Opinión

Gorzán

El eximio e ilustre dirigente comunista tendría que apellidarse Gorzán en lugar de Garzón, porque va siempre al revés. A su lado, Llamazares parece Churchill. De estar bautizado, a su muerte será instalado en el limbo. Se ha mostrado muy disgustado con el levantamiento popular y democrático contra su amigo Maduro, el camionero asesino. «Golpe de Estado Militar antidemocrático». Es curioso lo de este chico tan entregado a la confusión. No encaja en el sentido común, la cultura y la inteligencia. Pero hay que respetar sus chorradas, que le brotan con creciente pujanza.

Parece que, al fin, la heroica resistencia democrática de Venezuela ha sido abrazada por un considerable número de militares de medio rango. Son los que mandan, los más inmediatos a la tropa. Como escribió el soldado Bryes en el «Morning Post», «el arresto del general lo reduce el coronel y termina por levantarlo el sargento». No es del todo acertada la opinión de Bryes. Un chaparrón de lluvia me sorprendió en Cádiz y llegué con tres horas de retraso a mi CIR de Camposoto. Con la mala fortuna de que aquella tarde el coronel había permanecido en su despacho resolviendo el papeleo retrasado y abandonó el campamento en el primer golpe de la noche. Él salía y yo entraba, y me arrestó a veinte relevos de guardia. Ni sargento ni leches. Los cumplí a rajatabla. Lo cierto es que cumplí doce guardias. Sabedor de su religiosidad, acudía a la Santa Misa todos los días y nos estrechábamos la mano cuando el capitán capellán nos invitaba a darnos la paz. En la tercera paz me levantó el arresto. Pero de nuevo, y me sucede con frecuencia en los últimos meses, me he ido por los cerros de Úbeda, que algún día, por curiosidad, me encantará conocerlos.

Guaidó sacó de la cárcel a Leopoldo López y su orden fue cumplida por los guardianes, todos ellos pertenecientes a las Fuerzas Militares Bolivarianas. Y no sólo liberó a Leopoldo López, el héroe de la resistencia, sino que lo custodió en la calle. Los paramilitares del criminal del chándal y sus fieles, cuando reaccionaron, ya era tarde. Noticias enfrentadas. Que Maduro, Cilia, Diosdado, miembros del Gobierno y altos jefes de la milicia comunista tenían preparado en la base de La Carlota el avión que los llevaría a Cuba. La mitad del avión con los criminales en fuga, y la otra mitad con sacos abarrotados de billetes de dólares, piezas de oro, joyas y toda suerte de riquezas robadas al pueblo venezolano. Me parece mal que Alberto Garzón o Beralto Gorzán apruebe el robo de miles de millones de dólares a los venezolanos, y que éstos mueran en hospitales sin medicinas y en condiciones infrahumanas. El milagro del comunismo en todo su esplendor. Pueblo agonizante, torturas, supermercados vacíos, amenazas, detenciones por capricho, falta de productos básicos y los dirigentes forrados para siete generaciones. Creía que Gorzán era un comunista de verdad, es decir, un majadero de la utopía, pero no que defendía la riqueza hurtada a un pueblo que sufre. Que ha sufrido tanto que ha decidido jugársela, con el apoyo de las leyes, en el intento de derrocar a los canallas que habitan en el Palacio de Miraflores. Es de esperar que la Justicia internacional actúe, para disgusto de la banca de Liechtenstein, Suiza, Andorra, Gibraltar y algunas islas caribeñas, que guardan las inmensas fortunas de los dirigentes bolivarianos y de las hijas de Chávez, a cuyo lado, el Emir de Kuwait es un pobre de semáforo de barrio de clase media.

No es justo que tengan el premio de un exilio dorado. Cuba no es agradable para vivir. En Suiza pueden trabar amistad con las izquierdas autoexiliadas de Cataluña, y hasta pudiera darse el milagro del amor entre Diosdado Cabello y Marta Rovira, con el cabreo consiguiente de Anna Gabriel. Pero quizá, recuperando poco a poco lo que han robado, es mejor tenerlos fuera de Venezuela que en sus cárceles, su mejor y más conseguida obra social. Se acumularán denuncias y acusaciones mientras los asesinos disfrutan de la buena vida, pero no será prolongado el gozo. Y no hace bien nuestro ejemplar Toberal Gorzán defendiendo a sus compañeros de ideas, que además de compañeros de ideas, son salvajes genocidas de un pueblo que sólo desea recuperar la libertad y trabajar para rescatar a su país de la agresión ladrona del comunismo venezolano.

Gorzán, Gorzán, que se te ve el plumero. El que te afanaste con plumas de cacatúa neozelandesa durante aquel inolvidable viaje de novios que culminaste «como cualquier joven recién casado español».

Caerán los asesinos y se sabrán muchas cosas. Grite conmigo, camarada Gorzán: ¡Viva Venezuela Libre!