
Andalucía
Leo Bassi: «Trump es menos hipócrita que Obama»

La familia de Leo Bassi (Nueva York, 1952) lleva 170 años dedicada al mundo del espectáculo. Con ella aprendió este cómico que la calle y el contacto humano son imprescindibles para que la función tenga éxito. En tiempos de redes sociales y «youtubers», cuando nadie habla cara a cara, el actor reivindica la postrera figura de quien no le tiene miedo al poder y le dice las verdades sin miedo. «El último bufón», su nueva experiencia escénica, llegará al Centro TNT de Sevilla los días 23 y 24 de febrero.
–Así que es usted el último bufón.
–Creo que sí, por muchísimas razones, pero principalmente porque tengo la sensación de que debo mantener un espíritu, un estilo, una manera de relacionarme con el público desde la realidad. Represento siete generaciones de gente que ha trabajado en circos, en la calle, como payasos, malabaristas, acróbatadas. Por eso soy consciente de este nuevo mundo de internet y de los monologuistas de la televisión, yo soy como algo de otro mundo, como un dinosaurio. Es la conciencia de que el arte y la tradición están en extinción. Esta constatación, me obliga a difundirlo para tratar de mantenerlo y hacer sonar una alarma que indique que los «youtubers» están vendidos al sistema.
–¿Pero no somos ahora más libres que nunca?
–Ya no representan la rebeldía, que era la esencia que mi familia había mantenido. No estar en el sistema, viviendo por su cuenta, no depender de nadie y sólo tener una relación directa con el público. La pantalla, el hecho de trabajar de esta manera, nos deja en manos de los dueños de Amazon, Facebook o Youtube. Todo es falso, porque todo está organizado bajo una narrativa del control.
–Porque a usted no le interesa sólo que se rían, sino que sean más humanos.
–Me gusta que la gente salga del espectáculo con una sensación de vitalidad, de contento, sin saber muy bien por qué. No necesariamente con mis chistes y mis provocaciones, pero la gente debe saber que han tenido un impacto de vitalidad. Espero que se sientan dueños de su propio momento, de comerse la vida, de hacer cosas, de morirse de risa y no ser víctimas ni inferiores a la realidad.
–La felicidad ya nos la prometen las marcas de ropa, las bebidas refrescantes, las redes sociales, hay medicamentos contra la tristeza.
–Estos medicamentos son vendidos por empresas interesadas, no estamos rodeados de mecenas y de personas que quieren hacernos la vida mucho más amable. El sistema en el que estamos es una lucha egoísta para sacar el mayor provecho de las cosas. Ves una publicidad de McDonald’s, con la hamburguesa magnífica, dan ganas de comer el queso fundido, la lechuga, pero la carne es sólo el 10% y el resto nadie sabe lo que es. Es todo una apariencia, una imagen, la publicidad la conozco porque trabajé en ella durante muchos años en Italia. Es la mayor ausencia de valores y de moralidad, hay que vender un producto mintiendo lo más posible hasta que logres el máximo beneficio. Por eso, el bufón no admite intermediarios, va directo hacia las personas, representaba al pueblo.
–Usted nació en Nueva York, como Donald Trump. ¿Qué opinión le merece el presidente de los Estados Unidos?
–Bueno, él está en ese puesto porque su padre era un multimillonario del sector inmobiliario, miembro de la mafia de la construcción, es hijo de este sistema. Su fuera sólo por esto no sería presidente, lo es porque es la estrella de un programa de televisión, «The apprentice» (El aprendiz) y ha salido durante años y años con la misma cara y las mismas palabras que ahora. Trump es producto de nuestra sociedad, es así, pero mejor que Obama: el negro guapo, deportista e inteligente que permitió que el gobierno norteamericano hiciera tantas cosas horrorosas en su nombre. Trump es ridículo, pero es la imagen de la sociedad. Trump es menos hipócrita que Obama. En Italia tuvimos lo mismo, pero con Berlusconi...
–¡Pero a los españoles nos trajo «Las Mamachicho»!
–Pero no triunfó al final porque en España hay otro sentido, otra historia más antigua, no le dejaron mucho espacio desde la derecha conservadora. En Francia no le dejaron poner un pie.
–¿Cómo le va de sumo pontífice de la Iglesia Patólica?
–Nos va muy bien, tenemos hasta un Paticano donde se escuchan los sermones del gran patólogo que soy yo. Somos la única religión que no busca el proselitismo, soy el único que cree en mi pato y no quiero convencer a la gente. Cuando veo que la gente comienza a creer en el pato de goma los expulso.
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