Opinión

Jóvenes

Imposible resumir en pocas líneas la carta que el Papa Francisco ha dirigido a los jóvenes del mundo como conclusión del Sínodo que se celebró en Roma el pasado mes de octubre sobre la fe y la juventud.

Me limitaré a señalar algunos puntos que me han llamado la atención. En primer lugar, su lenguaje directo, sin tecnicismos, accesible a una generación no acostumbrada a los rodeos lingüísticos. Bergoglio utiliza expresiones como carne de cañón, fuerza de choque, piezas de subasta, balconear, subirse a la canoa, la escuela como un «bunker», poco frecuentes en los documentos eclesiásticos.

Pero el lenguaje es sólo la cobertura de un pensamiento liberador de lugares comunes y esta es una de las líneas dominantes de la Exhortación. El Papa les dice, por citar un solo ejemplo, «que la sexualidad, el sexo, es un don de Dios. Nada de tabúes. Es una pasión, es el amor apasionado. El verdadero amor es apasionado».

Pero no faltan tampoco las advertencias de un pastor que conoce las trampas del mundo actual a los jóvenes, «las asechanzas del demonio y del mundo egoísta si estamos aislados. Es tal el bombardeo que nos seduce que si estamos demasiado solos fácilmente perdemos el sentido de la realidad, la claridad interior y sucumbimos».

Sobre todo es un texto repleto de esperanza. Su título y primeras palabras son precisamente «Vive Cristo, esperanza nuestra y Él es la más hermosa juventud de este mundo». Y concluye con este llamamiento a los jóvenes: «La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe».