
Opinión
Señora Maroto, hay hartazgo
Cada gesto de ofensa impostada no hará más que confirmarnos que lo que realmente les molesta no es la corrupción… sino que alguien la señale

Si Reyes Maroto tiene hartazgo de que el alcalde de Madrid le recuerde la situación de corrupción esférica en la que está ella, su partido y el Gobierno del que ha formado parte debería preguntarse cómo tiene que ser el hartazgo de los ciudadanos cuando han visto que Cerdán se llevaba mordidas del dos por ciento de los contratos públicos.
Hartazgo de ver cómo se les suben los impuestos y saber cómo Ábalos, Koldo y Cerdán inventaban el código chistorras, soles y lechugas para cobrar en efectivo sobres cuya procedencia no está clara. Hartazgo de ir a trabajar y enterarse de que Ábalos colocaba a sus damas de compañía en empresas públicas sin cualificación, sin funciones atribuidas ni obligación de presentarse a su puesto de trabajo.
Pero lo más grave no es ya la corrupción: es la indiferencia ante ella. La naturalidad con la que se asume que siempre habrá un Cerdán atento a su dos por ciento, un Koldo inventando códigos de supermercado o un Ábalos repartiendo cargos como si fueran favores de taberna. La sensación de que el poder ha decidido instalarse en la impunidad mientras mira por encima del hombro a quienes osamos recordarle sus responsabilidades.
El hecho de que Reyes Maroto manifieste su hartazgo ante la insistencia de Martínez-Almeida sobre su relación con el comisionista Aldama o su posible vinculación en la trama de hidrocarburos, viene a demostrar que no está harta de la corrupción ni del abuso, sino del eco que produce. Harta, en definitiva, de que la realidad no se someta a su narrativa.
Quizá Maroto debería preguntarse qué nivel de hartazgo tendrían los ciudadanos si, además de soportar todo esto, tuvieran que guardar silencio. Si tuvieran que aplaudir mientras sus impuestos financian el cortijo, si tuvieran que sonreír mientras les dicen que nada pasa, que todo es un bulo, que no seamos pesados con lo de las comisiones, las lechugas y las chistorras.
Así que sí, señora Maroto: hay hartazgo. Pero no del que usted habla. Es el hartazgo de un país cansado de que lo tomen por tonto. Un país que, pese a todo, aún espera algo tan simple como que quienes le gobiernan estén a la altura y tengan la decencia de convocar elecciones.
El hartazgo no debe ser con quien denuncia la corrupción, sino con quien la comete. La solución no es hacerse la ofendida y abandonar el Pleno del Ayuntamiento; la solución está en dar explicaciones, asumir responsabilidades y cortar de raíz las prácticas que han convertido a su partido en un mapa de causas judiciales.
La salida no es teatralizar un portazo, sino abrir ventanas. No es escenificar victimismo, sino garantizar transparencia. No es enfadarse con recuerda los hechos, sino enfrentarse a los hechos mismos.
Hasta entonces, cada gesto de ofensa impostada no hará más que confirmarnos que lo que realmente les molesta no es la corrupción… sino que alguien la señale.
✕
Accede a tu cuenta para comentar


