Opinión

El perro hinchado

El alevín de periodista acude a su jefe de redacción con un suelto sobre un caniche que ha mordido levemente la mano de un niño. «Eso no es noticia (le aducen); hincha el perro». Vuelve con la mordedura de un chihuahua y le recuerdan que ha de hinchar al animal. Regresa con el ataque de un Gran Danés y se lo admiten como gacetilla para colmar una columna. «Con ese perro ya es algo noticioso». De ahí que hinchar al can sea metáfora para imprimir, realzada, una nadería por ocupar espacios. Ya es sabido que el hombre es el mejor amigo del perro (y no al revés) pero con amabilidad para los humanos y los cánidos es correcto constatar que en esta campaña política espumante como una gaseosa barata, agua de litines, las izquierdas han convertido a «Vox» en un perro hinchado. En España la ultraizquierda de «Podemos» y hasta la acracia de una CUP penetran como cuchillo en manteca caliente y cuentan con indulgencias plenarias cuando la ultraderecha nunca ha tenido base social y solo tuvo antaño un diputado. «Vox» no es la traducción latina de la «vox populi» sino una gestualidad ancilar de gente desencantada nacida de la narcosis del régimen socialista andaluz. Igual que Santiago Abascal se luce a caballo como Vladimir Putin estos supuestos nazis de guardarropía no ofrecen otra cosa que gestos y efectos especiales para centrar la atención de un público adormilado, exactamente igual que Pedro Sánchez. El negacionismo del Holocausto, solo penado en Alemania, es un decrépito truco infantiloide para ígnaros, más difícil de vender que un mechero de gasolina. La libertad para armarse solo es asunto interno de la «Asociación del rifle» y la constitucionalidad estadounidense redactada en tiempos en los que el caballo y el revólver eran cuestión de vida o muerte. También el doctor Gregorio Marañón especulaba con la curación de la atracción por el sexo propio y ya ni se considera enfermedad y sí paletería social de la homofobia. La evaporación de la socialdemocracia europea y el auge de la derecha radical en Italia, Hungría, Polonia, Austria, Francia, Holanda y hasta Suecia, Alemania y la Confederación Helvética, dan para más hondas meditaciones. «Vox» es el ladrido lejano de un caniche.