Historia

Lamarca: visionarios del carruaje y pioneros del emprendimiento en Madrid

Su legado en la fabricación de carruajes y automóviles marcó un antes y un después en la industria española. La familia exige un reconocimiento por su impacto empresarial e histórico

Madrid es una ciudad con una historia empresarial fascinante, y dentro de ella, la familia Lamarca ocupa un lugar especial. Desde el siglo XIX, estos artesanos y empresarios revolucionaron la industria del carruaje de lujo en España, consiguiendo reconocimiento a nivel nacional e internacional. Hoy en día, su legado sigue vivo en los Palacios Reales y en una placa conmemorativa que el Ayuntamiento de Madrid ha colocado en honor a su labor. Además, su familia ha solicitado el título de hijos predilectos de la ciudad, en reconocimiento a su contribución al desarrollo económico y social de la capital.

Pero para conocer la historia de los Lamarca debemos remontarnos dos siglos atrás. Tomás Lamarca y Fernández (1822-1890), un joven madrileño que aprendió el oficio de constructor de carruajes con el maestro Julián González. En 1833, con solo 11 años, tuvo la oportunidad de trabajar en la construcción del Coche de Corona Real n.º 1, una de las joyas de la colección de Patrimonio Nacional. Con los años, se convirtió en un maestro del sector y, en 1848, la Reina Isabel II lo nombró oficial de coches de las Reales Caballerizas. En 1851, Tomás decidió emprender su propio negocio. Fundó su taller en la calle Barquillo, 43 (hoy Fernando VI), donde inició la fabricación de carruajes de lujo con una visión innovadora. En una época en la que la producción era artesanal, Lamarca implementó procesos industriales que permitieron mejorar la calidad y eficiencia de sus creaciones. Esto le permitió competir con los fabricantes franceses, que hasta entonces dominaban el mercado.

Libro sobre el edificio Lamarca. David Jar
Libro sobre el edificio Lamarca. David JarDavid JarFotógrafos

A lo largo de las décadas, Tomás fue perfeccionando su técnica y ampliando su negocio. En 1875, Alfonso XII le concedió el título de Maestro de Coches de la Casa Real, consolidando su prestigio en el sector. Con el tiempo, incorporó a sus sobrinos Francisco (1852-1920) y Joaquín Lamarca Martín (1856-1927) al negocio, formando la empresa «F. y J. Lamarca Hnos.» tras su fallecimiento en 1890. Francisco y Joaquín supieron adaptar la empresa a los cambios del mercado y lograron numerosos reconocimientos. En la Exposición Universal de Barcelona de 1888, obtuvieron la medalla de oro por la calidad de sus carruajes, y en la Exposición de Madrid de 1896 y la de París de 1900, se alzaron con varios premios, incluyendo tres medallas de oro. Sus carruajes eran considerados los mejores de Europa, compitiendo con los de los fabricantes franceses más prestigiosos.

La transición al automóvil

Con el inicio del siglo XX, la llegada del automóvil supuso un desafío para la industria de carruajes. Sin embargo, la familia Lamarca supo reinventarse. Se convirtieron en carroceros de automóviles de lujo, trabajando con marcas como Peugeot y Panhard. En 1907, construyeron una lujosa limusina para el Marqués de Esquilache y en 1916 carrozaron el Marmon en el que sería asesinado el presidente de España, Eduardo Dato, en la Plaza de la Independencia de Madrid. Durante estos años, también se encargaron de restaurar el Coche de Corona Real n.º 1 tras el atentado sufrido por Alfonso XIII y Victoria Eugenia el día de su boda, el 6 de mayo de 1906. Su experiencia y calidad en la restauración fueron fundamentales para mantener el esplendor de las carrozas reales. Tras la muerte de Francisco en 1920 y de Joaquín en 1927, la empresa comenzó a reducir su actividad. El auge del automóvil desplazó a los carruajes y, aunque continuaron con la restauración y mantenimiento de coches de lujo, la producción fue disminuyendo. A pesar de ello, su legado perdura en los Palacios Reales de Madrid, Aranjuez y Riofrío, donde aún se conservan varios de sus carruajes. En 2005, el libro «Historia del carruaje en España» destacó la importancia de los Lamarca en la evolución de la industria, recordando su contribución al desarrollo empresarial y artesanal de Madrid. Gracias a la investigación de sus descendientes, su historia ha sido recuperada y puesta en valor.

Reconocimiento y homenaje

El Ayuntamiento de Madrid ha reconocido la labor de los Lamarca con la instalación de una placa conmemorativa en el edificio de la calle Fernando VI, donde operó su taller durante décadas. Este edificio, reformado en 1902 y protegido por el PGOU desde 1997, es un testimonio del esplendor de la empresa y su contribución a la historia de la ciudad. Además, la familia Lamarca ha solicitado al Gobierno de la Comunidad de Madrid que se conceda a Tomás, Francisco y Joaquín Lamarca el título de hijos predilectos de la ciudad. Esta distinción serviría para reconocer su papel en la modernización de la industria madrileña y su impacto en la historia del transporte y el emprendimiento en España.

La historia de los Lamarca es la de unos visionarios que supieron adaptarse a los cambios y apostar por la calidad y la innovación. Su capacidad para competir con los grandes fabricantes europeos, su papel en la modernización del sector y su contribución al desarrollo de Madrid los convierten en un referente del emprendimiento español.

Hoy, su legado sigue vivo en las calles de Madrid y en la memoria de su familia, que continúa trabajando para que su historia sea recordada. La instalación de la placa conmemorativa y la solicitud del título de hijos predilectos son pasos fundamentales para reivindicar su importancia y asegurar que las futuras generaciones conozcan el impacto de estos grandes empresarios madrileños. Los Lamarca no solo construyeron carruajes, sino que ayudaron a construir la historia de Madrid. Su espíritu innovador y su dedicación siguen siendo un ejemplo de cómo el emprendimiento y la visión pueden transformar una ciudad y dejar una huella imborrable en su historia.

El edificio en la actualidad

En la actualidad, el edificio Lamarca es un centro neurálgico para el desarrollo de negocios, el coworking y el bienestar. Se ha transformado en un espacio moderno que acoge a profesionales, emprendedores y empresas de diferentes sectores, brindando un entorno ideal para la creatividad y la productividad. Su diseño mantiene elementos arquitectónicos originales combinados con una estética contemporánea, lo que le confiere un aire vanguardista sin perder su esencia histórica.

Uno de los principales atractivos del edificio Lamarca es su enfoque en la comunidad y el networking. Empresas emergentes, freelancers y creativos encuentran en este lugar un ecosistema donde pueden colaborar, compartir ideas y desarrollar proyectos en un ambiente inspirador. Además, se han integrado espacios dedicados al bienestar, con gimnasios y áreas de relajación, ofreciendo un equilibrio entre el trabajo y la calidad de vida.

Además de ser un centro de negocios, el edificio también alberga eventos culturales, exposiciones y conferencias que buscan fomentar el intercambio de conocimientos y el crecimiento profesional. La historia de los Hermanos Lamarca sigue viva en cada rincón del edificio, recordando a quienes lo visitan la importancia del esfuerzo, la innovación y el espíritu emprendedor. La transformación del edificio Lamarca en un centro de coworking y emprendimiento es un fiel reflejo del legado de sus fundadores. Lo que una vez fue un taller de carruajes pionero en España ahora se ha convertido en un punto de encuentro para las mentes más innovadoras de Madrid, demostrando que la esencia del emprendimiento sigue latiendo en sus muros.