Hospital
José María, el primer extubado de la UCI del Zendal en recibir el alta
Tras permanecer grave durante veinte días en la UCI del hospital, este trabajador del Ministerio de Defensa de 64 años ya descansa en su domicilio de Fuenlabrada
A las 19:00 de ayer está esperando, con una mezcla de inquietud y mucha esperanza, la ambulancia que le va a llevar a su hogar, en Loranca, un barrio de Fuenlabrada para reposar, repensar y pasar página. José María Milán, perfectamente ubicado en sus sentimientos y en su raciocinio, habla rápido porque las pesadillas hay que darles un corte de mangas cuanto antes. Empieza una nueva vida, después de veinte días en el hospital Isabel Zendal, en los que ha estado en la UCI, varios días intubado hasta que pudo respirar por sí mismo. Con 64 años y trabajador del ministerio de Defensa, nunca pensó que tenía que transitar este camino. «Creo que los síntomas empezaron en octubre, pero no soy capaz de precisarlo con exactitud, a veces son muy confusos y en ocasiones se tarda en darte cuenta», dice.
Para los que creían que el hospital Isabel Zendal era un cromo o un guiño publicitario planteado por la Comunidad de Madrid que lo califican como un despilfarro y un edificio que merecería la definición de un escenario de película, sin más sustancia que mostrar el continente, pero despojado de contenido, Milán tiene otra versión: la del paciente.
Su proceso médico sigue la rutina escabrosa de este virus. Se fue al Hospital Universitario de Fuenlabrada en diciembre y le diagnosticaron la Covid-19. Faltó tiempo para que le derivaran a Isabel Zendal. «Allí, los médicos deciden que pacientes están en una situación leve y los que están graves. Al día siguiente ya estaba en la UCI por neumonía bilateral y con la saturación de oxígeno baja».
En esta situación tan delicada Milán Vega solo tiene buenas palabras para el personal sanitario. «El trato profesional y personal ha sido excelente, la verdad es que no me puedo quejar de nada. Aman su profesión y a los pacientes, viven su trabajo como si les fuera la vida en ello».
Se ha comentado que este centro sanitario estaba desprovisto de un plan logístico –equipamiento sanitario para dar con la tecla en los diagnósticos y lo que necesitarían cada ingresado para valorar su situación médica– pero Milán lo niega. «Decían que no había ni ’'escáneres’' y es mentira. A mí me hicieron un TAC y comprobaban constantemente mi estado de salud». No sabe por qué se han dicho esas cosas y su testimonio, desde dentro, es mucho más relevante que cualquier opinión que se haga de oídas.
Junto con Milán llegó su esposa, con síntomas más leves, pero, por precaución, también la derivaron al Zendal. «Nos ingresaron a la vez, pero salió antes porque su recuperación fue mucho más rápida, hasta el punto de que en Nochebuena ya estaba en nuestra casa, algo de lo que me alegré mucho».
No se siente ni más importante ni menos que cualquier persona que haya sufrido el Coronavirus y haya salido de esta con la fuerza suficiente como para mirar el futuro con cierto sosiego, que no es fácil. Sin embargo, le ronda por la cabeza la impudencia de algunos, que minimizan la Covid-19 como si no fuese con ellos, igual que un accidente de coche o un percance que siga vidas pero que nunca te va a pasar a ti. En ese sentido, Milán, como todos los enfermos que han pasado por este trance –a los que hay que sumar sanitarios y demás personal que están en alerta– lanza un mensaje: «No hay que relajarse, porque se pasa muy mal, tanto los que sobreviven, sus familias, como los que hayan tenido que enterrar a alguno de los suyos. La realidad es esta y quien gire la cabeza y se abstraiga... Les diría que nos afecta a todos de alguna u otra manera».
Ahora le toca pensar en el futuro, pero con realismo, sin hacer trampas a su destino. «Evidentemente estoy fastidiado. Según los médicos estoy bastante bien, pero hay cosas que quedan. Jamás había estado en una UCI ni me había visto en una ambulancia. Me acuerdo de los días en que prácticamente ni podía hablar, me ahogaba, algo que no me había pasado nunca. Era una sensación extraña y a la que cuesta adaptarse porque tienes miedo, mucho miedo».
Ahora, lo que le queda es una lucha por recuperar su estado físico anterior. Sale del hospital con «deberes» y no son sencillos. Aparte de la medicación, que tiene que cumplir a rajatabla, le queda un trecho, que no es sencillo, de adaptarse a revisiones, terapias de respiración y lo que pueda surgir. A pesar de esto, Milán está tranquilo, si no fuese porque esta conversación se desarrolló mientras estaba esperando esa ambulancia que le llevaba a su ecosistema natural y no podía perder el tiempo– el Coronavirus ya le ha quitado bastante– y no quiere ni esperar ni que espere el vehículo.
Del Zendal se despide con agradecimiento por lo que han hecho por él. Se oye a través del teléfono, algún saludo, palabras de ánimo. Hoy dormirá en su cama junto a su esposa, respirando sin ayuda de ningún aparato y tomando, de nuevo, las medidas de su hogar como el descanso del guerrero, uno más de tantos muchos.
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