Opinión

Lazos y lazis

Los enfrentamientos en torno a los lazos amarillos recuerdan la guerra de las banderas que se desarrolló en varios episodios a lo largo de los años 90. En los dos casos se produce una batalla de símbolos para aclarar quién domina el espacio público y, por tanto, quién controla las instituciones y quién da sentido a la realidad.

Hay diferencias, claro está. En lo que está ocurriendo en Cataluña, no hay enfrentamiento de símbolos nacionales y los hechos se desarrollan en la calle. Hay una reivindicación que se quiere informal, por parte de los nacionalistas –los lazis, como los han llamado–, para mantener vivo un proceso que alcanzó su máxima intensidad pronto hará un año, cuando el llamado referéndum del 1-0. Desde entonces, a pesar de las apariencias –y entre ellas están los lazos amarillos– el impulso independentista ha ido decayendo. Se percibe en la opinión pública catalana, en la que disminuye el apoyo a la independencia, y en la división de los nacionalistas.

También a diferencia de los tiempos de la guerra de las banderas, ahora hay una respuesta firme por parte de la opinión, movilizada por su cuenta ante lo que percibe, con razón, como una agresión: no se puede ocupar el espacio público según el capricho propio. Más aún cuando la campaña de los lazos, o de los lazis, ignora las ordenanzas municipales e intenta convertir la policía autonómica en un instrumento político.

Finalmente, la novedad más importante está en Madrid. Más en concreto, en el Gobierno, que depende de los votos de los secesionistas como ningún otro gobierno central hasta ahora. Lo paradójico es que cuando más descoordinadas están las fuerzas independentistas, y cuando más firme es la respuesta cívica a las iniciativas de estas, más incapaz de responder se muestra el Gobierno central. La gran baza de los independentistas es la falta de acuerdo entre los partidos nacionales acerca de la cuestión de Cataluña. Y mientras no llegue ese acuerdo, que depende del PSOE, los independentistas, a pesar de su debilidad, seguirán campando a sus anchas.