Opinión
Joan Boscà
Joan Boscà o Juan Boscán, fue un reconocido poeta catalán, nacido en Barcelona en 1487 y fallecido en la catalana «Perpinyà» en 1542, ciudad que perteneció al reino de España hasta la firma de la Paz de los Pirineos en 1659 entre los reyes de Francia y España y que certificó la cesión de Perpiñán, junto con el resto de territorios catalanes que formarían la provincia del Rosellón, a la corona francesa, tras la rebelión catalana de 1640. Boscà creció en el seno de una familia de letrados y mercaderes, sirvió en las cortes de Fernando el Católico y Carlos I desde 1514, y fue preceptor de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, futuro Gran Duque de Alba. En 1539 abandonó la corte y se estableció en Barcelona, y ese mismo año contrajo matrimonio con Ana Girón de Rebolledo; dama valenciana que tuvo un papel esencial en la publicación del legado literario de su esposo. El matrimonio Boscà y Girón convirtió su casa en el centro de la tertulia literaria más celebrada de las últimas centurias, centrada en hacer visible y fructífero el intercambio cultural entre la cultura castellana y catalana que de forma natural y pacífica han coexistido desde siempre en Catalunya y que se resume con la presencia habitual en las tertulias del literato y militar catalán Jeroni Agustí i Albanell, que fue «batlle general de Catalunya» y la del poeta granadino Diego Hurtado de Mendoza. En la lírica de Boscà se encuentran unidas las más puras imágenes petrarquistas junto al enfoque de Ausiàs March, autor al que impulsó en las primeras ediciones barcelonesas en catalán de 1543 de las obras de March, con lo que sentó también las bases de la influencia del poeta valenciano en la lírica castellana, consiguiendo que a mediados del siglo XVI hubiese lectores castellanos y catalanes de los poemas originales de March. Boscà representa a la perfección el sentimiento de pertenencia a la catalanidad como expresión de su indiscutible hispanidad. De la misma forma que Joan Boscà asumió con naturalidad que ser catalán no es algo opuesto a ser español, sino precisamente una de las maneras en que cada uno puede manifestar su condición de español y europeo, la mayoría de catalanes asume con naturalidad lo que es una evidencia. Todas estas evidencias son, sin embargo, cuestionadas en Cataluña y es preciso reconocer, sin embargo, que éste es un mensaje y una idea que no han sido cultivados lo suficiente, ni en Cataluña ni en el resto de España. Es nuestro deber ahora construir un nuevo relato de España en Catalunya, y disminuir la influencia del discurso nacionalista en la opinión pública de las regiones en las que está presente, especialmente en el caso de Cataluña, tratando de lograr un mayor conocimiento y mejor comprensión de la realidad catalana en España y en Europa.
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