Un tejido solidario con punto de origen en Móstoles

Como cada miércoles, Gema García acude puntual a su cita con la solidaridad. Desde hace nueve años, ha logrado convertir lo que era una afición, tejer ganchillo, en un proyecto solidario. Después de abastecer a toda su familia, amigos y conocidos de todo lo «tejible» que puedan imaginar, esta mostoleña descubrió en las redes sociales que otras ciudades y barrios contaban con sus propios grupos de tejedoras. Así, decidió crear Tejiendo Móstoles. Pero no lo hizo sola, gracias al proyecto «La Manta de la Vida», impulsado por la Asociación de Ayuda al Pueblo Sirio, conoció a las que se convertirían en co-fundadoras de este movimiento solidario, Toñy González y Miriam Milan.

A pesar de que compartían lugar de residencia, fue la misma afición y su implicación por ayudar a los más desfavorecidos lo que las terminó por unir. Desde prácticamente sus inicios, y a raíz de una colaboración con el Museo Centro de Arte Dos de Mayo, este espacio se ha convertido en su lugar de reunión donde ya, cerca de treinta mujeres, coinciden todos los miércoles desde las 11:00 hasta las 13:00. Dos horas que confiesan no ser de gran productividad pero que se han convertido en un momento para ellas. «El verdadero trabajo lo hacemos en casa, pero es una excusa para vernos y compartir. Hacemos de psicólogas, nos desahogamos y nos ayudamos en todo lo que podemos. Es un apoyo saber que podemos contar unas con otras», confiesa García a LA RAZÓN. Son muchas las que por trabajo o disponibilidad no pueden acudir a la cita, pero tejen desde la distancia. Pero siempre con el Museo como punto de referencia, donde recogen los materiales y entregan los trabajos finalizados.

El único requisito que piden es ganas e ilusión por ayudar a los demás. «Invitamos a todo el que quiera, también hombres, a que se unan a nosotras», dice González. Y es que no es necesario saber tejer, aunque sí recomiendan tener unas nociones básicas. «Ha venido gente desde cero e intentamos ayudarles en todo lo posible. También hombres, pero no terminan de engancharse» añade. Como es el caso de Cristina, una joven que participa en las clases que imparten los jueves en el huerto de la terraza del Museo. «Conocí este proyecto a raíz de una de ellas y siempre había querido aprender a tejer. Hoy ha sido mi primer día y me ha encantado. Me han acogido de maravilla y estoy deseando repetir el próximo miércoles», asegura. Sin embargo, dice que lo que más le motivó fue que tuviese un fin solidario.

En estos nueve años son muchas las asociaciones y causas en las que se han visto implicadas. Como Móstoles Sin Fronteras, El Pato Amarillo, Cruz Roja, Granito a Granito, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado o la Fundación Josep Carreras y aportar su granito de arena contra la violencia de género y vicaria, apoyar a las personas y familias en situación de vulnerabilidad o que viven en la calle, la salud mental o las enfermedades raras. Como la Asociación Miastenia de España, un trastorno autoinmunitario que padece Nieves Rodríguez, su delegada en Madrid y tejedora. «Conocerlas supuso una ayuda enorme. Creo que las asociaciones deben colaborar entre sí, aunque parezca que no guardan entre ellas nada en común, porque se crean vínculos muy importantes. Están formadas por personas y es lo importante», explica Rodríguez. Recientemente, han llevado mantas, alfombras y prendas de abrigo a la Cañada de Real y fuera de nuestras fronteras, han enviado prendas de abrigo y mantas a los refugiados por la Guerra de Ucrania y a los afectados tras el terremoto de Turquía.

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Reconocen que estos meses de frío son cuando más trabajo tienen. Vienen de preparar regalos de Reyes Magos y prendas de abrigo para los más necesitados, pero son muchas las asociaciones que se han puesto en contacto con ellas para pedir su ayuda. «Siempre hay alguien que necesita ayuda y nosotras no podemos decir que no a nadie», sostiene Milan. Por eso, lo único que piden a la gente es que les donen ovillos de lana para continuar con su labor. El propio Museo ha habilitado debajo de un tapiz que elaboraron ellas mismas en la pandemia y que se encuentra en la entrada, un cajón dónde poder depositar las madejas donadas. Cada vez más, sienten el reconocimiento y el apoyo del barrio, dónde muchas de sus peñas, como la de Los Independientes, están colaborando con ellas a través de sus propios proyectos. Estos últimos, les acaban de hacer entrega un saco lleno de ovillos, solidaridad, ilusión y de mucho trabajo por delante.