Opinión

Miedo a salir de noche

En 1980 Eloy de la Iglesia estrenó «Miedo a salir de noche», película ni buena ni mala sino propia del oportunismo que caracterizó al director. Entre la muerte de Franco y la sanción popular de la Constitución se abrió un período de inseguridad social en el que medraron delincuentes menores excarcelados por bonhomía, la Coordinadora de Presos en Lucha, llegando a que funcionarios de la Brigada Antiatracos planificaran los asaltos a joyerías. Aun así, en aquellos tiempos, en que no sabíamos a dónde íbamos, España no era el Puerto de Arrebatacapas ni los bandoleros cobraban peaje en Despeñaperros a los carruajes que entraban o salían de Andalucía.

La mayor inseguridad la proporcionaba ETA y grupúsculos de otros descerebrados marxistas, maoístas y hasta albaneses de Enver Hoxa. No había aumentado la criminalidad en las calles, pero cundió el temor a ejercer de peatón como se expande la adrenalina fugitiva cuando un gamberro arroja petardos en una procesión. Ya se sabe que hay mentiras, mentiras gordas, gordísimas, y estadísticas, pero no podemos prescindir de ellas aun como indicativo aproximado. Según datos del Congreso Internacional sobre Violencia de Género (ONG feminista), el colmo del asesinato de mujeres en Europa se da en Suecia y Finlandia, modelos educativos y de igualdad intersexual. La misma fuente supone que el 50% de las alemanas de 15 a la ancianidad sufren o padecerán alguna agresión sexual.

España es uno de los países más seguros de Europa para sus habitantes y visitantes y no se da en él ningún feminicidio por más que nos escandalice el asesinato de cada semana. No es verdad que 24 millones de españolas tengan miedo a salir a correr o al dejar de noche su puesto de trabajo o a pasear solas a su albedrío. Una sensacionalista, más que plañidera, programación televisiva, extiende el maligno mensaje subliminal de que una España misógina es el Armageddon de las mujeres siendo el varón intrínsecamente perverso criminalizándose la testosterona. El estigma está en la estirpe de Caín y nunca se ha podido abolir el asesinato de cualquier ser humano. La casuística es mala y debe vislumbrarse «el agente de la condicional», pero España es un país razonablemente seguro para las mujeres.