Comercios Centenarios
Mantequería Andrés: el ultramarinos más longevo
Andrés y José Luis de las Heras regentan esta tienda, que, con el paso de los años, sigue destacando por la calidad de sus productos
A prácticamente todos los clientes que entran en Mantequería Andrés (calle de los Olmos, 3) se les conoce por el nombre. Y eso que llegan de distintos puntos de Madrid para buscar, entre los innumerables productos que abarrotan las paredes de este pequeño comercio, esa conserva especial o, ahora, en plena época de turrones, ese mantecado que bien merece la pena el viaje. Allí nos recibe Andrés de las Heras, propietario de la que hoy es la tienda de ultramarinos más antigua de España, con más de 150 años de antigüedad. Fundada en 1870, se ha especializado en productos artesanos, con una calidad que no deja indiferente a quien la prueba. «A ver qué tal han venido este año los bombones de licor», le dice uno de los clientes a Andrés mientras nos atiende. Sin pensárselo dos veces, éste le ofrece uno a él y a todos los presentes. No hay mejor publicidad que la honestidad, y eso Andrés lo sabe bien.
Mantequería Andrés –que, en el momento de su fundación se llamaba Casa Pérez– fue adquirida por el padre de su actual propietario, el cual había llegado a Madrid desde Cuenca con tan solo 13 años para trabajar como dependiente. Después del fallecimiento del propietario, Andrés compró el negocio y le puso su nombre a la tienda, transformándola en un lugar donde encontrar productos de altísima calidad. De él pasaría a sus hijos, Andrés y José Luis, quienes siempre han mantenido esta genuina identidad aunque con alguna que otra adaptación al siglo XXI, como es su tienda online.
«Hemos pasado aquí toda nuestra vida, desde la infancia, así que también tenemos buena relación con los clientes, porque a muchos les conocemos desde hace años», asegura el propietario. Pero si de algo se sienten orgullosos es de su producto. «Tenemos legumbres, conservas de pescado y vegetales, quesos y mucho dulce», explica. De hecho, parece que esto último es casi su punto fuerte. «Traemos dulce de todos los puntos de España. Tenemos ensaimadas de Mallorca, piononos de Granada, tejas del Puerto de Santamaría, moscovitas de Oviedo, madalenas de aceite de oliva de Badajoz...». Y todo fresco. «Por ejemplo, las palmeras de Morata de Tajuña llegan todos los viernes, y los clientes lo saben y vienen, claro. Se vende mucha palmera por ahí, pero no son de Morata. Las de Morata son especiales, son deliciosas».
«El negocio se mantiene bien porque hay que saber mantener la máxima calidad. Ese es el secreto», asegura. «Cuando comes unos mejillones en escabeche o unas sardinillas de una conserva normal, pueden estar buenas. Pero cuando pruebas unas que están excelentes se nota la diferencia en seguida. Con las legumbres pasa lo mismo. Y hay mucho público al que le gusta comer bien». «Aunque hay mucho más público que va a cadenas de supermercado, hay también gente que valora mucho la calidad y que le atiendan, ser atendidos, que sepamos lo que vienen buscando...», subraya. Ahora, a las puertas de la Navidad, les espera una «buena temporada de trabajo». «Traemos polvorón de Estepa artesano, mantecados Felipe II de Álava...», señala. Y, además, algo tan sorprendente como el panettone alicantino. «Al principio la gente venía buscando el italiano, pero los de Alicante han sabido hacerlo muy bien y a día de hoy es exquisito». Asimismo, subraya que al público «le gusta mucho el hecho de poder llevarse las cosas a granel, no tener que comprar una caja completa con más de lo que necesitas o con cosas que no te gustan tanto. Aquí es todo a granel, así que puedes elegir siempre lo que te gusta y no destinar dinero a cosas que no».
Además, hay que trabajar. Y tener ganas de hacerlo. «Tener una tienda es muy esclavo. Empiezas por la mañana temprano y acabas por la noche tardísimo», apunta.«Pero, si te gusta, lo vives con pasión. Pero este puede ser el motivo por el que muchos establecimentos de nuestro gremio han cerrado». Lo que espera es que la tienda pueda seguir en manos de la familia. «Sigue siendo un negocio familiar, y vamos a ver si aguantamos otros 153 años», dice Andrés, divertido.
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