Sección patrocinada por
Medio Ambiente
Madrid extrae «oro» de sus aguas residuales
El reciclaje de este líquido es clave para evitar el agotamiento de los recursos naturales. Fertilizantes ecológicos, energía limpia o biocombustible para vehículos son algunos de los subproductos que Canal de Isabel II obtiene a través del tratamiento de las aguas de la capital en sus instalaciones
Abrir el grifo y cerrarlo, tirar de la cadena, poner el lavavajillas... el recorrido de este líquido parece «corto», pero la vida del agua madrileña no termina con su uso primario en las viviendas de sus ciudadanos. Todo lo contrario: continúa su ciclo gracias a la labor que realiza Canal de Isabel II, la empresa pública que gestiona este recurso en la Comunidad de Madrid y que ha declarado la guerra al concepto de agua de «usar y tirar».
Hace un tiempo que, para esta compañía, las aguas residuales ya no son el estado final del recurso, sino una etapa intermedia. Lo que desaparece por los sumideros de los hogares, industrias y alcantarillas, ahora tiene más vidas. Puede reutilizarse y reciclarse pero, además, a partir de la carga contaminante que arrastra y los residuos que recibe, puede crearse, incluso, nuevas materias primas, productos reciclados y formas de energía.
Son las posibilidades que resultan del tratamiento de las aguas en las estaciones depuradoras de la región. Las instalaciones tradicionales se han convertido en «biofactorías» de las que –además de agua regenerada y energía eléctrica o calorífica renovable–, la empresa pública consigue extraer fertilizantes ecológicos, compost, combustibles y carburantes más verdes.
«La actividad de Canal de Isabel II no puede entenderse sin apostar por la economía circular y por el medio ambiente: son intrínsecos a nosotros», explica Miguel Ángel Gálvez, subdirector de Depuración y Medioambiente de Canal de Isabel II. «El residuo líquido de una depuradora no es para nada un obstáculo, sino una oportunidad para cuidar el medio ambiente al tiempo que mejoramos nuestra gestión», asegura. «Todo se basa en la regla de las cuatro R: reducir, reutilizar, reciclar y recuperar», afirma Gálvez. Esta se hace posible gracias a distintas tecnologías introducidas en las 157 depuradoras de las que dispone la región, que permiten aprovechar y dar nuevos usos a los residuos que transporta el agua sucia.
Algunos de ellos son tan preciados como la estruvita, que ha convertido a Madrid en el principal productor de este fertilizante considerado como el «oro blanco» de los residuos. Pero, ¿por qué es tan valioso este material? Por su alto contenido en fósforo, elemento indispensable para la vida, no renovable e insustituible (ni siquiera de forma sintética). Las funciones que ejerce este nutriente no pueden ser realizadas por ningún otro y se requiere su uso para que las plantas crezcan de forma óptima.
«Nosotros apostamos por una democratización del fósforo en la Unión Europea, para dejar de depender de terceros países», señala Gálvez. En su opinión, «no tiene sentido que importemos este recurso cuando las aguas residuales están llenas de fósforo». Concretamente, en la mayor planta de producción de estruvita del país, la depuradora Sur (entre Madrid y Getafe), se pueden llegar a producir dos toneladas diarias de este fertilizante. «Su tratamiento abre la puerta a la economía circular: convirtiendo en fertilizante, podríamos evitar hasta el 30% de las importaciones».
Los lodos deshidratados obtenidos de los digestores también pueden aplicarse a los suelos agrícolas y beneficiar las cosechas. Para obtenerlos, es necesario que las aguas residuales que cada día se generan en los municipios madrileños sean conducidas hasta las plantas de tratamiento, a través de 15.000 kilómetros de redes de alcantarillado.
Canal de Isabel II obtiene, asimismo, una energía renovable muy versátil: el biogás procedente de los fangos de las depuradoras. «Se trata de una gran oportunidad, un residuo ganadero que, bien tratado y almacenado, puede ser parte de la solución», asegura el subdirector de Depuración y Medioambiente. La empresa madrileña extrajo más de 54 millones de metros cúbicos de biogás en 2019, con el cual se produjo casi 100 millones de kilovatios por hora. Esta cifra equivale a alimentar eléctricamente a una población de más de 75.000 habitantes, como la ciudad de Toledo o Guadalajara.
El biogás, sometido a un proceso de enriquecimiento, puede usarse como combustible para automóviles. Canal de Isabel II trata de valorarlo como fuente de energía vehicular en tres de las instalaciones de depuración que gestiona (Viveros de la Villa, La Gavia y Butarque), donde ha ubicado «gasineras». Todas ellas permitirán proveer de biometano, un combustible de emisiones neutras, a más de una veintena de vehículos diarios. «Hemos dado más de 40 vueltas al mundo con lo repostado», apunta Gálvez, pero no se para aquí: «Este año 2020 queremos dar el salto y comercializarlo».
Todas estas acciones relacionadas con la economía circular –producción de energía, combustibles vehiculares, aplicación de lodos a la agricultura, producción de estruvita y agua regenerada– convierten a las instalaciones de gestión del agua residual en auténticas biofactorías. En este tipo de instalaciones no solo se consigue reducir el impacto ambiental de sus actividades, sino, también, fomentar el ahorro energético, económico y de los recursos naturales.
✕
Accede a tu cuenta para comentar