
Religión
Vestidor de Semana Santa: de vocación a profesión
Iván Martín Orgaz ha convertido su pasión por la moda en servicio eclesial debido al auge de las cofradías

Iván mira. Y remira. No le acaba de convencer. Vuelve a subir a la escalera y recoloca el rosario que lleva entre sus manos. «¡Ahora sí!». No sabe ya el tiempo que lleva echado frente a la imagen. Dos o tres horas no se lo quita nadie. Eso, sin contar con los desvelos desde hace semanas que ha dedicado para armar el «outfit» que hoy lucirá la Virgen de la Soledad por las calles de Leganés. Este getafense de 36 años se ha convertido en el vestidor de una de las tallas más veneradas de la Comunidad de Madrid. Junto a ella, una decena de hermandades y cofradías dentro y fuera de la región han contado con él para que sus pasos cumplan con su estación de penitencia con un «look», en términos coloquiales, «como Dios manda». Hoy mismo podrán ver su obra quienes asistan a Nuestra Señora de la Soledad en Villa del Prado y a Nuestra Señora de los Ángeles en Palencia.
«Con 16 años yo ya tenía vírgenes en casa y las vestía. A partir de ahí me fui juntando con amigos de Sevilla que me fueron enseñando y yo mismo aprendí analizando a través de fotos, de vídeos, de visitas a las casas de las hermandades y a los templos», explica Iván Martín Orgaz a LA RAZÓN. Todavía recuerda con emoción la primera hermandad que le hizo un encargo, porque vieron que aquel chaval tenía algo más que ojo y afición. «Fue la Dolorosa de Villamanta. No puedo describir lo que sentí cuando la vi salir de la parroquia. Sabía que algo de mí, lo mejor de mí, procesionaba con Ella por las calles del pueblo».

Lo que comenzó siendo una pasión de un adolescente al que le apasionaba el mundo cofrade y la moda, pasó a ser una vocación y un servicio. Y quién sabe si una profesión, como sucede de Despeñaperros para abajo. «Hoy por hoy no vivo de esto ni mucho menos. Trabajo en marketing digital en una agencia de publicidad. Esto es un extra, pero tampoco lo hago por dinero, sino porque verdaderamente siento que puedo poner un don, una cualidad al servicio de la Iglesia», confiesa.
Y es que, la remuneración de un vestidor puede oscilar entre los 50 y los 350 euros, una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta que un solo estilista puede llegar a estar al frente en Andalucía de hasta treinta imágenes.
Desde finales de marzo, la agenda personal de Iván se reduce a la mínima expresión porque arranca la temporada alta. Y en esta Semana Santa apenas tiene hueco para ver a los suyos. Rasca horas al reloj para moverse de una parroquia a otra. «Es un desafío constante, porque algunas de las hermandades tienen medios y cuentan con un ajuar que ofrece muchas posibilidades, pero en otros casos, soy yo el que aporto prendas de mi colección personal. Siempre intento que tengan un toque propio», comparte. Por ejemplo, este Martes Santo cedió un tul de ojillo de oro del siglo XIX para María Santísima de la Esperanza en su Soledad en su peregrinar por las calles de Toledo.

Detalles visibles
Como sucede en las pasarelas, también hay tendencias. Aunque aparentemente puedan resultar imperceptibles para el público en general, el «capillita pro» detecta cualquier elemento innovador, lo mismo en las propias flores del trono, como en la pasamanería o en el velo. «¡Claro que hay modas!», expone el especialista que apunta cómo hasta ahora era Sevilla quien marcaba el paso para el resto de España. Y añade: «Sin embargo, eso está cambiando, porque hay otros ‘‘centros de gravedad’’. Por ejemplo, ahora se lleva mucho el historicismo, esto es, que cada hermandad y cofradía eche mano de sus archivos, sean gráficos o escritos, para intentar recuperar como lucía originalmente o en algunos momentos especiales». En este sentido, la referencia para este Triduo Pascual es el luto castellano de la época de los Austrias. Para el investigador, «ahora se innova recreando lo antiguo, las raíces, y añadiendo algunos elementos como tablas en las telas y rebajando el volumen».
Pero, sobre todo, si algo ha percibido en estos últimos años es la apuesta por mejorar su patrimonio. «Las hermandades y cofradías están invirtiendo en que se puedan confeccionar piezas que verdaderamente tengan valor porque son únicas y artesanales, sea en los bordados o en los encajes». Lejos de considerarlo como postureo o tacharlo de un dispendio económico desmedido, Martín Orgaz remarca que este cuidado por la vestimenta de los titulares «es reflejo de la esencia de la piedad popular, de cómo el pueblo a través de un manto o de una túnica quiere regalar a la Virgen o a Cristo lo mejor que tienen, lo mismo que harían por su madre o por la persona a la que más quieren».
En este sentido, no duda en remitirse al pasaje del Evangelio en el que la pecadora derrama un perfume a los pies de Jesús, a sabiendas de la sencillez y humildad del Maestro de Nazaret, que acepta este reconocimiento de la mujer. «Además, más allá de la vertiente trascendental, esta inversión permite reconocer la labor de determinados artesanos que, de otra manera, se empezaría a perder».
Con este punto de partida, Iván admite que todo esto solo sería posible dentro del auge que está viviendo en todo el país el mundo cofrade. En medio de una sociedad secularizada, en la que las estadísticas apuntan a la baja en el número de creyentes y, especialmente, de quienes asisten a misa, cuando se acerca la Cuaresma, los templos comienzan a llenarse y ven rebajada la edad media gracias a los nazarenos, costaleros y quienes forman parte de las bandas musicales que acompañan al cortejo. «Para mí, las hermandades y cofradías son el mañana de la Iglesia. No sé si verdaderamente somos conscientes del empuje que tienen y de la oportunidad para evangelizar», comenta como un joven comprometido en su localidad natal, en tanto que además es tesorero de la Real e Ilustre Congregación de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Getafe.
[[H2:«La fe es casi imprescindible para esta tarea»]]
►Iván considera que es requisito prácticamente indispensable para cualquier vestidor el hecho de tener fe. «Por supuesto que podrías contratar a un estilista para poder ensalzar una determinada talla, pero le faltaría esa mirada interior que hace que, cuando te coloques frente a ella, no solo veas una escultura». La contemplación de Iván va más allá. Y no solo porque cada vez que piensa en una procesión, lo hace sabiendo que la imagen va a ser vista desde todos los ángulos y que, de alguna manera, «te conviertes en gestor de los sentimientos y la devoción de otros». A la par, admite que «se me hace difícil no ver a la Madre de Dios cuando me pongo delante, lo que me impediría vivirlo como algo repetitivo o de carril». En algunos casos, se siente especialmente interpelado: «Cuando visto al Cristo del Calvario de Pinto me impone sobremanera». Con este precedente, resulta inevitable provocarle al ponerle sobre la mesa el reto de vestir a La Macarena o a La Esperanza de Triana. Reacciona de inmediato: «No es mi meta. Mi sueño es que haya hermandades humildes que confíen en mí para que, juntos, mostremos su espiritualidad».
✕
Accede a tu cuenta para comentar