Opinión

Match Ball

En detalles que algunos –o muchos– no reparan, se advierte el crecimiento de Madrid en perjuicio de Barcelona. Uno de ellos es el Mutua Madrid Open, que ha dejado al antaño prestigioso Conde de Godó en enaguas silvestres. ¡Aquella final que le ganó Manolo Santana a Rod Laver! En la actualidad se habla y se apunta a elevar la categoría del gran torneo madrileño al nivel de un quinto «Grand Slam», equiparándolo a los torneos de París, Londres, Merlbourne y Nueva York. Y todo, gracias al tesón y la garantía personal de Manolo Santana, a la apuesta de Ion Tiriac, un gran empresario, al apoyo incondicional de la Mutua Madrileña presidida por Garralda y al empecinamiento de los alcaldes del Partido Popular, un empecinamiento que se culminó con la construcción de la Caja Mágica por parte de Alberto Ruiz-Gallardón, una gran instalación que ya se ha quedado pequeña para albergar el maravilloso torneo de tenis de la Capital de España.

El tenis español, hasta Santana, siempre miró hacia Barcelona. Por su clima, su altitud y su enorme afición, en Barcelona están las mejores escuelas de Tenis, hoy amenazadas en su cima por la Fundación Rafael Nadal de Manacor. Era tan poderosa Cataluña en el tenis, que el presidente de la Real Federación Española, el marqués de Cabanes, excluyó al jovencísimo campeón de España Manuel Santana de la participación en un curso de perfeccionamiento en Australia. Los cuatro tenistas favorecidos eran, por supuesto, catalanes. Nada de extrañar, con independencia de la injusticia con Santana, porque el tenis español era casi exclusivo de Cataluña. Fue entonces cuando Álvaro Romero-Girón, el gran amigo y mecenas del humilde Manolo Santana, contrató de su bolsillo al mejor entrenador australiano y se lo trajo a Madrid. Después de aquello, llegaron sus triunfos en el Rolland Garros y Wimbledon, y la supremacía de su tenis en el equipo español de Copa Davis que capitaneaba Jaime Bartrolí, con José Luis Arilla, Juan Gisbert y Juan Manuel Couder de compañeros. Dos finales de Copa Davis en Australia, porque en aquellos tiempos el campeón de la temporada anterior sólo disputaba la final y siempre en su país. Y eran, nada más y nada menos, que Roy Emerson, Fred Stolle, Newcombe y Roche, angelitos míos. Laver, australiano, y Andrés Gimeno, español, no podían competir todavía en la Davis por su implicación profesional en los «Kramer's Boys».

Pero los grandes partidos de las más apasionantes eliminatorias se disputaban siempre en el Real Club de Tenis Barcelona, escenario también del Torneo Internacional Conde de Godó, el más prestigioso de España. Hoy, el reflejo del poder del tenis español brilla desde Madrid, la pista principal de la Caja Mágica se llama «Manuel Santana», y simultáneamente –como en un «Grand Slam»–, se disputa el torneo femenino. Se critica mucho el vaivén emocional de Garbiñe Muguruza, vencedora en París sobre Serena Williams y en Londres ante su hermana Venus. Ganar en Wimbledon equivale a instalarse para siempre en la gloria tenística, y nuestra Garbiñe, como Carla Suárez, como la nueva generación de tenistas españolas tiene mucho que decir todavía.

Sólo por la destrucción paulatina del prestigio barcelonés, el tenis en Cataluña ha perdido su relevancia. El Godó está muy bien, pero ya no es el Godó del padre del actual Godó. El gran campeonato español se ha rendido ante la potencia, la organización y el éxito de público del Madrid Mutua Open, en sus versiones masculina y femenina. Este año, coincidirán los tres mejores tenistas de los últimos veinte años, Federer, Nadal y Djokovic, y la nómina de participantes es asombrosa. Mucho hay que agradecerle a Manolo Santana, que fue el director del Torneo desde que se celebraba en el Madrid Arena de la Casa de Campo. Y lo repito. Gracias a Tiriac, a la Mutua Madrileña y al excepcional entusiasmo de unos alcaldes que hicieron de Madrid la quinta Capital mundial del tenis.

Con Madrid, España ha demostrado que tiene capacidad para organizar dos torneos de altísimo nivel, pero el del Conde de Godó se ha rendido. Tiene una prodigiosa historia a sus espaldas, pero el mañana se lo ha quedado, y de qué manera, Madrid. De la Cataluña supremacista, racista y separatista no sólo huyen las empresas, sino también sus mejores tradiciones deportivas y sociales. El separatismo también se propone la eliminación del Gran Premio de Fórmula Uno en Montmeló. No acepta que sea Montmeló el escenario del Gran Premio de España. No importa. Si se diera el caso, Madrid estaría dispuesta a hacer todos los esfuerzos para traerlo al Foro, siempre que sus alcaldes y la Comunidad sepan ponerse de acuerdo, como antaño. Lo siento Barcelona. Match Ball. Madrid, campeona de tenis.