
Social
Estar acompañados: Cuando dos generaciones se encuentran
La fundación Adopta Un Abuelo permite conectar a voluntarios con personas mayores en residencias

A Purificación le gusta cuidar con mimo el pequeño pino que plantó en el jardín de su residencia madrileña (MGS Seniors Madrid). Tiene 89 años, es coqueta, nunca olvida sus pendientes favoritos y disfruta contando historias de su juventud, cuando cosía camisas de caballero en un taller de la Gran Vía. Y ojo, que también llegó a coser medias, una tarea que aparentemente, no resulta fácil. Junto a ella está Carmen, una joven voluntaria que cada semana le dedica unas horas de su tiempo. Pasean, conversan, riegan el huerto y, sobre todo, comparten humanidad porque «nos aportamos mucho la una a la otra», comentan. Esta escena esconde una de las claves del éxito de Adopta Un Abuelo, una iniciativa social nacida en Madrid que hoy conecta a más de un millón de usuarios en 30 países. Su misión se centra en acompañar a personas mayores que se sienten solas y, al mismo tiempo, brindar a los jóvenes la oportunidad de aprender de su experiencia vital.

La semilla de este proyecto germinó en la vida personal de su fundador, Alberto Cabanes. Creció muy cerca de sus abuelos, Clemente y Pilar. Cuando su abuelo quedó en situación de gran dependencia y entró en una residencia, Alberto descubrió algo que cambiaría su vida: «Cuando entras en una residencia eres como un imán. Los mayores buscan hablar contigo, compartir un ratito de compañía», recuerda. Allí conoció a Bernardo, un hombre sin descendencia que le confesó su mayor deseo: tener un nieto. Alberto no dudó. «Yo le adopté como abuelo y empecé a visitarle cada semana, junto a mi propio abuelo». De esa experiencia nació una idea: ¿por qué no multiplicar esa posibilidad para que miles de jóvenes pudieran compartir tiempo con mayores que lo necesitan? Así, en 2014, tras dejar su trabajo en una multinacional, Alberto se lanzó a fundar Adopta Un Abuelo. Lo que comenzó con una página web y un puñado de voluntarios pronto se convirtió en un movimiento imparable. Hoy, la fundación cuenta con un equipo de 13 profesionales, un entramado de departamentos (tecnología, comunicación, operaciones y alianzas) y una aplicación móvil que permite coordinar miles de visitas semanales a residencias y domicilios de toda España.
El impacto del proyecto se refleja en historias concretas como la de Carmen y Purificación. Carmen es asturiana, aunque vive en Madrid desde hace años. Quería dedicar parte de su tiempo a un voluntariado significativo y encontró la iniciativa a través de Instagram. «Me descargué la aplicación, pasé un proceso de formación y un test psicológico, y me dieron varias opciones de residencias cercanas a mi casa. Así conocí a Puri», explica. Desde junio se ven una vez a la semana. Para Carmen, cada encuentro es una lección de vida: «Es una manera de ser empática. Todos vamos a llegar a esa etapa y escucharlas nos ayuda a valorar las pequeñas cosas. Ellas vivieron épocas difíciles, con más sacrificios. Comparar eso con lo que tenemos hoy me hace sentir afortunada». Purificación, por su parte, encuentra en Carmen algo más que compañía. «Nos enseñamos unas a otras», dice. La voluntaria escucha con atención cómo la nonagenaria recuerda su aprendizaje de costura, su trabajo en talleres de la capital y la vida en una España muy distinta a la actual.
La fundación
El engranaje de Adopta Un Abuelo está diseñado para que estas conexiones sean lo más duraderas y enriquecedoras posible. El proceso comienza en la aplicación móvil: los jóvenes interesados se inscriben, pasan por una pequeña formación y rellenan un cuestionario sobre hobbies, disponibilidad y motivaciones. Paralelamente, las residencias colaboradoras proponen a los mayores interesados en recibir visitas. Con esos datos, el equipo de la fundación realiza un emparejamiento basado en afinidades, proximidad geográfica y compatibilidad de horarios. «Buscamos que el voluntariado sea recurrente, que se mantenga en el tiempo y se forme un vínculo estable», subraya su director a LA RAZÓN. Además de las visitas presenciales, existe la opción de voluntariado telefónico para quienes no puedan desplazarse. «La idea es que, al menos una vez a la semana, esa persona mayor reciba un rato de conversación y afecto. Puede ser presencial, por teléfono o incluso a través de programas con colegios y empresas». Pese a su espíritu solidario, Adopta Un Abuelo funciona como una empresa, con departamentos definidos de comunicación; de alianzas; y tecnología. «La única diferencia entre una empresa y una fundación es que la primera reparte dividendos y la segunda no. Pero a nivel interno debemos funcionar igual: con rigor, análisis de datos y profesionalización», explica Alberto.
Lo que comenzó en Madrid se ha expandido ya a nivel internacional. La fundación cuenta con más de un millón de usuarios registrados en 30 países y planea seguir creciendo. «Nuestro objetivo es que cualquier persona, desde cualquier lugar del mundo, pueda conectarse con un mayor de su país o de otro. Queremos que un voluntario de Perú pueda acompañar a un abuelo de Lima, o que un joven de Francia se conecte con una mayor de Lyon». Este crecimiento también plantea retos, como llegar a los propios mayores porque gran parte de ellos no tienen smartphone ni habilidades digitales. de residencias, familiares o cuidadores para facilitar ese acceso.
La soledad no deseada entre personas mayores es uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo. Según datos del INE, en España hay más de dos millones de personas mayores de 65 años que viven solas. Iniciativas como Adopta Un Abuelo se convierten en un antídoto frente a ese aislamiento. Pero no se trata solo de ayudar a los mayores. Cuentan desde la fundación que los propios jóvenes reciben un aprendizaje valioso. Y Carmen lo confirma: «Puri me ha enseñado a vivir el presente, a desconectar del ruido y a centrarme en lo verdaderamente importante». Por su parte, Alberto lo confirma: «Cada conversación con un mayor encierra una moraleja. Siempre hay algo que aprender de quienes han vivido más que nosotros».

Fiesta, música y rock & roll
«Uno de los abuelos que participa es rockero. Sale de fiesta con su voluntaria, va a conciertos y hasta se fue de picnic este verano», cuentan desde la fundación. Cumpleaños celebrados en común, talleres en colegios, paseos, charlas sobre música y tradiciones… la agenda se llena de actividades que demuestran que la vejez puede y debe ser activa. Todo ello financiado por la fundación, con donaciones de empresas o a traes de crowdfunding porque «no queremos depender de subvenciones», aclara el CEO.
Al final, lo que une a Carmen y Purificación, a Alberto y Bernardo, y a los miles de voluntarios y abuelos de esta red no es más que la compañía.
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