Comunidad de Madrid

Mad Cool 2018: «Aquí hay mucha gente y sólo seis policías»

Los agentes denuncian que, en el primer día del festival, estuvieron horas sin relevo y sin agua. Los vecinos han optado por «huir». Ayer ya hubo menos aglomeraciones

La entrada al aparcamiento y al festival se convirtieron en ratoneras por la falta de efectivos y errores de la organización el primer día / Luis Díaz
La entrada al aparcamiento y al festival se convirtieron en ratoneras por la falta de efectivos y errores de la organización el primer día / Luis Díazlarazon

Los agentes denuncian que, en el primer día del festival, estuvieron horas sin relevo y sin agua. Los vecinos han optado por «huir». Ayer ya hubo menos aglomeraciones.

Para el Ayuntamiento de Madrid, desde el punto de vista policial y de seguridad, la jornada del jueves en el Mad Cool se desarrolló «con normalidad» y no se registraron incidencias. Tampoco se registraron por parte de Samur-Protección Civil. Sin embargo, nada más lejos de la realidad para los efectivos policiales que, desesperados, reclamaron el primer día del Mad Cool un relevo que nunca llegaba. Y es que, según denunciaron los sindicatos policiales, la «falta de previsión» del despliegue policial obligó a muchos efectivos a trabajar por segundo fin de semana consecutivo tras el dispositivo especial del Orgullo Gay. Algunos de ellos estuvieron en su puesto 16 horas seguidas bajo el sol y sin agua en las inmediaciones del festival.

Algunas grabaciones de la emisora policial a las que ha atenido acceso este periódico probaban que multitud de efectivos no tuvieron relevo a pesar de reclamarlo insistentemente. Las fuerzas de seguridad desplegadas en las inmediaciones tuvieron que enfrentarse a algunas situaciones de tensión y, al menos, a dos intervenciones de orden público. «Hay gente empujando las vallas porque hay demasiadas personas en el punto y sin policía», reclamaban desde un patrulla. «Estamos en el pabellón nueve y aquí hay muchísimas personas y sólo somos seis policías. Hacemos lo que podemos y cada vez nos están comiendo más terreno», decían desde la entrada de Ifema. También los destinados al tráfico advertían de la situación: «La glorieta de Don Juan de Borbón está en un estado catastrófico».

Y, según pasaban las horas, ya no era cuestión sólo del relevo, sino de la falta de hidratación. «Me gustaría saber la previsión de hora para nuestro relevo», pedían los agentes desde el entorno del Mad Cool. «Me gustaría decírselo pero no puedo, habrá que ver cómo se va desarrollando y, en cuanto los patrullas que tenían previsto su relevo queden liberados del trafico les mando a hacer horas», les respondían. El último ruego era «saber si nos podrían traer por lo menos un poco de agua».

Éxodo en Valdebebas

Un caos que también hizo que los vecinos de la zona se echaran las manos a la cabeza y planeasen su particular «relevo» para no tener que soportar un día más de aglomeraciones de asistentes y cortes de tráfico. Según una vecina de la zona, Valdebebas es un «cuello de botella». Se trata de una isla entre un mar de carreteras cuyo acceso en coche resulta muy limitado. Si a esta cuestión le sumamos la falta de efectivos policiales, de organización y una previsión de asistencia cumplida de 80.000 asistentes a un festival que pretende erigirse como el más multitudinario del territorio nacional, obtenemos «una ratonera», tal y como expresó una de las vecinas afectadas, Leticia. Nadie quiere vivir como un roedor y, por ello, buena parte de los residentes de Valdebebas se vieron forzados a un exilio temporal hasta que concluya el Mad Cool.

Para Leticia, el primer día fue «ciertamente caótico» por lo que ayer se lió la manta a la cabeza dispuesta a no tener que revivirlo. «Este segundo día he salido del barrio a propósito para evitar las horas “brujas” e intentaré hacer tiempo para llegar a casa lo suficientemente tarde», explicó. Frente al problema de los accesos, minimizan otros como la basura generada por el botellón o el ruido, a pesar de que «retumbaran todas las paredes» y de que algunos se despertaran de madruga porque la calle «parecía la M-30 en hora punta». Es más, otra vecina ha decidido que estos días se va del barrio. «No aguanto más, no puedo dormir prefiero irme con mi suegra», afirmó.

Pero los vecinos no fueron los únicos que decidieron no adentrarse de nuevo en el maremágnum del festival. Varios asistentes decidieron vender sus entradas para los siguientes días. «Preferimos vender las entradas antes que tener que sufrir horas de cola para entrar, media hora para pedir una botella de agua y que luego no funcionen los datáfonos», explicó Ruth.