Opinión

Hoy..

Hoy, por ayer, votamos. Hoy, por hoy, conoceremos los resultados de nuestros votos. Metáforas en el aire. Me dicen que el minuto de oro de la televisión en lo que llevamos de año ha sido el protagonizado por Isabel Pantoja cuando se zambullía en la mar desde un helicóptero. Con la curiosidad propia de los cotillas, he buscado la escena y se me ha antojado escalofriante. No por el arrojo de la simpar tonadillera saltarina. Me ha entristecido el desagrado de la mar. La mar es un ser vivo, y de cuando en cuando sufre intolerables agresiones. Esa porción de mar –¿Pacífico, Caribe?–, que ha sido aplastada por el antifonario de la Pantoja es difícil que se recupere. Pedirá a las olas ayuda para morir en la playa. España en trance de iniciar su descomposición, y los españoles pendientes de la culada marítima de Isabel Pantoja. Metáfora en el aire y en el agua.

Hoy, por ayer, ha amanecido de dulce. Altas temperaturas, cielos abiertos y sol radiante. No hay excusa válida para no votar. Todo aquel que huya de su derecho al voto no podrá quejarse si las fuerzas que buscan la fractura de nuestro mapa, su desgarramiento, sumando fuerzas alcanzan la gobernación de España. Me he levantado pronto para votar a primera hora, pero al verme inmerso en un día tan maravilloso, he decidido renunciar al voto, subirme a mi bicicleta de montaña y recorrer los senderos y carriles de los montes de Asturias. Bien, que se lo coma un oso. Lo tendrá más que merecido.

Hoy, por hoy, la mitad de los españoles celebrará el triunfo y la otra mitad deplorará la derrota. Pero hay una diferencia. Si ganan las fuerzas conservadoras y liberales, los derrotados seguirán siendo españoles. De suceder al revés, los españoles estaremos dando el primer paso para dejar de serlo. Los hay que anuncian, como el difunto Gila, su autoexilio si vencen los conservadores. Gila se autoexiliaba con mucha facilidad. Abandonó España en las postrimerías del franquismo que tan generosamente le había tratado, y se refugió en la Argentina de la Dictadura de Videla. No eligió Cuba, ni Albania, ni Rumanía, todavía bajo el yugo de los Ceaucescu. Mi intención es la contraria. Si ganan los que proyectan y ya han pactado la fragmentación de España, mi lugar, el lugar de millones de españoles, es el de la resistencia para impedir el crimen de nuestra patria. Se comenta que el húngaro-americano Soros ha financiado con generosidad a los rupturistas. Al final, se quedará con toda Europa, una Europa de aldeas y pueblos, una Europa invadida, una Europa tan cobarde como necia. Y hay que unir fuerzas si ello sucede.

No sientan miedo los de la Ceja y las asociaciones de feministas profesionales. Si ganan las derechas, seguirán vigentes las subvenciones y los derroches. Y lo mismo aventuro a los asesores nombrados a dedo y a los más de 10.000 aforados. Si gobiernan las derechas, el concepto de España será defendido y mejoraremos en la estética, pero no se atreverán a reducir los ingresos de los gorrones profesionales, porque también en ellas hay gorrones profesionales con inmenso poder. Pero prefiero ser un primo en una España que defiende su mapa a un primo en una España con su mapa sometido a las tijeras de la unión de nazis y comunistas.

Hoy, por ayer, estamos obligados a depositar nuestras papeletas en las urnas. Si ganan los otros, serán las urnas las primeras en desaparecer. Venezuela en el horizonte, Cuba a la vista, y Soros en su despacho. Y hoy, por hoy, ya conocidos los resultados de las elecciones, quizá podamos tener la alegría de brindar, no por el triunfo de las derechas sobre las izquierdas, sino por la garantía de que España, la nación-Estado más antigua de Europa, que ya funcionó como tal 300 años antes de su creación, siga siendo España. Es lo que nos jugamos hoy, por ayer, y lo que sueño celebrar hoy, por hoy. España.

Y la Pantoja, bien, gracias.