Opinión

La cursilería

Al habla Marc Puigtió. Alcalde de Sant Julià. Había mucha gente. Muchos periodistas. Más de 50. Era un día festivo. Un día normal. ¡Normal! La gente quería votar. ¡Votar! La gente, uh, ver al presidente Puigdemont. ¡President, president! No pudo ser. Andaba de maleteros, cual Neil McCauley/Robert De Niro con el pájaro encima, en Heat. A primera hora el equipo informático no funcionaba. A las 9:03 una vecina chilló: «Que viene, y la gente se pensó que venía Puigdemont, pero era un ejército de la Guardia Civil, viviendo, andando como si fueran... bueno... un ejército, directamente pasando por una puerta (...) El otro grupo de la Guardia Civil se fue directo para golpear a los vecinos que se encontraban delante de la puerta para votar». Y además muchas patadas. Muchos golpes bajos. Altos no. Había cámaras. Bajos, bajos. Arrancaban a la gente. Dejaban a la gente inconsciente. Tiraban puertas. Rompían cristales. Tumbaba paredes. Requisaban el material. Un horror. El horror. Y mire que las familias iban a votar. Aquello era un domingo normal. Entonces lo peor. Entonces Andreu Van den Eynde, también conocido como Black Lives Matter, preguntó por posibles vehículos y helicópteros. «Esto no lo he contado», asintió compungido Puigtió, «se puso encima de los vecinos un helicóptero que se puso a muy baja altura de todos y subió y bajó muchas veces, como indicando hemos llegado aquí...». Y hasta aquí llegamos. Lo siguiente fue uno de esos zascas entre apocalípticos y desesperados de un juez Marchena que servidor, francamente, no sabe ya dónde repone las reservas de santa paciencia: «No, no, perdón, como indicando no lo ha podido ver. Usted ha visto que el helicóptero bajaba y se ponía a una altura próxima de donde podían estar los vecinos, pero el como indicando...». Pero Van den Eynde es guitarrista. A los guitarristas, desde Jimi Hendrix con boas, mueren por chupar foco. El abogado no iba a permitir que el testigo disfrutase en exclusiva de su estelar minuto de gloria. «Tiene más preguntas, señor letrado», inquirió Marchena. «Sí estoy pensando...». «¿Qué está pensando? ¿Las preguntas que va a hacerle? Eso que hay que traerlo pensando de casa, pero bueno, ¿Va a formularle otra pregunta?». Van den Eynde peleó jabato para recobrar la serenidad y con salto jabonado de delfín inquirió... «¿Qué material se llevaron?» Ya me dirán ustedes cómo recuperamos el resto la serenidad después de horas de actuaciones histriónicas. Crece la sospecha de que uno de los combustibles esenciales del intento de golpe de Estado fue la sobreactuación. El amaneramiento de unos actores acostumbrados a trabajar para un público, más que cómplice, cautivo a punta de melaza. La devastadora, espantosa tiranía de esta unánime cursilada.