Memoria de Madrid
El quiosco de música de Pintor Rosales que estorbaba al tráfico
La obra del arquitecto Luis Bellido, autor de entre otras construcciones el complejo de Matadero, no resistió el desarrollo de la gran urbe y cayó bajo la piqueta en 1951
Madrid ya no es ciudad para quioscos. Para muchos son como dinosaurios musicales en un tiempo de Spotify y descargas, de disfrute íntimo de Euterpe en las redes sociales. Si acaso esa música gregaria se compartiría en macroconciertos al aire libre... pero ya no en grupos de cien o doscientas personas alrededor de una de esas estructuras, de piedra y hierro, que suerte tienen de sobrevivir a estos tiempos de Instagram y prisas si están en un parque. Aisladas. Protegidas por los árboles.
Algo que no le sucedió a nuestro protagonista, pues el quiosco del Paseo Pintor Rosales estaba “expuesto”. Exactamente en la confluencia de la Avenida del Marqués de Urquijo con el Paseo de Rosales. Esa fue su desdicha.
El más bello templete de música que ha tenido Madrid fue inaugurado por todo lo alto el 15 de mayo de 1923, festividad de San Isidro, con un concierto de música popular española, ofrecido por la Banda Sinfónica Municipal de Madrid. A partir de un planteamiento neorrococó, que recogía las corrientes modernistas de la época, impactaba la potencia de su imagen, con una gran cubierta soportada por dieciséis finas columnas de hierro, pareadas en ocho grupos.
La espectacular estructura fue realizada por el genial arquitecto Luis Bellido, autor entre otras obras del Mercado de Ganados y Matadero Municipal. Una infraestructura fundamental para el abastecimiento del Madrid de aquella época y clave en la vida cultural del Madrid actual como sede para todo tipo de disciplinas artísticas entre sus muros: Matadero Centro de Creación Contemporánea.
La Banda Municipal estuvo tocando periódicamente en este lugar de Pintor Rosales hasta el estallido de la Guerra Civil. Varios años después del final de la contienda, el templete fue reacondicionado y pudo recuperarse la actividad musical. Algo que se repetía cada domingo.
Sin embargo, su historia alcanzó su fin en el año 1951. Ese fue el año de su demolición. También fue destruida la plaza donde estuvo ubicado, con objeto de que la calzada del Paseo de Rosales quedase enderezada y mejorase la fluidez del tráfico rodado. Se podría decir que estaba en el lugar equivocado, en mala época. El desarrollismo de la ciudad se lo llevó por delante.
Pálido reflejo de lo que fue aquel quiosco de Pintor Rosales lo tenemos -aún hoy en día-, en el parque de El Retiro. Un quisco que es uno de los escasos restos de lo que fue la denominada Zona de Recreo del Parque del Retiro, establecida en este sector en 1905 para suplir la misión que hasta entonces tenían los célebres jardines públicos del Buen Retiro de la Plaza de la Cibeles. Se trataba de una zona cercada y solamente accesible desde la Puerta de Hernani, cuya entrada era de pago, pues estaba arrendada la zona a un particular. En sus primeros años tocaban en el primitivo quiosco bandas militares y la denominada Sociedad de Conciertos dirigida por el maestro Ricardo Villa, lo que explica el nombre de la glorieta donde se ubica.
En 1906 el Ayuntamiento convocó un concurso para una nueva explotación en esta zona de El Retiro, obligando al concesionario a construir un nuevo quiosco de música con capacidad para cien profesores de orquesta, siendo aceptada la solicitud de Augusto Comas, quien presentó un proyecto de reforma de toda la zona firmado por el arquitecto Carlos Le Grand. Un quiosco que tuvo mejor suerte que el de Rosales, protegido como estaba por los árboles de El Retiro...
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