Opinión

Peor que Tezanos

Lo he pasado bien durante los últimos meses poniendo a caldo a Tezanos y sus vaticinios. Ahora toca reírme de mí. No he dado una en el clavo. Soy el peor adivinador, nigromante y arúspice de España. Me llamó una vieja amiga, muy religiosa. «Reza para que no gane Sánchez». Recé, y ganó Sánchez. Olvidé la sabiduría del epigrama popular: «Llegaron los sarracenos/ y nos molieron a palos, / que Dios ayuda a los malos/ cuando son más que los buenos». Esto de mezclar la religión con los deseos particulares no da buenos resultados. Ya escribí de mis tres tías Muñoz-Seca, madridistas rotundas. Cuando jugaba el Real Madrid una final de la Copa de Europa, montaban en su casa un pequeño altar con la Virgen del Pilar, el Hermano Gárate, el Padre Rubio y una fotografía del abuelo Muñoz-Seca, asesinado en Paracuellos por orden de Carrillo. Encendían una vela. Y el Real Madrid ganaba. Ganó cinco Copas de Europa seguidas, las primeras. Hasta que llegó la sexta final contra el Benfica de Lisboa, con Eusebio, Simoes, Torres y Colunna. Pero sobre todo, con la influencia celestial en contra, porque la Virgen de Fátima andaba de por medio. Aquel día, la Virgen del Pilar se distrajo, la de Fátima se mantuvo atenta, y ganó el Benfica. En ocasiones se distrae hasta el Espíritu Santo, como en la elección del jesuita peronista Bergoglio en el último Cónclave para suceder a San Pedro en el trono de la Iglesia Católica. A Dios, la Virgen y los Santos no hay que mezclarlos con preferencias terrenales.

Pues sí, me reí de Tezanos. Y mis amigos también. Con mi querido Luisín, Luis De la Peña, que se fue el Miércoles Santo hacia lo alto desde su «Horcajuelo», hicimos toda suerte de apuestas. No acertamos ni una. La última en el martes de su última semana enteramente cumplida. Nos salió el PP con 91 escaños, el PSOE con 87, Vox con 71, Ciudadanos con 65 y Podemos con 17. Si esto lo lee Tezanos tendrá sobrado derecho a soltar una carcajada.

El peor de mis amigos, peor que yo, que ya es decir, como adivinador de resultados electorales fue Antonio Mingote. En 1996, con Aznar emergente y el PSOE en declive, los dos le concedimos a Aznar la mayoría absoluta. En mi papeleta se leía: 178 diputados. En la de Antonio Mingote, 223. Consiguió 156, una mayoría sometida a los pactos, que sometió a los votos de CiU y de Pujol –ya presidente de la Generalidad–, y Pujol los aprovechó divinamente para él y su proyecto separatista y para el mal de España. Le pregunté a Antonio: –¿Cómo se te ha ocurrido darle al PP 223 escaños cuando el Congreso tiene 350?–. Y Antonio, que era un filósofo aragonés con aspecto de general de los Lanceros de Bengala, me respondió: –Tuve un pálpito–.

Soy consciente de que estoy cerrándome puertas giratorias para el futuro. Si tuviera que abandonar la literatura, nadie me va a contratar como encuestador y estadístico de un partido político, y menos aún, proponerme para dirigir el CIS. Como sociólogo tengo el mismo porvenir que Isabel Pantoja como campeona de salto al agua desde helicóptero, que llegará a ser especialidad olímpica. El más inteligente de los arúspices, sin duda alguna, el inolvidado Pío Cabanillas Gallas. «Vamos a ganar con toda seguridad, pero todavía no sabemos quienes». Y una conclusión deshabitada de fe. Que los creyentes no recen por inclinar la balanza de unas elecciones a favor de un lado o del otro. El Cielo, con mayúscula, no está para esas cosas. Al Cielo le aburre la política, y aún más la española. Así que llega hasta Nuestro Señor San Paulino del Pisuerga, encargado de administrar las peticiones y le dice: «Señor, hemos recibido 2.345.876 peticiones de españoles para que gane el PP, o Vox, y en último caso, Ciudadanos». –Pues nada, San Paulino. Archiva las peticiones en la nube de ruegos imposibles, porque va a ganar el PSOE mientras las derechas españolas se lleven tan malamente–.

Y así ha sucedido. Tezanos, se puede usted cachondear de mí cuantas veces se le antoje.