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Manuel Cañadas: «El público no comprende que se pueden contar muchas cosas bailando»

Bailarín

Manuel Cañadas: «El público no comprende que se pueden contar muchas cosas bailando»
Manuel Cañadas: «El público no comprende que se pueden contar muchas cosas bailando»larazon

Un hombre anciano se enfrenta a su destino en plena soledad. La lógica del ser humano se muestra cruda ante su realidad mediante un juego apoyado en el universo de Samuel Beckett en «Hey Joe», que está este fin de semana en la Sala Cero de Sevilla con la compañía «Perros en Danza». Manuel Cañadas es el protagonista de «Oye Yoe. Síndrome de Ausencia», una versión del clásico del dramaturgo irlandés.

–¿Cómo surgió este proyecto?

–Se inspira en un texto para televisión y para cámara, donde el actor principal está solo ante una voz femenina. Nosotros lo que hemos hecho es darle movimiento a este personaje que Beckett sentó en una cama. Lo hemos sacado de ella y de ese mundo tan raro en el que metía a sus personajes.

–¿Es muy difícil llevarle la contraria a Beckett?

–La verdad es que nos ha costado mucho la adaptación porque Beckett tiene un lenguaje muy difícil, porque los personajes viven como encerrados en ellos. La situación que Beckett plantea en la pantalla la hemos transformado en una situación de movimiento, por lo que le hemos dado al hombre un poco más de salida y de esperanza.

–La obra pendula sobre la vejez. ¿Cuál es el mejor antídoto para enfrentarse a ella?

–El optimismo y un poco enfrentarte a lo que es la muerte. Quitarte el miedo y siempre estar vivo a lo que es vivir, estar lleno de inquietudes. Eso es un poco lo que hace Yoe, vuelve la vida a sus recuerdos y lo que consigue es una celebración de la vida.

–En esa celebración habrá algunas palabras más inquietantes que otras.

–Está todo centrado en la voz femenina del texto de Beckett, aunque Juan de Blas le ha hecho una adaptación y le ha metido bastantes cosas de su imaginario. Hay una frase en la que sitúa al personaje ante la puerta de la felicidad. Es un poco como «Yoe, sal de donde estás porque todavía puedes disfrutar de la felicidad,aún sigues vivo». Mientras que uno viva hay esperanza de ser feliz y estar bien con uno mismo.

–¿En la vejez hay mucho de autoengaño?

–Pues la verdad es que no lo sé. De todas formas, hay momentos en la obra en los que Belén Lario, la directora, plantea estas preguntas, porque el protagonista vive de los recuerdos, de su fantasía y eso le hace seguir hacia adelante. Supongo que sí, porque Yoe está sólo en su cuarto viviendo su última etapa, en la que puede haber mucho de engaño. Lo que fue, lo que pudo ser... Ahora, en la vida real no sé qué decirte, la verdad.

–¿Sirve «Oye Yoe» para quitar o para poner miedos sobre la vejez?

–Pues la verdad es que depende de cómo cada uno se enfrente a ello a nivel personal o cómo ha vivido de cerca la vejez. Hay personas que viven con personas con Alzheimer o con ancianos que salen muy afectados, mientras que otros que no están en esta situación tienen reacciones distintas. Dejamos el final abierto, no como Beckett, que siempre hacía las historias de forma circular para darle un poco de oxígeno a la obra

–Este fin de semana habéis estado en la Sala Cero, que es un recinto pequeño. ¿Necesita esta historia de una cierta intimidad?

–A nosotros nos viene bien cualquier tipo de escenario. Siempre que nos contraten, por nosotros encantados. Pero sí es verdad que hay cosas que ganan con la cercanía y esta sala nos permite estar más cerca del público, aunque no es una cosa primordial porque se puede contar en la calle. Lo que sí es verdad es que cuanto más cerca está el público, más le llegan las cosas que le cuentas.

–¿Hace falta conocer bien el mundo de la danza para llegar hasta el fondo de esta obra?

–La verdad es que no, pero lo que sí necesita la danza es público, apoyo institucional y aceptar que se trata de un espectáculo más

–Sigue siendo la hermana pobre.

–Es que no se ha formado al público como se hace con el resto de disciplinas. La danza contemporánea tiene trazos muy personales, muy propios. El público no comprende que se pueden contar muchas cosas bailando. Se tiene más como un arte lúdico que de relato, como si fuera un teatro.