Entrevista con Félix López Rey, concejal del Ayuntamiento de Madrid y candidato de Más Madrid el 4-M

Félix López Rey: “Las personas decentes sufren en la política; los vividores y los golfos se hacen un Cantó”

El concejal cierra, a sus 72 años, la papeleta encabezada por Mónica García: “Me endemonio cuando Ayuso dice que bajará los impuestos. Pero, ¿qué coño le van a bajar a alguien que gana 900 euros?”

Félix comenzó la mañana con una llamada al Ayuntamiento. Pidió que poden las ramas que impiden que la luz entre en casa de Nemesio, un vecino de la calle de la Participación, en Usera. «Si yo no logro que le corten unos árboles, el ciudadano de a pie se preguntará “para qué coño sirve la política si el Félix, que es concejal y lleva toda la puta vida en estas cosas, no consigue que nos poden las ramas’'», nos confiesa. Félix se define como un hombre de barrio, «muy simple». Paseamos con él por Orcasitas y, cada pocos pasos, un vecino le saluda. Representa, como nadie, el Madrid del asociacionismo. «Nos desprecian hablando de chiringuitos, pero no planteamos el asalto al Palacio de Invierno. Aquí nadie cobra nada, sólo la satisfacción de mirar ese tejado y ver cómo están quitando el maldito amianto. Los malos gobernantes deben interpretar que metemos ideología en la vida de la gente, pero les digo una cosa: “al que más chifle, capaor”». Y es que el casticismo del sur de Madrid le brota a este toledano de nacimiento por los poros. Como lo hacen las decenas de anécdotas y nombres de la enciclopedia de los barrios que maneja con rapidez en su cabeza. Félix es, además, candidato a las elecciones del 4 de mayo. Cierra la lista de Más Madrid y sueña con que Mónica García sea presidenta. Y no, la corrección política no es lo suyo.

–¿Qué percibe en los barrios?

–Un «bulle bulle» que en otras elecciones no ocurrió. Otras veces ha habido más apatía, pero nos jugamos mucho. La gente sencilla va viendo que tiene que influir, porque si la política la hacen otros, la harán en contra de nosotros.

–¿Qué necesita Madrid?

–Atención a la gente, llevamos años de deterioro en los barrios. La periferia no ha contado. El Centro es el escaparate. Para la Comunidad de Madrid nunca hemos existido. Es hora de que la gente de los barrios haga sentir su voz.

–¿La última vez que le gustó lo que dijo un rival político?

–Todo ha ido a peor. La política tiene que ser un instrumento para cambiar cosas y mejorar la vida de la gente. Si alguien hace algo positivo no tengo empacho en apoyarlo. En los años duros de la droga, los años 80, cuando yo era concejal por Izquierda Unida, con la concejala de Derechos Sociales, que era del PP, tuve una excelente relación con ella. Aprendí a comprenderla. Su marido era un almirante y yo, un desgraciado del suburbio. Ella me debía de ver como un bicho raro, pero se vino a Orcasitas y aquello dio sus frutos.

–¿Sería posible esa entente ahora con Ayuso y Almeida?

–Posiblemente sí. Yo soy un tipo de barrio que hace política. No podemos estar como un viejo comunista que andaba por aquí y siempre decía: «Cuando cambie la tortilla». Y yo le decía: «Pero cuando cambie la tortilla no es para que nos la comamos unos, y a otros les dejemos sin comer».

–¿Cómo ve a la clase política?

–Lo que le pasa a la clase política es que muchos, los más jovencillos, salen de la nada y «pum», pasan a dirigir los destinos de una ciudad o de un país. Siempre le digo a la gente: «Huid de los políticos profesionales». Si no han sido capaces de hacer nada en la vida, cómo coño van a resolver tus problemas.

–Almeida cierra la lista del PP, como usted la de Más Madrid. ¿Cómo define al alcalde?

–Es un tipo listo, pero se transforma. Como alcalde intenta agradar a la gente, no molestar. Como portavoz del PP, hace lo que le dicen en los conciliábulos. Pisa poca realidad. Defiende a una parte de la ciudad, no está para todos.

–¿Y Villacís, que también cierra la papeleta de Cs?

–La he tratado poco. Mi recuerdo de los que podrían ser similares a Ciudadanos, como la UCD o el CDS, es gratísimo. Me acuerdo del ministro Garrigues, que un día sacó el teléfono por la ventana cuando estaba hablando con Adolfo Suárez porque había en la calle mil personas entre las que me encontraba yo, gritando «pisos sí, chabolas no». Quiso hacerle ver a Suárez que había que hacer algo. Cuando un sargento le preguntó: «¿Qué hacemos con éstos?», él le dijo «pues, fusílelos», como diciendo «qué coño vas a hacer». Estuvimos cuatro horas contándole la historia de nuestros barrios y cómo se podían remodelar. Hicimos que 28 barrios desaparecieran porque éramos 32.734 familias las que vivíamos en chabolas.

–¿Cómo es Mónica García?

–No es una política profesional. Conocí a su padre, Sergio, un médico psiquiatra. Mi madre era tendente a la depresión y la gente de izquierdas no teníamos dinero para pagarnos algo privado. Recurríamos a la gente comprometida socialmente como el padre de Mónica. Atendió a mi madre. Mónica García tiene un don natural para escuchar a la gente y la misma sonrisa que su padre. La veo joven, con vitalidad y ganas de transformar las cosas. Para estar ahí hay que tener ilusión, porque quien es decente sufre en política, los golfos y los vividores que no han sido capaces de ganarse la vida como abogados, albañiles, carpinteros o periodistas, se agarran a la política y se hacen ‘un Cantó’.

–Si el 4 de mayo, Ayuso gana en el sur, ¿qué sentiría?

–Una sensación muy mala. Tengo una teoría: la corrupción no les ha pasado factura. Les ha beneficiado porque la gente de derechas entiende la política como un negocio. En mi pueblo de Toledo, Polán, he escuchado más de una vez, entre ellos a mi padre, que decían «aquí el que no jode y no roba es porque no tiene dónde». Y yo decía: «Pero, ¿cómo es posible que digan estas cosas?». Lo conciben como un negocio y no les importa que alguien robe. Han impregnado de mierda el terreno de juego y la gente dice «anda a tomar por culo, que de mí no se preocupa nadie». Al día siguiente de las elecciones, el que no tiene trabajo lo va a tener que seguir buscando.

–¿Qué significarían dos años más de Ayuso para el sur?

–Puf, puf...una desmoralización grande. Dos años más de Ayuso...esta mujer, con cierta razón, se sentiría reconfortada y pensando que hasta lo hace bien. Me endemonio cuando habla de que bajará los impuestos, pero ¿qué coño le van a bajar a alguien que gana 900 euros? Pero, ¿cómo una mentira repetida mil veces al final puede parecer verdad? Impuestos habrá que pagar, porque si no, Madrid se va a convertir en la cueva de Alí Babá con todos los defraudadores de España empadronados aquí.

–Si viniera Ayuso a Orcasitas, ¿qué le enseñaría?

– A los jóvenes, que están condenados a ser albañiles y barrenderos... hay que darles otra expectativa. En esta misma mesa que estamos, los chavales por las tardes están jugando a las cartas y también en las casas de apuestas. La gente no tiene horizonte.

–¿Qué diría a un vecino que esté dudando en estos días entre Más Madrid y Podemos?

–Que esto es como los garbanzos, los hay finos y entrefinos, pero que coma garbanzos. Todo lo que no sea la señora Ayuso, estamos obligados a entendernos. Me gustaría que Mónica presidiera Madrid; me recuerda tanto, tanto, tanto a Manuela Carmena.