
Discapacitados
La sociedad civil se vuelca con las personas con discapacidad en los pueblos de Segovia
La presidenta de Aspace destaca el apoyo de los vecinos del medio rural, siempre dispuestos a colaborar

Pablo Sanz es un niño feliz. Así lo demuestra durante una de sus tres sesiones semanales de fisioterapia. A sus 11 años, ríe y bromea sin dejar de esforzarse para cumplir con los ejercicios que le manda realizar su fisioterapeuta, Irene Postigo. Se eleva sobre sus rodillas para intentar coger el cojín que sujeta Irene mientras suelta bromas, cómplice con su padre, en el salón de su casa de Jemenuño, una entidad menor perteneciente a Santa María la Real de Nieva (Segovia). La parálisis cerebral y el 70 por ciento de discapacidad que padece no le borran la sonrisa en ningún momento.
Pablo va todas las mañanas al centro rural agrupado de educación especial El Pizarral, en Sangarcía, donde cursa quinto de Primaria, y tiene completas todas las tardes con actividades. Terapia ocupacional, piscina, apoyo educativo, piscina, hipoterapia y logopedia realiza durante varias horas cada semana, aunque todavía le queda tiempo para navegar en Internet, donde se maneja «a las mil maravillas», según asegura su padre.
Es un niño más en Jemenuño y es feliz, lo que permite ver cumplido uno de los principales objetivos de la Asociación de Parálisis Cerebral y Discapacidades Afines (Aspace) en Segovia, ejemplo de compromiso con el medio rural. Para su presidenta, María de Pablos, el hecho de que Pablo y su familia no hayan tenido que abandonar su pueblo para atender su discapacidad es uno de los motivos que explican con más certeza la seguridad que aquél tiene en sí mismo y ese carácter tremendamente alegre que muestra durante la sesión de fisioterapia con Irene.
Por esto, Aspace Segovia busca que otros niños que estén en una situación similar a la de Pablo se puedan desarrollar en su entorno, aunque ello implique un esfuerzo logístico y económico que se comprueba rápidamente. Sólo Irene, la fisioterapeuta que trata a Pablo, realiza alrededor de 630 kilómetros a la semana. A Jemenuño, que se encuentra a 39 kilómetros de Segovia capital, acude tres veces en siete días, pero también visita a otros 19 usuarios de Aspace que viven en pueblos. En Nava de la Asunción, Valverde del Majano, Garcillán, San Cristóbal de Segovia, Carbonero el Mayor y Vegas de Matute, municipio separado del Acueducto por otros 30 kilómetros. María de Pablos intenta cuadrar horarios y rutas para que Irene y el resto de profesionales de Aspace optimicen el tiempo y los recursos de la organización, pero le resulta prácticamente imposible rebajar los 17.000 euros que se le van anualmente en kilometraje. Un dinero cuya magnitud real sólo se comprende cuando se compara con los 3.000 euros que la Diputación les concede cada año por este concepto.
Ayudas
También cuentan con ayudas de la Junta, del 0,7 por ciento del IRPF, de la Fundación Inocente Inocente y de empresas e instituciones como Aqualia y la Federación de la Mujer Rural, que les han dado dinero para construir parques y columpios adaptados, pero no tienen más remedio que cobrar una cuota a sus usuarios por los servicios que realizan para poder cuadrar a duras penas sus cuentas.
La propia presidenta de Aspace destaca también que en el medio rural sus habitantes sobresalen por su implicación a la hora de colaborar con cuestiones que tienen que ver con la discapacidad. «La adaptación es más fácil. Si hace falta algo, siempre aparece alguien dispuesto a ayudar; seguramente más que en las ciudades. También tenemos la sensación de que hay más facilidades.
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