Opinión

La fiebre naranja

¿Es el enemigo?... que se ponga. Así podría iniciarse la conversación que tienen pendiente Rajoy y Rivera sobre el alcance de los navajazos. La cuestión es dejar a salvo los órganos vitales, los que mantienen la actividad del país y que corra la sangre electoral que es la que necesitan los partidos para mantener el pulso. Si llega al río ya se disolverá. Lo importante para todos es que dejen embutidos los Presupuestos Generales para este año y se puedan ir cumpliendo los plazos electorales cuando tocan, las primeras municipales y autonómicas. Las gentes del PP entre las que hay algunas muy dadas al desconcierto repentino con apocalipsis de quita y pon han comenzado a ver fantasmas naranjas que cabalgan sobre las llanuras y las montañas de la España poblada y la vacía. Rivera ha puesto a su partido en lo más alto en Cataluña y ha demostrado que con su cuadrilla es capaz de maravillar también en los casinos de provincias con su toreo de Salón. La formación urbanita es capaz de llegar a todos los rincones y articular números de ilusionismo como hacer desaparecer los tres contratos pactados con el PP para dejarlos en el contrato único. En el Partido Popular el nerviosismo se alivia hablando con periodistas de confianza para que te lo lleven a portadas y así conseguir que el «telele», la «fiebre naranja» se cronifique a la espera de movimientos con epicentro Moncloa. Rajoy ha tomado durante la crisis decisiones en las que el fallo era castigado con muchas pérdidas entre ellas las de soberanía. Mariano Rajoy ha construido cada punto de crecimiento afianzando los cimientos. Ese mismo Rajoy que consiguió la absoluta post Zapatero no puede asomarse al balcón del déficit con todas las reclamaciones que se amontonan a la puerta del despacho.

Todas muy legítimas pero todas son muchas para unos presupuestos a los que están peinando. Que el político en la oposición es el mejor amigo del pensionista lo sabemos. Que en algún momento habrá que aliviar ese 0,25 por ciento del racionamiento de la crisis, también. La cuestión es que si la decisión va a ser un incremento, cada día que se pierde crece el ruido y se agrava la agonía de esos candidatos que ven como en su bolsa tradicional de votos se habla en naranja Rivera.

La equiparación salarial es un ejemplo muy claro. El Gobierno tiene la sartén, el mango y el guiso pero Ciudadanos tiene el aroma y a la tropa sentada en sus comedores.