Opinión

El extraño caso de Zaplana

Cabe suponer que una mayoría de españoles alberga dudas sobre la aplicación, casi discrecional, de la prisión preventiva a ciudadanos poseedores de su presunción de inocencia al carecer de sentencia condenatoria en última instancia. No debería ser así porque los magistrados decretan la preventiva sin fianza en casos criminales que claman al cielo, crean alarma social o propician fuga o destrucción de pruebas, pero nos damos con el contradios de que por una parte se tiene por inconstitucional la Prisión Permanente Revisable mientras presos preventivos inocentes salen de la cárcel con unos cuantos años de penal a sus espaldas. Entre esas brumas emergen los internos, enfermos terminales, que fallecen en prisión, y no por muerte súbita, no existiendo en España la cadena perpetua. Aunque se conozcan los asesinatos por propia mano de Alfonso Capone no se le podría sindicar de homicida ya que solo fue condenado a 11 años en Alcatraz por delito fiscal y pese al rigorismo del sistema penitenciario estadounidense fue liberado a media pena tras serle detectada una sífilis cerebral que le envío sus últimos años a su mansión de Florida. El etarra Bolinaga no era un preventivo; fue condenado a dos siglos de prisión por asesinar a tres guardias civiles y haber sido el carcelero de Ortega Lara durante su largo y torturante secuestro. Paciente de un cáncer terminal de riñón con metástasis cerebral se le envió a su casa a esperar un óbito que demoró permitiéndole pasar noches de tabernas con sus admiradores ante la indignación de sus víctimas, pero es que la prisión, aunque cuente con sanidad básica, no es un hospital ni tu casa en la que recibir cuidados paliativos. El ExPresidente valenciano, Eduardo Zaplana, se está muriendo de un linfoma y junto a sus médicos mantiene una absurda lucha con la magistrada Rodríguez Vila que insiste en sacarle de La Fe de Valencia y reingresarlo en Picassent, habiendo ella padecido un cáncer de mama y desoyendo a todos los hijos de Hipócrates. Incluso prohíbe a la esposa dormir en la habitación ni a Zaplana recibir al cardenal Cañizares o al capellán. Peor que a Capone. ¿Quién es responsable?: el Consejo General del Poder Judicial.