Hermandad
Pasión sevillana en Madrid: el fervor de Los Estudiantes en el barrio de Palacio
Fundada por unos jóvenes llegados del sur, Los Estudiantes son una de las hermandades más queridas de Madrid: «Ser costalero es ser los pies del Señor»
Era 1989. Un grupo de jóvenes, algunos de ellos sevillanos, habían llegado a Madrid para estudiar su carrera universitaria. Vinculados al mundo cofrade de la capital andaluza, no tardaron en echar de menos aquella unidad en torno a la fe y, particularmente, a la comunidad universitaria. Surgió, así, la Hermandad de los Estudiantes, la cual lleva ya más de 30 años procesionando en Madrid. “La hermandad tiene sus peculiaridades”, dice a LA RAZÓN Juan Manuel Venegas, hermano mayor de la misma. Por ejemplo, “la iglesia donde residimos es la de la Nunciatura Apostólica, por lo que el ordinario de nuestra iglesia es el nuncio”. Es decir, el embajador de la Santa Sede en España, el filipino Bernardito Auza, es quien preside la procesión junto al cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.
Se trata de una gran evolución si se tiene en cuenta que este grupo nació de unos «chavales con la ilusión de hacer una hermandad al modo sevillano». Encargaron su primer paso en madera de caoba a un artesano sevillano. Lo hizo, en aquel momento, con un mecanismo con ruedas, por si acaso aquel año no conseguían reunir costaleros suficientes, aunque finalmente lo consiguieron: necesitábamos 30 y tuvieron 40. “En esos primeros años todo era muy precario: no teníamos túnicas, la cruz de guía se hizo en los talleres de la Universidad Complutense… pero poco a poco fuimos ganando mucha aceptación y llegar hasta donde estamos ahora”, recuerda el hermano mayor.
De lo que siempre tuvieron ilusión fue de tener una imagen de la Virgen que sacar junto al Cristo, y, en el año 1996 pudieron hacerlo realidad. Encargaron la imagen de la virgen al escultor sevillano Juan Manuel Villar, y salió por primera vez en procesión en el año 2000. “Los bordados son de Francisco Carrera Iglesias, reconocido mundialmente. Es un hombre que no solo borda para Semana Santa, sino también para grandes marcas como Loewe o Victorio y Lucchino”, asegura Venegas. Pero, con ello, también fue necesario ampliar el número de costaleros: 30 para cargar al Cristo y 35 a la Virgen. Tienen las dos cuadrillas dobladas, de tal manera que, a lo largo de las cinco horas de procesión se van relevando a lo largo del camino. Pero para ser costalero hace falta mucho más que pasión por la Semana Santa. De hecho, el peso, cerca de 1 tonelada, se soporta sobre el hueso del cérvix, y esto requiere compromiso y mucha preparación.
“Ser costalero consiste en ser los pies del Señor. Es ponerse a disposición de la hermandad y tener el honor de ser los pies del Señor durante la estación de penitencia. Significa también mucho trabajo, porque el costalero debe trabajar y debe ensayar de forma obligatoria durante los ensayos y el retranqueo, que es el movimiento que se le hace al paso para comprobar que todo está correctamente asegurado”, dice José Manuel Viseras, capataz de los costaleros que llevan la imagen de la Virgen. Lleva en la hermandad desde su fundación, y 15 años como capataz. “Ser costalero es un trabajo que requiere afición, compromiso y, sobre todo, fe. Es un trabajo espiritual, porque llevas a las calles a que le recen a Él o a Ella. Esto requiere compromiso, y tenemos que saber que no somos protagonistas de nada”, asevera.
Como capataz tiene la responsabilidad de salvaguardar las imágenes y, sobre todo, la salud y seguridad de los costaleros: que cada cual trabaje en su sitio y que el peso esté bien alineado, es decir, en la séptima cervical. Para José Manuel, este es un año realmente especial después de tres años de no salir, de una pandemia, de pérdidas, de emociones, de familias enfermas… “La hermandad se conforma como cofradía el domingo de ramos. El resto del año sigue siendo hermandad, y en ese tiempo pasan muchas cosas. Nos pasamos todo el año cuidando ese grupo humano para que formen una familia que luego refleje lo que son cuando llega la Semana Santa”, dice. Pero, meses antes, los costaleros se colocan bajo una parihuela, que es la armazón del paso, pero sin la imagen en la que se coloca un peso similar al que llevarán en la procesión. Se ensaya en las noches frías de los viernes y los jueves desde el mes de enero.
Todo para conseguir que la procesión sea, además de un acto de fe, algo lo más bello estéticamente posible. Por eso, siempre intentan huir de las calles anchas, colándose, como este Domingo de Ramos, por las estrechas calles del centro de Madrid, donde ver a la virgen únicamente iluminada por candelas, con el incienso y las flores es todo un espectáculo visual y sensitivo. Así, antes de regresar a su parroquia, frente a la Almudena, recorren desde la Basílica de San Justo hasta la Plaza de la Villa por la calle del Cordón. Cuando la Virgen entra en la plaza desde el callejón suena la marcha de la Virgen de los Estudiantes, la cual tiene mezclada en su melodía el Gaudeamus.
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