Opinión

Pavor

El otro día vi a Susanna Griso entrevistando a Santiago Abascal y del miedo que me daba ese buen señor le bajé la voz a la televisión. Oyes, pues hasta sin voz me provoca fatiga el tipo. Se repetían los rótulos donde aparecían esos mantras que repiten como loros los señores de Vox, asegurando que casi todas la denuncias por violencia de género son falsas cuando lo único falso son los porcentajes que manejan, una matemática propia que Juan Manuel Moreno Bonilla, próximo presidente de Andalucía, debería tumbar de un plumazo.

Moreno Bonilla fue durante tres años secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad y sabe perfectamente cuáles son los datos reales y cuáles son las realidades que viven demasiadas mujeres en este país. Estaba ahí Abascal masticando sus mantras con ese gesto suyo tan sumamente adusto, tan propio de quienes desayunan acetato balsámico de Módena, cuando se me representó su foto subido a un toro de Osborne de carretera y me lo imaginé entonando «Caballo prieto azabache» que, por cierto, encajaría a la perfección como himno oficioso de su formación. La verdad es que son ciertamente peculiares y como salidos de un cartoon los que ejercen de portavoces de Vox.

Mi favorito, sin embargo, es Javier Ortega Smith, un tanto alejado de las respuestas chungas y bravuconas de su jefe. De atildadas maneras, Ortega Smith posa con boina verde mientras presume de que ese entrenamiento en supervivencia le hizo resistir las largas negociaciones con el PP andaluz. Qué maravilla. Todo eso sería enternecedor, incluida su búsqueda del amor verdadero y sus fotos en el gimnasio con España en el brazalete, si no fuera porque sangra por la misma herida que absolutamente todos sus compañeros: las mujeres son capaces de autolesionarse para denunciarnos y echarnos de nuestras casas. Dice Javier Ortega Smith que solo tiene miedo de tener miedo. Pues bienvenido a la sensación. Dan Vds un pavor de libro.