Opinión
La «seño»
Las familias pudientes, durante mi lejana infancia, tenían en sus casas una educadora y cuidadora para sus hijos. Algunas de ellas, formaban parte fundamental de la familia y con los hijos ya creciditos, siguieron en sus hogares adoptivos hasta el final de sus días. «Nannys», «Misses», «Fraüleins», «Schwsters», «Mademoiselles» o «Madmuas» y si eran españolas, señoritas o «seños». Muchas de ellas se ocuparon de los niños más que sus madres, y fueron consideradas como tales por sus pupilos.
Pablo Casado, que es un hombre inteligente y un político con aspecto de mañana, tiene un defecto grande. Necesita en las campañas electorales a una «Seño», cuando las «seños» cuidadoras del joven Casado más que ayudar, perjudican su porvenir. En la campaña previa a las elecciones generales, eligió a una «Seño» muy áspera y soberbia que jamás ha sabido reconocer sus errores. José María Aznar. La «Seño» ha sido despedida. Y para sustituirla, Nuñez Feijóo le recomendó que recuperara a la última «Seño», Mariano Rajoy, que es la responsable del derrumbamiento del Partido Popular. Y ya está la «Seño» sustituta en plenas funciones, propugnando todo lo contrario que defendía la «seño» sustituida. Pablo Casado se ha equivocado una vez más. El Partido Popular del futuro, si es que lo tiene, está obligado a olvidarse de sus «seños», porque ni la una ni la otra ilusiona a los indecisos, los dubitativos y los enfadados, que son mayoría.
La nueva «Seño» de Casado ha debutado en Zamora. Cuando los militantes del PP votaron para elegir un nuevo presidente, la «Seño» actual estaba del lado de la perdedora y en contra de Casado. Tan reciente imperaba el desbarajuste, la dejación y la herencia inane de Rajoy, que Casado se acordó de la «Seño» mayor, José María Aznar, que hoy por hoy, no convence a nadie, y tiene una mirada y una manera de hablar que parece estar siempre enfadada. Y es lo que le dijo Feijóo: –Pablo, cambia de «Seño» y contrata a la centrista, socialdemócrata y sosegada, que por otra parte, es mi «Seño» favorita–. Y como Feijóo es mucho Feijóo, Pablo Casado llamó a la «Seño» con barbas y le dijo: –Mariano, me he equivocado con mi anterior «Seño», y Feijóo me ha recomendado que vuelva al amparo de tu sabiduría y flexibilidad. ¿Me ayudas?–. Y la «Seño» le respondió afirmativamente.
Fuera de bromas, el PP no obtiene beneficio alguno de Aznar y de Rajoy. Son del pasado, y lo que es más grave, pasado negativo, alforjas repletas de piedras, pesadas y agotadoras. Casado se tiene que dejar de coñas marineras y afrontar él sólo, sin «seños» perjudicadas e inoportunas, su futuro en el PP. Pensaba devolver al PP mi confianza perdida en las próximas citas electorales, pero con Rajoy como estrella rutilante de la campaña, procederé a votar a otras opciones más arrimadas a mi actual sensibilidad. Y espero que hayan averiguado el enigma escondido en la frase. No me gustan excesivamente los márgenes de los ríos cambiantes, pero me entusiasman las luces arrimadas al curso del agua. Me ha salido el planteamiento del enigma más cursi que un vestido tirolés llevado por quien no es tirolés.
Pablo Casado no está en condiciones de errar de nuevo. Erigir a Rajoy en el pedestal del prestigio para captar votos perdidos es una majadería. Los perdió él y sus inmediatos secuaces, que ya me aburre recordar. Ni Aznar recupera un voto decepcionado, ni Rajoy puede detener la riada de afectos que el PP ha perdido durante sus malogradas y desperdiciadas mayorías absolutas. Casado debe responsabilizar a los suyos, a las nuevas generaciones, en las tareas de reparar los daños producidos en el ayer. Recurrir a los hacedores del daño, es una melonada.
Sin «seños», mucho mejor. Hágame caso.
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