Callejero

El día que una concejala de Madrid confundió Vallecas con Siberia y al agente «Garbo» con un fascista

Las pifias y gazapos históricos del Gobierno de Carmena en la aplicación de la Ley de Memoria Histórica desembocan ahora en una cascada de sentencias en contra a cuenta del callejero que deberá gestionar Almeida

Manuela Carmena y Celia Mayer conversan momentos antes del inicio de un pleno en el Palacio de Cibeles en 2017
Manuela Carmena y Celia Mayer conversan momentos antes del inicio de un pleno en el Palacio de Cibeles en 2017larazon

Ocurrió el 22 de diciembre de 2015, día del Sorteo de Navidad. La delegada de Cultura del Ejecutivo municipal de Manuela Carmena se subió a la tribuna del Pleno del Ayuntamiento de Madrid cargada de folios. Tenía preparada una presentación de Power Point. Celia Mayer se llamaba la concejala. Presentaba en sociedad la primera versión de la purga del callejero alumbrada por el llamado «gobierno del cambio». Se comprometió a eliminar una treintena de calles y plazas por homenajear, dijo, a «incitadores del golpe de Estado o ejecutores de delitos de lesa humanidad». Entre esas vías estaba la dedicada a los hermanos García-Noblejas, ahora restituidos por la Justicia.

El bochorno de la intervención que perpetró Mayer aquella mañana aún es a día de hoy, más de un lustro después, objeto de comentarios en los pasillos del consistorio. El sectarismo de su actuación en el examen de las calles que iban a ser borradas está desembocando en estas semanas en una cascada de sentencias en contra que, ahora, deberá gestionar el Gobierno de José Luis Martínez-Almeida.

Ahí van algunos de los patinazos históricos firmados por la responsable de la gestión cultural en Madrid en aquellos días.

Afirmó que la plaza Juan Pujol, situada en el distrito Centro, homenajeaba al «agente doble que actuó bajo el mandato de la Alemania nazi y el Imperio británico» y «que se le conocía por el nombre de ’'Garbo’'». Alguien que, según el argumentario del carmenismo, «no merece una calle». A los pocos minutos, Mayer no tuvo más remedio que rectificar su error y aclarar en los pasillos del Ayuntamiento que en realidad la calle de marras homenajeaba al «jefe de prensa del Movimiento Nacional».

Justificó la eliminación de la calle Comandante Zorita –célebre por ser el primer español en romper la barrera del sonido– por «participar en el bombardeo de Guernica». Las fechas, sin embargo, no cuadraban. Y es que Demetrio Zorita no era aún piloto en abril de 1937, cuando se produjo el bombardeo sobre la localidad vasca. A finales de ese año realizó el curso que le convirtió en aviador.

Para argumentar la urgencia de retirar la calle General Orgaz en Tetuán, Mayer utilizó una fotografía en la que un soldado contempla el traslado de un cadáver. Imagen que, quizá, se le traspapeló al equipo de Mayer. Porque su autor era el teniente inglés John Randall, que retrató en 1945 cómo fue el rescate de los prisioneros del campo de concentración de Bergen en Noruega.

Para defender la purga de la calle Francisco Iglesias, en Vallecas, optó por otra instantánea equivocada. Era un fotograma del documental «La isla de los caníbales», en Siberia, a la que Stalin condujo deportadas a 4.000 personas.

Cuando abordó las supuestas tropelías cometidas por el general Antonio Sagardía Ramos –y al que, por tanto, había que fulminar del distrito de Moncloa-Aravaca– utilizó una fotografía tomada en 1934 sobre el traslado de un grupo de presos en Oviedo por parte de los guardias de asalto republicanos.

Mayer incendió las redes, pero también los ánimos en Cibeles. Pocos meses después, Carmena decidió que la aplicación de la Memoria Histórica en Madrid no podía seguir en sus manos y creó un comisionado que, a la vista de las sentencias judiciales que conocemos en estos días, tampoco mejoró en exceso el criterio histórico con el que ha aplicado esta ley.

Mayer fue replicada en aquellos plenos por Pedro Corral. Las llamadas del edil popular a la concordia y a no resucitar el odio guerracivilista contrastaron con el sectarismo de la concejala de Ahora Madrid. Pero Carmena, que presidía el Pleno, no quiso rectificar. Y de aquellos polvos, estos lodos.