Historia
El “faro” de la aviación española: la antigua Torre de Señales de Cuatro Vientos
Fue testigo de grandes hitos, como los primeros vuelos del autogiro de Juan de la Cierva, precursor del helicóptero, el primer salto paracaidista o de la Patrulla Elcano, que realizó un recorrido aéreo en 1926 entre Madrid y Manila
Un reconocimiento merecido. Esta semana, el Ministerio de Cultura y Deporte ha declarado Bien de Interés Cultural (BIC) tres monumentos del patrimonio industrial y científico-técnico español: el Real Taller del Aserrío de Valsaín (Segovia), la Torre de Señales del Aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid) y “La Farola” de Málaga.
Íntimamente ligada a la historia de nuestra aviación, la antigua Torre de Señales del Aeródromo de Cuatro Vientos es una edificación de principios del siglo XX (1919 y 1920) que adopta la forma de un faro marítimo. Fue la primera torre de señales de España y, probablemente del mundo, anterior a la londinense del aeródromo de Croydon.
Fue ideada por Leopoldo Jiménez como una modesta edificación para servir de guía a los primeros aviadores. La torre, que estuvo en servicio activo entre 1920 y 1982, fue testigo de grandes hitos como los primeros vuelos del autogiro de Juan de la Cierva, precursor del helicóptero o de la Patrulla Elcano, que realizó un recorrido aéreo en 1926 entre Madrid y Manila.
Además fue testigo del vuelo del avión conocido como el “Cuatro Vientos”, cuya tripulación formada por Collar y Barberán en 1933 cruzó por primera vez el Océano Atlántico sin paradas y del primer salto paracaidista realizado en España, por el capitán Méndez Parada. A lo largo del siglo XX, fue escenario de los avances de la aviación española.
Construida por Enrique Sierra en 1920. Las grandes piezas de hormigón armado que la conforman fueron preparadas en el taller que este tenía en el Paseo de las Delicias, según el proyecto que redactó, como decíamos, en julio de 1919, el comandante de Ingenieros Leopoldo Jiménez.
Respecto al precio... El presupuesto total para la obra fue de 24.990 pesetas (150 euros), y se cargó a la dotación de los Servicios de la Aeronáutica Militar.
Respecto a la forma, la inspiración marina no falta. La planta baja de la torre tiene 35 metros cuadrados y forma octogonal. Perfecta zona de mando para dirigir despegues. Al menos hasta donde alcanzaba la vista del que despegaba. En aquellos primigenios momentos, al no existir equipos de radio, se indicaba a los aviadores la dirección e intensidad del viento mediante banderolas. A la vista de todo aquel que se acerca al monumento, una terraza balaustrada de 131,5 metros cuadrados, desde la cual se disfrutaba de las exhibiciones aéreas desde una cierta altura. En la parte superior de la estructura se puede apreciar un rokiski con los tres títulos de piloto de la época: Aeroplano, dirigible y globo. Sobre la planta baja se levanta la torre, que alcanza una altura de 15,4 metros y a cuya parte superior se accede subiendo por una angosta escalera de caracol.
Por cierto, conviene apuntar que el nombre de Rokiski proviene del famoso grabador español de origen polaco Luis Rokiski, quien se dedicó desde 1939 hasta 1965 a fabricar cada una de las insignias y distintivos que los aviadores portaban sobre el pecho. Junto a ellos, el Rokiski destacaba por su curioso escudo alado sobre un círculo rojo.
Una hermosa torre, pequeña quizá, pero grande en su importancia. Su imagen, familiar para cientos de pilotos que junto a ella tuvieron sus bautismos a los mandos de aquellos aparatos, es grande en el recuerdo de todos ellos. Su importancia va pareja, como no nos cansaremos de repetir, a la historia de la aviación española. Este lugar, Cuatro Vientos, que antes fue avión, y de él sacó su nombre, fue decisivo en el desarrollo de la aviación en España.
Un justo reconocimiento de unos tiempos que quedaron ya atrás, en los que se usaba la lámpara o pistola de señales, elemento originario del control del tráfico aéreo y que dio nombre a este «faro» de los cielos.
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