Opinión

El derecho a decidir de Rubalcaba

Alfredo Pérez Rubalcaba tendrá una despedida como merece uno de los personaje más decisivos de la reciente historia de España. Como tantas veces, también se adelantó a los acontecimientos. «Los españoles enterramos muy bien», dijo con su ironía habitual al anunciar que abandonaba definitivamente la política. Rubalcaba, como líder del PSOE, fue una de las primera víctimas del «procés» y lo percibió con nitidez desde el principio. «Cuando te esgrimen el derecho a decidir, los socialistas tenemos un problema», explicaba después de que el independentismo acuñara la expresión para evitar utilizar el término autodeterminación. El hombre que apechugó con la tarea de suceder a Zapatero al frente de los socialistas, lo tenía claro: «El PSOE no está de acuerdo con el derecho a decidir de Cataluña. Un trato que refleje su singularidad, sí. Que signifique privilegios, no. Que eso rompa la unidad de los españoles, tampoco», dijo en 2012 tras una reunión de la Ejecutiva Federal. Rubalcaba percibió, que «el derecho a decidir» era una trampa casi sin salida para los socialistas, en la que han estado atrapados muchos años. «¿Cómo le dices que no a alguien que reclama su derecho a decidir?», reflexionaba preocupado en noviembre de 2011, porque también admitía –en en una reunión privada con periodistas– que «en política no se puede contentar a todo el mundo». Ha sido un hombre de Estado, con partido, pero sin matices, y la España actual no se entiende sin su figura. Capaz de entenderse con los adversarios, certificó el fin de ETA y jugó un papel clave en la sucesión en la Corona. Hizo posible la supervivencia del PSOE en los momentos más difíciles y aunque su partido lo había orillado, presumió hasta el final de que sería fiel a su formación política. Era su propio derecho a decidir.