Historia
Un autosacrificio en la estela maya de Madrid
Una joya arqueológica, del Museo de América, fruto de la primera expedición, en 1787, sufragada por la Corona
Una civilización desaparecida. Y todo lo que de misterioso y oculto lleva consigo. Un recuerdo en piedra de una cultura sofisticada que alcanzó un alto nivel de conocimiento y que hoy es posible contemplar en España. Y es que la llamada «Estela de Madrid», un relieve de piedra caliza, datada alrededor de 650 d.c., es un buen ejemplo del llamado periodo clásico maya (200-900 d.c.). Una calidad en la factura y ejecución que se puede contemplar también en otras estelas, todas con la misma intención: glorificar al rey o al señor de ese territorio. La que nos ocupa, fue hallada en la Casa E del Palacio de Palenque construido por el rey Pakal II. La Casa E está situada en el centro de la estructura del palacio y este edificio es especialmente importante, ya que aquí se encuentra el trono de Pakal II tallado en piedra caliza, sostenido por cuatro bloques de piedra caliza más pequeños, uno de los cuales es la Estela de Madrid.
En la estela aparece un hombre que está sentado en un trono con las piernas cruzadas. Tiene el cabello largo atado con una cinta y lleva muchas joyas. Su cabeza tiene deformación craneana, lo que le confiere un pequeño cráneo, una característica típica del arte de la cultura olmeca.
Divinidades
El personaje representa a una divinidad o a un personaje divinizado, un Bacab, que se sienta sobre el monstruo de la tierra y sostiene al trono y, por extensión, a la realeza. El rey era el encargado de mantener el orden terrenal, para lo que se conectaba con las divinidades, algo similar a lo representado en otras culturas, como la egipcia, aunque obviamente con variaciones. Ese mismo personaje pertenecía a genealogía mítica, que, en el caso de los reyes de Palenque, se remontaba al dios G I el Viejo. Se trata de parte de un complejo programa iconográfico que trataba de legitimar a Pakal en el trono de Palenque, al que había accedido por línea materna, cuando lo habitual en el ámbito maya era heredarlo del linaje paterno.
En la mitología maya hay representación de cuatro bacabs, uno por cada punto cardinal. Su función en los puntos cardinales es sostener los cielos y evitar una erupción y por eso se les relaciona como protectores del mundo.
Conocida con el nombre de «Estela de Madrid», esta pieza fue recogida por el capitán Antonio del Río, durante las excavaciones realizadas en el año 1787, en el sitio de la ciudad de Palenque. Dicha excavación, realizada con el auspicio de la Corona española, fue la primera que, en América, tuvo lugar siguiendo un método científico de intervención y registro de la información a través de informes y dibujos. La estela fue expuesta en el Museo Arqueológico Nacional hasta su actual emplazamiento, en el Museo de América, en la Ciudad Universitaria.
Cabe apuntar que las numerosas joyas que lleva el bacab demuestran que se trata de una personalidad importante, que es un símbolo de riqueza y prosperidad. Al mismo tiempo, la deformación del cráneo en el arte es un símbolo de formar parte de la élite. Él está sentado sobre el «Imix», que es una criatura mítica y el monstruo de la tierra en la cultura maya. Este monstruo mítico ilustra el ciclo de la vida maya, y es visto como la criatura que controla la noche y el día, tragándose el sol y dejándolo salir de nuevo. Imix es una criatura con cuerpo de un cocodrilo, que, para los mayas, era un animal mágico que simboliza la tierra y el agua, por lo que era un elemento importante para la vida y también simboliza el equilibrio, que puede asociarse con dualidad como la luz y la oscuridad, la noche y el día, entre otras cosas. El protagonista aparece con una cicatriz en su barbilla, presumiblemente como resultado de participar en un autosacrificio donde ofrece parte de su sangre. Todo por su pueblo...