Opinión

Dignidad

Para cerrar otra semana histórica y reivindicativa para las mujeres, (sin etiquetas políticas, por favor), quiero recordar que la diversidad nos beneficia a todos porque nos enriquece y nos potencia. Significa, además, velar por la dignidad de todos los colectivos. La diversidad existe incluso en nuestras propias células. La integración de las diferentes características de esos componentes, se hace imprescindible porque se necesitan; se complementan.

Nuestro ADN se basa en integrar y encontrar la esencia y la armonía de nuestro ser. Lo mismo ocurre con las sociedades. Con el mundo. Es fundamental la aceptación de lo distinto, la inclusión y el trabajo en equipo. Y para que terminemos que creer firmemente en nuestro valor, psicólogos de Stanford aseguran que una de las mejores cosas que puede hacer por su salud una mujer, es cultivar la relación con sus amigas. Porque sabemos identificar y expresar nuestras emociones, conectamos entre nosotras de manera diferente y se crean sistemas de apoyo que nos ayudan

a lidiar con el estrés y las experiencias más difíciles de la vida. Nada como una buena reunión de amigas para fabricar más serotonina, ese vital neurotransmisor llamado del placer porque ayuda a combatir la depresión y el malestar en general.

Nosotras compartimos sentimientos, mientras que los hombres raramente expresan lo que sienten. Luego demos la importancia que merece a expresarnos, a conversar con amigas, a escucharnos y escuchar activamente a los demás, porque eso significa estar haciendo algo útil para la salud emocional. Y también por la dignidad de todos los que han sufrido violencia, no podemos dejar de recordar aquel terrorífico 11 de marzo de 2004. Día por cierto que fue elegido el Día Europeo en memoria y recuerdo de las víctimas del terrorismo.

Mañana se cumplen 15 años de aquella masacre que nos hundió dramáticamente, y quizás los amigos y familiares de las casi 200 personas asesinadas, siguen lidiando con el dolor y el trauma. Así como las decenas de heridos para quienes su única opción fue aprender a vivir de otra manera.

Siempre, eso sí, con dignidad.