Opinión
Semana Santa
Siendo casi idénticos a los de sus predecesores los ritos de la Semana Santa presididos por Francisco tienen un inconfundible toque personal que los hace diferentes.
Destaca en primer lugar su decisión de celebrar por quinto año consecutivo la misa vespertina del Jueves Santo («in coena Domini») no en la Basílica de Letrán sino en una prisión. La elegida este año fue la de Velletri, situada en la provincia de Roma, donde purgan sus penas centenares de presos de diversas nacionalidades. A doce de ellos –dos de religión musulmana– les lavó los pies, saludándoles con una sonrisa nada protocolaria.
Para las meditaciones leídas durante el tradicional Via Crucis del Coliseo escogió que este año las escribiera una mujer excepcional. Una octogenaria monja misionera en África fundadora de la asociación «Slaves no more» (No más esclavas).Como introducción a sus textos Sor Eugenia Bonneti escribe: «Queremos recorrer esta vía dolorosa junto a los pobres y a los excluidos de la sociedad, a los nuevos crucificados de la historia de hoy, víctimas de nuestras cerrazones, de los poderes y de las legislaciones, de la ceguera y del egoísmo pero sobre todo de nuestro corazón endurecido por la indiferencia».
Otro «gesto» significativo: la mayoría de las personas que han llevado la Cruz durante el piadoso ejercicio eran mujeres, doce exactamente; los varones eran un discapacitado, un sacerdote sirio, un franciscano de Tierra Santa y el Cardenal Vicario del Papa para la diócesis de Roma.
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