Opinión

Los tiradólares

El fútbol ha cambiado desde que aparecieron por los horizontes de arena, pozos de petróleo y dromedarios turísticos los tiradólares. Dos de ellos se llevan la palma de la majadería derrochadora. Califas del fracaso. Nasser Ghanim Al-Khelaifi, mediocre tenista de Qatar y propietario del París Saint Germain, y Mansour bin Zayed Al Nahyan, de Abu Dabi, hijo del que fuera primer presidente de los Emiratos Árabes Unidos, el difunto Emir Sayed bin Sultán Al Nahyad, de imborrable memoria. Ignoro el motivo que me ha impulsado a escribir «de imborrable memoria», porque la mía, la memoria claro está, no tenía archivada su existencia y su ausencia, sinceramente, no es motivo de melancolía ni añoranza.

Este segundo tiradólares, dueño del Manchester City, ha caído en la trampa de creer que Guardiola es un gran entrenador, cuando en realidad sólo lo ha sido en el Barcelona de Messi. Un Messi custodiado por una gran plantilla de futbolistas que poco a poco van desapareciendo. Guardiola se marchó al Bayern de Munich, que tiene en la Bundesliga la exclusiva de la victoria, pero sólo en la Bundesliga. Su paso por Europa con el del lacito, fue un chasco. Y lo mismo le está sucediendo en el City, que después de la faraónica inversión exigida por el cantamañanas catalanista no ha sido capaz de alcanzar las semifinales, siendo derrotado por un equipo que sabe hacer jugadores de fútbol, el Tothenham, también en manos de otro tiradólares, pero mucho más inteligente. Contrató de entrenador a uno de los pocos argentinos que apenas hablan pero trabajan, un argentino Pochettino que le amargó en España y con el Español la vida a Guardiola y al poderosísimo «Barça», y pocos días atrás, con un presupuesto ridículo comparado con el del City, le dio matarile en la Liga de Campeones. Ese, Pochettino, que tanto se habló desde la afición para el Real Madrid, y del que Florentino Pérez carece de noticias. Se dice que en la agenda de entrenadores de Pérez, sólo aparece Zidane. En la A «Amigo Zidane», en la B, «Bondadoso Zidane», en la C «Cariñoso Zidane», en el E, «Excelente Zidane», en F, «Formidable Zidane», en la G, «Ganador Zidane», en la H, «Heroico Zidane», en la I, «Increíble Zidane», en la J, «Jefe Zidane», en la K, «Káiser Zidane», en la L, «Leyenda Zidane», en la M, «Mayestático Zidane», en la N, «Notre cheri Zizou», en la Ñ, «Ñandú Zidane», en la O, «¡Oh, Zidane!», en la P, «Pendiente hablar con Zidane», en la Q, «Querido Zidane», en la R «Resistente Zidane», en la S, «Sencillo Zidane», en la T, «Tremendo Zidane», en la U, «Universal Zidane», en la V, «Valiente Zidane», en la W , «Wanted Zidane», en la X, «Xenial Zidane», en la Y, «Yo sólo confío en Zidane» y en la Z, nada. La Z está en blanco, vacía, como la imaginación de los directivos del Real Madrid.

Pochettino sería el gran entrenador del Real Madrid. Joven, sabio, trabajador, y de pocas palabras. Hasta Ramos le daría su respeto. Pero no me centro, como Rivera. Escribo del descomunal daño que están haciendo al fútbol esos señores tan riquísimos provenientes de países donde el fútbol es una anécdota, que se han apoderado de los más grandes clubes de Europa, y no consiguen nada. El del City, además, que parece tan listo como su padre el Emir de imborrable memoria –¡y dále!–, se ha creído el timo de Guardiola, que sólo ha ganado con Messi más allá de los campeonatos nacionales, y que se rodea de los futbolistas más caros del mercado para alcanzar brillantemente los cuartos de final de la Liga de Campeones. Porque si el hijo del Emir de imborrable memoria –y van tres–, se hubiera reunido con el entrenador para decirle, «Oiga bien Guardiola, o trabajo o lacitos», Guardiola se habría visto en un callejón sin salida, y con toda probabilidad hubiera tanteado otro entrenador para el futuro, exceptuando a Zidane, claro está.

Cuando un club pertenece a un supermillonario ignorante y caprichoso, no hay dinero suficiente para que el triunfo llegue. Esto del fútbol es muy complicado. Dicen que el Real Madrid guarda quinientos millones de euros para contratar a jugadores este verano. Suena Pogba, del que quieren desprenderse todos los equipos en los que ha jugado. Y eso es lo que tiene que hacer el Real Madrid, que todavía no es propiedad de un tiradólares. Encajarle al de Doha, a Lucas Vázquez, Isco, Marcelo, Bale, y Mariano en el PSG a cambio de Mabppé, o a los mismos a cambio y a pachas de De Bruyne, y ya verá Pérez cómo mejora el equipo con cualquiera de los entrenadores que tiene apuntados en su agenda.

Son los equipos los que hacen los estadios, no los estadios los que forman un equipo. Y prueba de ello, los tiradólares.