Opinión
Bulgaria y Macedonia
Comenzó ayer a primeras horas del domingo 5 de mayo y finalizará en la tarde de mañana martes el 29º Viaje Apostólico de Francisco a Bulgaria y a Macedonia del Norte. Dos países periféricos de la Europa del Este. Sumados los católicos de ambas naciones no llegan a cien mil en una población total que supera los diez millones de habitantes, la mayoría de los cuales son ortodoxos. Una doble periferia, pues, geográfica y religiosa.
Hay razones más que suficientes, sin embargo, para que el Papa haya querido visitarlos. Lo refleja la medalla conmemorativa del viaje; en ella figuran las efigies de san Juan XXIII y de Madre Teresa de Calcuta. El primero trascurrió en Sofía un decenio, entre los años veinte y treinta del pasado siglo, primero como visitador y después como Delegado Apostólico en Bulgaria. La segunda nació en 1910 en la ciudad de Skopje, que entonces formaba parte de Albania, y en ella vivió los primeros años de su existencia.
San Juan Pablo II ya visitó Bulgaria en el mes de mayo del 2002, es decir hace diecisiete años. Fue una breve etapa a su regreso a Roma después de un viaje a Azerbaiyán. Ningún Papa, sin embargo, había puesto sus pies en la República de Macedonia del Norte denominación que ha sido inaugurada sólo el 12 de febrero de este año después de que la ratificaran el parlamento griego y el macedonio. Bergoglio es pues la primera personalidad de rango mundial que la visita y ello llena de orgullo a sus habitantes.
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