La historia final

Así se celebraba la Semana Santa alrededor de 1575 (I)

Para excitar la devoción se instituyen las procesiones, las penitencias públicas y la profusa ornamentación de las iglesias

La Flagelación transitando por la calle Mayor
La Flagelación transitando por la calle Mayorlarazon

Clausurado el Concilio de Trento en 1563 hubo un interesantísimo proceso de implantación de sus acuerdos por el mundo cristiano. Ni que decir tiene que en los territorios de Felipe II, en los que esos acuerdos adoptaron rango de ley real, ese proceso fue más complejo.

De hecho, a lo largo de 1574 y 1575 desde el Alcázar de Madrid y desde El Escorial, salieron muchas instrucciones, cédulas reales e incluso consultas sobre el estado general de la religiosidad en los aludidos reinos de la Monarquía de Felipe II.

Traigo a colación las gravísimas preocupaciones del cardenal García de Loaísa, Arzobispo de Toledo (y también maestro de Felipe III, niño) que en mayo de 1575 dejaba por escrito un memorial sobre lo que acontecía en su archidiócesis y, sobre todo, en la cabeza episcopal.

Ni que decir tiene que los datos de que disponemos los historiadores para conocer el estado de formación, ánimo, cumplimiento pascual y vida religiosa en general del clero secular son muy abundantes, en forma de «visitas» (una especie de auditorías) o de otras maneras.

De lo que trato a continuación se conserva en el Archivo de Simancas, en la Cámara de Castilla, pues las preguntas salieron de la Cámara del rey y a ella se remitieron las respuestas.

Todo había empezado el año anterior cuando Felipe II había ordenado que se hicieran rezos por la defensa de la fe, de manera rotatoria en todas las iglesias parroquiales de España, partiendo desde una matriz de cada obispado, hasta terminar esas horas y horas de rezos de nuevo en la matriz. Además, Felipe II aprovechaba aquellas instrucciones para inquirir a sus obispos sobre el correcto funcionamiento de la administración de la liturgia, y de la vida religiosa en general.

Desde Toledo, el cardenal de la Primada respondía el 22 de febrero de 1575 agradeciendo el santo celo de Felipe II en la defensa de la fe y se manifestaba dispuesto a exponer sus opiniones sobre las costumbres religiosas en su territorio.

1. En la exposición inicial de su escrito reflexionaba sobre que «quien ha leído algo de lo que los santos dijeron de la forma de celebrar la Quaresma, de la santidad con que estos días se ha de vivir, de la abstinencia de ellos no sólo de las cosas ilícitas, sino de las lícitas, no sólo de los manjares, sino de los trajes y tratos seglares, y cómo quisieron que todo este tiempo fuese de Dios […] y que así se gastase en oración, ayuno, lágrimas y obras de caridad y piedad, y todo esto lo ordenaron para que los fieles recibiesen más dignamente las gracias e indulgencias que en la Semana Santa se nos comunican por la muerte de Cristo Nuestro Señor, y por su Santísima Pasión y para disponernos a recibir la Pascua…». Esos eran los fundamentos del vivir la Semana Santa. No el turismo interior.

2. Por otro lado, «los fieles santamente en algunas provincias han instituido, para excitar más la devoción de estos días de Semana Santa, procesiones de disciplinantes y penitencias públicas para que los que las hacen faciliten el perdón de sus culpas y muevan a los que los miran a traer a la memoria la pasión de Cristo Nuestro Señor».

3. Afortunadamente, junto a las procesiones de disciplinantes, se había unido ya la costumbre de «aderezar ricamente las iglesias para celebrar más decentemente el monumento y sepultura de Cristo Nuestro Señor».

4. Pero, sin embargo, aunque la Iglesia había ganado la calle y el templo, «todo esto el demonio enemigo de la salud espiritual del hombre, lo ha de tal arte por algunos ministros suyos profanado, que no sólo no se tratan estas ceremonias sagradas con la decencia y espíritu que era razón, sino [que] a título de ellas se privan muchos del fruto de la Pasión de Cristo».

5. Cierto, porque «aquellos días y noches le tornan a crucificar y burlar de Él [...] Yo, como testigo, y a cuyo cargo está la guarda de este santo templo, he mirado con mucha advertencia lo que pasa en él y lo mismo en toda la ciudad estos días de Semana Santa».