Comercios Centenarios
Ansorena: Unas joyas para la Casa Real y arte para todos
La firma de joyería y subastas de arte está a punto de llegar a la sexta generación dentro de la misma familia
En 1906, Alfonso XIII regalaba a la reina Victoria Eugenia, con motivo de su boda, un collar de diamantes en forma de chatones y una tiara, también de diamantes, con flores de lis dinásticas. Aquel regalo, que no solo ha llegado a nuestros días y que hemos podido ver cómo lo lucían la Reina Sofía y, ahora, la Reina Letizia, afianzó la relación entre la Casa Real y la firma de joyeros que las fabricó, Ansorena, la cual continúa funcionando a pleno pulmón como una de las firmas referentes en joyas y arte a nivel internacional.
«Lo singular de Ansorena es que, desde su inicio hasta la actualidad, siempre ha estado en la familia», dice a LA RAZÓN Jaime Mato Ansorena, CEO de la empresa. Junto a su hermana, Cristina, dirigen una firma que ya tiene visos de alcanzár la sexta generación. Explica, además, que cuando esta empresa se fundó, lo hizo en 1845 en la calle Espoz y Mina, para, después de la Guerra Civil, trasladarse a la actual ubicación en la calle Alcalá, 52. «Ansorena la fundó nuestro tatarabuelo, Celestino, por lo que nosotros somos la quinta generación. El negocio empezó como joyería tradicional, pero, en 1860, le nombraron diamantista de la Casa Real, lo cual fue un orgullo». Han seguido así hasta la actualidad, conservando esa «buenísima relación con la Casa Real» y creando para ellos algunas piezas emblemáticas, como la diadema de las flores de Lis.
«Mi abuelo tenía una excelente relación con el rey Alfonso XIII, pero, si me apuras, casi más con Victoria Eugenia, porque le apasionaban las joyas y quería saber cada vez más». De hecho, «nuestro abuelo visitaba muchas veces el Palacio Real para mostrar a la reina las novedades en diamantes, piedras preciosas…». Y, en cuanto a la tiara de las flores de lis, «la han llevado Sofía y Letizia, independientemente de que, hace unos años, le hicimos una nueva diadema a esta última». Siempre, dice, al igual que hay tendencias de moda, también las hay dentro de las joyas, pudiendo variar en las formas o los materiales, pero, «en este mundo, siempre se mantiene el estilo clásico».
Fue en 1974 cuando la firma dio el paso decisivo para convertirse en un referente en el mundo del arte. «Nuestros padres, Alfonso Mato y Paloma Ansorena, comenzaron con el mundo del arte y las subastas. Desde entonces llevamos casi 440». Poco después, en 1984, se fundó la galería de arte contemporáneo, «por lo que hemos ido creciendo y evolucionando dentro del mundo del arte y dentro del mundo de las joyas». Además, dentro del mundo de las subastas «hay también un apartado importante de joyas». Por último, y más recientemente, incorporaron la fabricación de condecoraciones e insignias, gracias a lo cual han trabajado para el colegio notarial, el colegio de arquitectos y la propia Casa Real o ayuntamientos.
«En la actualidad hacemos nueve meses al año subastas, cada una de las cuales se compone de tres sesiones en las que sacamos alrededor de 1500 piezas, entre obras de arte, muebles y joyas», explica Mato, subrayando que en Ansorena son solo los intermediarios. «La casa de subastas da servicio a los coleccionistas». Para ello, cuentan, tal como subraya el CEO, con uno de los «grandes éxitos que tenemos, que es nuestro equipo humano. Tenemos un buenísimo equipo para valorar las obras, así como para el marketing, la gestión de venta, catálogo…». A las subastas se puede acceder de forma presencial o vía telemática, lo cual «facilita la participación de los clientes internacionales, que ahora mismo son el 40% de nuestro negocio».
A pesar de que parezca que no les ha dado miedo avanzar cuando ha hecho falta hacerlo, Mato defiende que Ansorena siempre ha sido «una empresa tradicional y bastante cuidadosa en lo que hacía». «A lo largo de la historia», subraya, «ha habido momentos complicados, pero no solo hemos sabido llevarlos sino crecer y consolidarnos. Dentro del mundo del arte y las joyas es ahora mismo un referente, tanto por la historia como por el trabajo que hacemos». Sin embargo, reconoce que a la gente «le da cierto reparo acercarse a las subastas y al mundo del arte pensando que es inaccesible, cuando la realidad es que no es así en absoluto. Entre esas 1500 obras hay algunas que salen a la venta con precios de 100, 200 o 300 euros. Obras, joyas, objetos curiosos… Hay una gran variedad». Eso sí, subraya que «lo más importante a la hora de comprar una joya, un cuadro o un objeto, es que te guste. El disfrutarlo. Está claro que puede ser una inversión razonable porque, con el paso del tiempo, suelen revalorizarse. Pero insisto en que esto no es lo más importante. Su valor está en disfrutarlo».
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