Madrid

Historia de una calle: la Carrera de San Jerónimo

En 1568 salió a concurso el empedrado de la calle y se acabó la construcción de esta importante arteria de Madrid

Aspecto actual de la Carrera de San Jerónimo
Aspecto actual de la Carrera de San JerónimoRuben mondelo .La razon .

La décimocuarta (y no «catorceava») acepción del Diccionario de la Real Academia en su versión electrónica define el sustantivo «carrera» como «Calle que fue antes camino» y para sancionar lo dicho pone un ejemplo: «La carrera de San Jerónimo».

Mucho antes, Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española de 1611, había dado otra definición similar, pero más historiada porque este diccionario es un tesoro de enriquecedora y entretenida lectura: «Carrera, en algunas partes de España, vale caminos y así decimos caminos y carreras». Al margen de esto, querría sacar punta al asunto: ya se hablaba de «Tesoros» y no era necesario hablar de «Tesauros» (como esos en los que se registran los títulos de las Tesis doctorales y no las Tesis en sí mismas).

En la actualidad sólo hay dos «Carreras» en Madrid, la de San Francisco y la de San Jerónimo. Hubo hasta 1959 la de San Isidro y durante unos días en febrero de 1948 existió una Carrera de María Magdalena: tal vez cayeron los ediles en lo poco afortunado de su nombre y lo suprimieron, o pensaron que con una calle de la Magdalena, ya había bastante para honrar la aptitud de la arrepentida. Tampoco hay una calle a Antonio de Nebrija (hay un callejón en perpendicular a Ciudad de Barcelona que se titula «Antonio Nebrija»), ni a Juan Sebastián Elcano (una callecita entre Embajadores y Santa María de la Cabeza es «Sebastián Elcano») y otros callejones recuerdan la memoria de Dulcinea, o de Don Quijote.

En la actualidad, la Carrera de San Jerónimo transcurre desde la Plaza de Canalejas hasta la Plaza de las Cortes, que según datos oficiales de 2015 se llama así desde 1939 (https://datos.madrid.es). Deberíamos ir pensando en cambiarle el nombre por fascista. Por cierto, consta también, que la Carrera de San Jerónimo nace en 1835.Dejando al margen esas aproximaciones eruditas, a lo que vengo ahora es a exaltar esa calle, o a proponerte, buen lector, que la veamos con otros ojos.

En primer lugar, hay que transitarla como uno de los grandes ejes vitales de Madrid. La Carrera es continuación de la calle Mayor y en «intentada» línea recta conducía hasta el prado de los jerónimos, que era donde pastaban las vacas del convento y que por esas cosas del destino, sin embargo, ha dado a uno de los paseos más ricos culturalmente hablando del mundo. Las vacas del prado.

En segundo lugar: la anchura. Porque nos referimos a una calle que otrora era campo, sin duda, y que se trazó sin escatimar espacio a los lados. Imagínate, lector, que esa calle fue hecha en el siglo XVI, mientas que se convivía a sus espaldas, con el Madrid intramuros árabe y cristiano.

En tercer lugar: su simbolismo. Este no lo ha perdido. Por la Carrera de San Jerónimo se transitaba saliendo de la muralla, hacia los Jerónimos que parecían alcanzables porque señoreaban la vista del paseante desde el otero en el que se alzan, una vez atravesado aquel lugar de esparcimiento de los madrileños que era el actual Paseo del Prado. Y el simbolismo no se ha perdido, porque los edificios oficiales que hoy la jalonan nos recuerdan dónde reside nuestra soberanía. El palacio del Congreso de los Diputados fue inaugurado por Isabel II en 1850 y se levantó en el solar del Convento del Espíritu Santo (que los ilumine) que era de los minoritas y hace casi medio siglo se echó abajo el Hospital de los Italianos, para hacer una gran ampliación que destruyó todas las perspectivas y agrado que se pudiera tener por la (pobre) arquitectura del siglo XVI o XVII.

Justo enfrente, un pisapapeles que representa a Cervantes rinde homenaje a tan insigne autor, aunque en tiempos quitaron la estatua porque era más importante homenajear a Sagasta. La efigie está en lo alto de una desangelada granítica plaza coronada por una explanada sobre unos escalones-gradas a los que ha habido que añadir macetones en el borde porque la gente se caía de morros. Hasta hace poco era un buen parquecillo romántico. El simbolismo que en el siglo XIX le dio tanta vida sigue en marcha: el susto que nos dimos al enterarnos de que Lhardy desaparecía (afortunadamente lo ha comprado Pescaderías Coruñesas lo cual da esperanza y garantía de continuidad sin causar estragos), o casa Mira y sus afamados dulces y turrones, o en dónde se proyectó la primera película (la del tren famoso) y tantos palacetes nos recuerdan lo que fue y aun sigue siendo esta calle que antes era camino.

Decoración de Madrid

Porque si, en efecto, nos remontamos a 1565 todo adquiere otro cariz, mucho más rico. En ese año, visto por el rey un informe probablemente de Juan Bautista de Toledo en el que le explicaba cómo decorar y adecentar Madrid (sede de la Corte desde 1561), Felipe II ordenó que en una legua alrededor de la Villa no hubiera ganados y que todos los particulares e instituciones plantaran árboles en sus propiedades. Al Ayuntamiento le surgió un problema: que el arroyo del Prado era hondo y difícil de plantar por la mucha agua que llevaba. Se rellenó, alisó y plantó.

En 1567 se tomó la decisión de «acordelar la calle que se quiere hacer que vaya a San Jerónimo, y concertar con los dueños de las casas lo que se les ha de dar», es decir, se planeó trazar la Carrera de San Jerónimo. En abril de 1567 empezaron las negociaciones para las expropiaciones y las compensaciones económicas. Un vecino especialmente problemático fue un tal Juan de Calatayud, aunque en julio ya estaba satisfecho de entregar sus solares a la Villa por lo que en octubre de 1567 recibió 100.000 maravedíes. En diciembre de 1567 se compensó a otro, a Gabriel Peralta, con 92.000 maravedíes, por otros solares contiguos a los de Calatayud y hubo unas terceras negociaciones con unos hortelanos, los hermanos Valdemoro, que duraron hasta diciembre de 1568.

A su vez, en mayo se discutió sobre «si se debía de enderezar la calle que va desde la puerta del Sol a San Jerónimo [y] dijeron que les parecía que la dicha calle se debe de enderezar conforme al parecer y cordel que los alarifes han echado». En fin, en febrero de 1568 salió a concurso el empedrado de la calle de san Jerónimo de tal forma y manera que esa es la fecha de finalización de la construcción de esta importante arteria de Madrid que tanta vida da al ser el eje que conduce desde el Alcázar real al convento de los Jerónimos. Para otra ocasión dejo la descripción de la confluencia del Prado y San Jerónimo y, naturalmente, entraremos en el Buen Retiro.