Opinión
A la papelera
El PSOE de Sánchez ha ganado con holgura las elecciones, obteniendo además, la mayoría absoluta en el Senado. Con ello, ha dejado de ser el presidente «okupa» y se ha convertido en el legítimo presidente del Gobierno de España. Magnífico resultado de Ciudadanos, batacazo del PP y de Podemos – un batacazo sonriente y a la expectativa-, y decepción de Vox. Más ruido que nueces. Derecha fracturada por quienes vencieron realmente en las elecciones del domingo. El tibio indolente Mariano Rajoy, su vicepresidenta, tan tenaz trabajadora como falta de principios y valores, Soraya Sáenz de Santamaría, y su ministro de Hacienda, el comunista Cristóbal Montoro, causante de la ruina de la clase media, exceptuando a los socios de su antiguo despacho. Creo que Vox no ha sabido medir sus posibilidades desde la cercana embriaguez de su brillante feria en Andalucía. Y tampoco sus votantes, entre los que me encuentro, aunque mi voto en Madrid ha colaborado en la consecución de cinco escaños. Pero Madrid era plaza segura. Ni en Huelva, Jaén, Gerona, Lérida, Tarragona, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava, Navarra, Albacete, Cuenca, Guadalajara, Castellón, La Coruña, Lugo, Orense, Pontevedra, la Rioja, Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Zamora, Las Palmas, Tenerife, Melilla, Huesca, Teruel, Cantabria y Cáceres, ha conseguido Vox ni un solo escaño. ¿Se figuran siete estadios Bernabéu uno encima del otro abarrotados de público? Pues esos han sido los votos que han quedado en la papelera de la inutilidad. Exactamente 582.319. Pero no ha sido Vox el partido culpable de la fractura de la derecha en España. Ha sido poco reflexivo en lo que se refiere al bien común conservador. Los culpables son los que, con una mayoría absoluta al principio y una mayoría relativa de 135 escaños –doce escaños más que los alcanzados por el PSOE de Sánchez–, tiraron, no a la papelera, sino a la basura, los principios y valores del Partido Popular, que inició su desastre en tiempos del simpático José María Aznar. En la actualidad, y después de conocer los resultados, el concepto de la Unidad de España y la defensa de la Constitución está en manos de Ciudadanos que ha sabido doblar su número de escaños en lugar de reducirlos a la mitad. El domingo se brindó en casa de Soraya y de Montoro, no así en la de Rajoy, no por otro motivo que le dio pereza descorchar la botella de champán. Produce un cierto pasmo la desaparición del PP en las Vascongadas, con Álava como principal protagonista de la desconfianza. Fueron Rajoy y Soraya los que humillaron a los héroes del PP vasco y hoy se corroboran las consecuencias de su traición y desprecio a quienes se enfrentaron con la palabra valiente y la nuca desnuda al terrorismo de la ETA, cuyos herederos, los de Bildu, han logrado un triunfo estremecedor.
En Cataluña, Junqueras le ha dado un repaso al forajido «caganer» de Waterloo y el presumible constitucionalismo se ha materializado en el brillante resultado del socialismo catalán con el ambiguo Iceta al frente de sus vaivenes. Pero, a la vista del nuevo mapa parlamentario, algo tendrán que hacer los partidos conservadores y liberales para unir sus fuerzas. Navarra sí ha resistido, pero los votos perdidos de Vox han impedido la detención del nacionalismo vasco en su territorio.
Lo siento, y mucho, por Casado, al que considero un brillante político. Con sus complejines. En Cantabria ha mantenido a los sorayistas, y se ha llevado su merecido. A partir de mañana, o se abren a conversar o termina España en un barullo peligroso.
Me alegro por Begoña, que con cuatro años por delante de poder y Gobierno de su marido, puede acceder a dirigir también la sección de Australia de la generosa empresa que le ha encomendado el cuidado de África. Y es de esperar que su marido gobierne en soledad y con moderación y no con los venezolanos del asesino Maduro.
Enhorabuena a los vencedores, el PSOE sin duda alguna, así como a sus grandes colaboradores Rajoy, Soraya y Montoro.
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