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Medio Ambiente

La era de los fenómenos extremos

Vuelve el frío intenso y, si bien es cierto que un episodio aislado no indica nada, muchos estudios que analizan las series históricas confirman que cada vez son y serán más frecuentes estos cambios repentinos y extremos en el clima

El IPCC habla desde hace 20 años de puntos de inflexión climática. Algunos como las emisiones ya se han superado JEAN-CHRISTOPHE BOTT

Desde hace días, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) viene alertando de la llegada a la Península de una borrasca de origen Ártico que provocará un descenso de las temperaturas y incluso la posibilidad de nevadas en cotas bajas. No es demasiado común pasar el día de San José bajo la nieve, pero un episodio aislado no hace cambio climático. Es decir, «hay que diferenciar entre tiempo y clima. El tiempo es como el humor que fluctúa de un día a otro y el clima como la personalidad, construido de forma robusta a lo largo de años. Lo que ha pasado en este inicio de año no podemos saber si está directamente vinculado o no con el calentamiento global, pero lo que sí sabemos es que fenómenos meteorológicos puntuales como olas de frío y nevadas nevadas no son incompatibles con el calentamiento global y que los extremos tenderán a agudizarse en un futuro», dice Mar Gómez, responsable del área de Meteorología de eltiempo.es.

Javier Martín-Vide, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona, hay que desmitificar un poco cuando hay eventos como estos. «No todo es cambio climático. No lo es que llegue una ola de frío, por ejemplo, ya que un solo evento no indica nada, siempre ha habido primaveras revueltas, inviernos fríos y veranos muy calurosos. Ahora bien, analizando series más largas empezamos a ver que los extremos son ahora más frecuentes. Entonces sí se habla de cambio climático».

De la frecuencia de los fenómenos extremos ya hablaba la Organización Meteorológica Mundial a finales de 2019. La OMM, por un lado, reconocía que el ascenso de la temperatura media ya era de más de un grado respecto a la época preindustrial (en el Ártico ha subido hasta 3º) y, por otro, que la mayoría de los riesgos naturales (que afectaron a 62 millones de personas ese año) estaban asociados con fenómenos extremos. Entre Europa, Japón y Estados Unidos se produjeron más de 1.600 muertes solo debido a las olas de calor.

Devastadores incendios, huracanes con más energía y más cerca de la costa europea… los eventos extremos se multipliLas can. «La atmósfera está más caliente y es más inestable, lo que provoca cambios bruscos cada vez más frecuentes. Por eso hay que estar preparados e implementar medidas de adaptación en los servicios sanitarios o en los ayuntamientos para dar respuesta a situaciones extremas. Eso no quita para que se siga apostando por la mitigación o lo que es lo mismo la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero», explica Martin-Vide.

De hecho, el estudio «Counting the Cost: A Year of Climate Breakdown» realizado por una ONG inglesa a finales de 2020 analizaba los 15 eventos climáticos extremos más dañinos, y costosos, del año pasado. «Aunque la mayoría de los eventos más costosos se produjeron en Asia, solo dos ciclones extratropicales en Europa provocaron un coste de casi 6.000 millones de dólares». Otra de sus conclusiones es que los EE.UU. tuvieron los costes más altos debido a la temporada de huracanes e incendios que batieron récords. «El año 2020 marcó record en el número de huracanes en el Atlánico. Con unas 400 muertes, supuso unos coste de 41 mil millones de dólares en daños. Por otro lado, los incendios forestales sin precedentes destruyeron el 20% de los bosques de Australia y mataron a decenas de millones de animales salvajes a fines de 2019 y principios de 2020», recuerda The Guardian.

A pequeña escala, sólo hay que pararse a recordar las inundaciones en España en la localidad de Orihuela hace año y medio (cayeron 600 litros por m2 en dos días) o la borrasca Gloria en 2020, que fue el tercer temporal histórico en el cuenca del Levante en solo nueve meses, según explicaba la Agencia Estatal de Meteorología.

Este año, Filomena ha batido récord de precipitaciones en forma de nieve en todo el centro peninsular.

LO EXTREMO, MÁS COTIDIANO

Javier Martin-Vide explica que «en ciencia tenemos la convicción de que estamos viviendo en condiciones climáticas diferentes a las de hace 40 años. Somos 7.500 millones de personas en el mundo, en un planeta limitado, consumiendo recursos y generando residuos. Ya no hay duda de que estamos viviendo un clima más cálido y que, al mismo tiempo, nuestro impacto en el planeta, que es un sistema complejo, complejo, empieza a vibrar para volver a encontrar el equilibrio. Todo apunta a que están aumentando los extremos climáticos, con más olas de calor y sequía en España. En el caso de las olas de calor hay que tener en cuenta la implicación en la salud de las personas. Cada vez hay más noches tropicales por el efecto isla de calor que se da en los centros urbanos e incluso noches tórridas en las que la temperatura no baja de 25 grados. Esto provoca un peor descanso y que las personas mayor eso con enfermedades crónicas se debiliten y aumenta la mortalidad y la morbilidad».

En este sentido, «sabemos que las masas de aire son 1,3º C más cálidas en España que en los años 80 y que ha aumentado la frecuencia de tránsito de las masas de aire muy cálidas o extremadamente cálidas, así como la expansión de la presencia de estas masas de aire en los meses de junio y septiembre e incluso en mayo en nuestro país. En España, el número de días al año en los que se superan los umbrales de temperatura de ola de calor es ahora el doble que a mediados de los años 80. Por ejemplo, en el mes de junio las olas calor son 10 veces más frecuentes que en los años 80 y 90. Las noches tropicales y tórridas también se han visto en aumento en frecuencia, multiplicándose por 10 desde 1984 en las 10 capitales españolas más pobladas», confirma Gómez.

El sistema climático tiene mucha inercia. También está interconectado (si el mar se calienta alimenta la inestabilidad atmosférica). Eso significa que aunque dejáramos de emitir ahora mismo, seguiremos notando durante décadas el aumento de las temperaturas y la frecuencia de los eventos extremos. «Las temperaturas seguirán subiendo con seguridad las próximas décadas. Otra cosa serán las lluvias, sobre las que no se tiene tanta certeza. En la Península, la tendencia será a que llueva menos y a nivel global depende, porque en el centro y norte de Europa ya está aumentando», concluye el catedrático. Sin ir más lejos ya esta primavera se espera que sea más calurosa y la probabilidad del 50% podría ser algo más seca de lo normal en la mitad del país.

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