Opinión

Se lo pensará

Hablamos el mismo idioma, el idioma en el que se entienden más de ochocientos millones de seres humanos repartidos por todo el mundo. Y no lo entiendo, Santidad. Lo dijo Bernard Shaw, el gran escritor irlandés, autor de «Pigmalión», cimiento fundamental de «May Fair Lady». Bernard Shaw era un tipo. Se enemistó con Churchill. Pocos días antes de estrenar en Londres una comedia, le envió a Churchill dos localidades para la primera función: «Sir Winston, le envío dos localidades por si desea acudir a mi estreno en compañía de algún amigo, si es que lo tiene». Churchill se las devolvió con una nota, también de su puño y letra: «Maestro Shaw, el día del estreno tengo un acto ineludible. Asistiré a la segunda función, si es que la hay». Shaw fue el que dijo que Inglaterra y los Estados Unidos eran dos naciones hermanas sólo separadas por el idioma. A mí me sucede con Su Santidad el Papa. Que entiendo lo que dice, pero no lo que intenta decir. Los españoles somos más secos y medidos en el uso de la palabra que los argentinos, grandes habladores, dominadores de la verborrea, más simpáticos quizá, pero en ocasiones, de muy complicada comprensión.

Semanas atrás, Su Santidad emitió un veredicto sorprendente: «Visitaré España cuando haya paz». Parece que ha decidido matizar su inflexibilidad. Ya le han informado de que España no está en guerra, y ese informe lo ha asumido con generosidad suprema. Durante el vuelo de Roma a Sofía, donde visitó al patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Bulgaria, Su Santidad Neofit, una periodista española le ofreció un regalo. Una caja con pequeños saquitos que contenían tierra de todas las regiones de España, recordando a Su Santidad que 2021 será Año Compostelano, y sobre todo, que se cumplirán 500 años de la conversión de San Ignacio, Íñigo de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús, en la que el Papa Francisco hospedó su vocación religiosa y su cercanía con Dios. El Papa, que es un hombre muy simpático cuando quiere, le preguntó a la periodista: –¿Lo dice para que el Papa se convierta?–. La periodista no bajó los ojos y le replicó al Santo Padre. –No, Santidad, es una invitación particular para que visite España–. Y Su Santidad cerró la breve charla con estas esperanzadoras palabras: –Vale, le prometo que lo voy a pensar–. En un tono amabilísimo, escrito sea de paso.

He entendido lo que dijo, pero no he comprendido lo que quería decir, porque de encontrar la lógica interpretación de sus palabras, lo entendería con honda preocupación y mayor tristeza. Superada la situación bélica que le impedía visitar España, ahora «se lo pensará». Un sobrino y ahijado de un mítico presidente de la banca española, fue recibido por su padrino en su maravilloso despacho de Madrid. Necesitaba 500.000 pesetas, tres mil euros en la actualidad. El gran banquero oyó y escuchó –que no es lo mismo–, con atención las cuitas del pariente solicitante, meditó en silencio durante unos minutos, y finalmente le comunicó su decisión: –Ya sabes lo mucho que te quiero y lo amigo que fui de tus padres, que en paz descansen. Intentaré conseguir lo que me pides. Te prometo que lo pensaré–. Y lo pensó. Su ahijado se quedó sin las 500.000 pesetas de crédito.

Creo que es más humillante para España el «lo pensaré» que el «iré cuando haya paz». Lo segundo contiene un mensaje surrealista, y el surrealismo entra de lleno en el arte y la literatura. Pero el «lo pensaré», esa promesa de pensamiento disfrazada de cordialidad, se sitúa más cerca de la mala intención que de la sinceridad. Si el Papa necesita pensar con detenimiento una visita a España, cuna de su Fundador en el quinto centenario de su conversión, resulta preferible que no se lo piense tanto y decline la invitación de la arrojada periodista.

España no lo merece. España no ha hecho nada por la Iglesia Católica. De España no han surgido santos ni mártires. España no ha sido misionera. España carece de catedrales, iglesias y demás recintos religiosos. España no es Mariana. España no tiene interés para un Papa de Roma. Que no se lo piense.