego, mucho vasco, mucho valenciano, porque era gente muy habituada a trabajar en los puertos. Luego se fueron a la calle 14, entre la séptima y la octava avenida.

–¿Va a escribir una novela sobre el Conde de Covadonga?

–Me encantaría pero hay ya tanto escrito y su vida fue tan apasionante. Era el hombre destinado a convertirse en Alfonso XIV si la II República y la Guerra Civil no se hubieran metido por medio. Además de eso, si la hemofilia hubiera tenido tratamiento hubiera sido el rey, pero como tuvo estas dos desgracias, sumado a su carácter un poco frágil, hizo que en lugar de convertirse en un heredero depuesto terminara como un bon vivant.

–Luego están los huesos de Gardel.

–(Risas) Porque estaban pululando por Nueva York durante la etapa en la que se desarrolla mi novela. Desde Medellín hasta allí, luego a Río de Janeiro, de allí a Argentina en un viaje delirante que lo que trataba era de ocultar un enorme caso de corrupción en el gobierno argentino del momento vinculado al comercio de carne.

–¿A qué suena su libro?

–Pues a flamenco, a jazz, a rumba americana después de pasar por Xavier Cugat.

–¡Cugat sí que tiene una novela!

–Tiene un novelón, lo que pasa es que nadie le hace mucho caso. Hay muchos personajes a los que escribiría una novela pero no creo que me diera tiempo.