
Historia
El olvidado Reino de Belmonte: el barrio que se independizó de Madrid
Alfonso Mateo-Sagasta publica «El Reino de Belmonte», una novela sobre esta zona de la Comunidad que decidió declararse independiente en 1990 como protesta ante un expediente de expropiación del Ayuntamiento

No queda casi nada del barrio de Cerro Belmonte: si acaso algunas casitas, algo en la hemeroteca, poco en el imaginario colectivo. Ni siquiera en el mapa: no existe en el callejero de Madrid. «El nombre se ha borrado. Nada recuerda aquel espacio», dice por teléfono Alfonso Mateo-Sagasta (Madrid, 1960). La zona en la que estaba es hoy lo que se encuentra partido por Sinesio Delgado, entre Peña Grande, Peña Chica, la calle Villaamil –que se conoce como Valdezarza. En el verano de 1990 este barrio se vio afectado por un programa de expropiación del Ayuntamiento de Madrid. Los vecinos se juntaron para protestar la decisión e hicieron de todo: llegaron hasta a declararse independientes. Con eso, consiguieron detener la aprobación del expediente. Mateo-Sagasta, escritor madrileño, ha novelado la historia de los belmonteños que un día se separaron de la región en «El Reino de Belmonte» (Reino de Cordelia, 2025).
Cerro Belmonte fue un barrio que se creó en los años sesenta por el aluvión de la inmigración nacional proveniente del campo: extremeños, andaluces, manchegos. «Se había creado un cinturón de barrios de infraviviendas y de chabolas en Madrid», explica Mateo-Sagasta. «En los años ochenta empieza la campaña de limpiar todo ese perímetro y urbanizarlo, y en los noventa le toca a Cerro Belmonte». Este barrio era de infraviviendas (las que se hacían por la noche), no de chabolas, dice el escritor. «La policía, en la mayoría de los casos, se hacían los locos: porque el Ayuntamiento de Madrid era incapaz de afrontar el problema de vivienda que se le planteaba por la acumulación de gente».
La llegada de los programas de expropiación de viviendas afectó de manera distinta a este barrio madrileño. «En general todos los procesos siempre son muy parecidos. El Ayuntamiento actúa como una apisonadora: expropia, reurbaniza, realoja o la indemniza. Todas las protestas vecinales acababan igual: el Ayuntamiento se imponía». Pero Cerro Belmonte fue una «excepción»: «Los vecinos se organizan de otra manera, las protestas van por otro lado. Se van relacionando con lo que pasa en el momento».
Y es que el contexto de la época, años 90 del siglo pasado, momento de Los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla, y otros eventos importantes en la agenda —cómo la invasión de Kuwait, el crimen de Puerto Huraco— contribuyeron a su olvido. Los vecinos luchaban por aparecer en la prensa y utilizaron la actualidad para ser escuchados. «Era la época de las crisis de las embajadas en Cuba. Era una sociedad que encaraba el final de la Transición. No había redes sociales ni internet. A esta gente se le ocurre aprovechar el momento para salir en la prensa», cuenta Mateo-Sagasta. «¿Qué hacemos? Piden asilo político a Fidel Castro. A Fidel le encanta la idea. Decide que les ayuda: estos son los españoles de verdad, los hermanos españoles. Lo mete en el discurso del aniversario del asalto al Cuartel Moncada y le dedica 40 minutos a Cerro Belmonte», relata el escritor. Eso fue parte de la lucha por ser reconocidos y por negociar la eliminación del expediente de expropiación: «negociar una salida digna porque el Ayuntamiento les estaban ofreciendo un robo a mano armada: 5.017 pesetas por metro cuadrado, cuando a cien metros valía 200.000».
Una lucha y un tiempo después, convocan un referéndum —votaron 212 a favor y 2 en contra— y se declaran independientes. Ahí nace el Reino de Belmonte. «Primero escribieron a la ONU para declararse pueblo oprimido, que son una nación, reclaman a la Comunidad de Madrid que retire una de las estrellas de la banda. Emiten su propia moneda. Escriben al papa (Juan Pablo II, en ese momento)», comenta el escritor.
La historia está narrada en el libro de Mateo-Sagasta, que decidió novelarlo y por ello no tener contacto con ninguno de los protagonistas. «Quería tener libertad absoluta», dice el escritor, que también inventó un idioma «belmonteño». Intercala el relato con recortes de noticias que salieron en los periódicos de la época, aunque ha eliminado todos los nombres reales.
Dejaron de ser independientes porque el Ayuntamiento retiró el expediente de expropiación. «Tiene su gracia: la independencia de Cataluña duró 15 segundos, la de Cerro Belmonte duró una semana», dice entre risas Mateo-Sagasta. «Ganaron. Y consiguieron que cada casa negociara privadamente con las constructoras»
Hoy en el lugar conviven casas bajas, con casas de 2 y 3 plantas. «Hay de todo ahora mismo. Pero cuando repasas la hemeroteca… No acabaron bien, sino a tiros entre ellos, sobre todo con la abogada que había llevado esto», relata Mateo-Sagasta, que dice que no hubo un final feliz. «Cada uno tiró por su cuenta. Ahora el barrio es irregular. Se rompió lo que era la asociación vecinal de Cerro Belmonte».
Una librería antes de ser escritor
Mateo-Sagasta estudió Geografía e Historia en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), y se especializó en Historia Antigua y Medieval. Antes de ponerse a escribir, montó la librería «Tipo», especializada en arqueología y antropología, la cual duró 11 años. Empezó a escribir «muy tarde», con 38, 39 años. Y desde entonces, no ha parado. Lleva 9 novelas y 5 ensayos. Su penúltimo libro fue «Un paseo por el Madrid de Cervantes» (Reino de Cordelia, 2024), una pequeña guía turística de Madrid que recorre todos los lugares que tuvieron que ver con Miguel de Cervantes. «Tiene un mapita desplegable con todo el itinerario. Es un paseo que dura una hora y media. Bueno: dos horas si te tomas una cerveza en la Plaza Santa Ana».
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