Opinión
El repartidor y la niña de Papá
A la edad de Isabel Serra, candidata de Podemos por Madrid, Amancio Ortega era repartidor de diferentes mercancías. Compró, con mucho esfuerzo, una camioneta. Ha trabajado como una mula. Como una mula inteligentísima. Es el mayor accionista de Inditex y propietario de Zara. Una de las diez mayores fortunas del mundo. Lleva donados miles de millones de euros a la Sanidad Pública para invertir en investigación y tecnología en la lucha científica y médica contra el cáncer, pero Podemos rechaza su generosidad, argumentando su odio en supuestas irregularidades fiscales. La niña Isabel Serra presentó en 2015 en la Asamblea de Madrid su declaración de bienes y rentas de diputados. «Isabel Serra Sánchez. Soltera».Y en el recuadro correspondiente al reconocimiento de sus rentas por trabajo, relaciona su brillante currículo laboral: «No he percibido retribución alguna». Resulta curioso. Las aficiones de las hermanas Serra no son baratas. Destacan en la equitación. Su habilidad en el volteo sobre un caballo al galope es envidiable. Pero detrás está Papá. El precio de los caballos y su mantenimiento están vetados a quienes no han percibido jamás retribución alguna por su trabajo. Claro, que si Papá es rico y puede satisfacer el capricho de sus niñas, es lógico que se muestre generoso con ellas. Lo mismo que hace Amancio Ortega con los enfermos de cáncer y los que aún no han padecido la enfermedad. Pero Amancio Ortega sí paga impuestos. Su sociedad, Inditex, ingresa en el Tesoro Público el 2% del Impuesto de Sociedades española, cantidad que supera los 1.600 millones de euros. Y fuera de España, paga 6.000 millones de euros más. Ha creado empleo para 90.000 trabajadores, entre los que reparte 500 millones por rendimientos y primas extraordinarias. Y a pesar de las críticas, las mentiras y las falsedades de Podemos, ha repartido entre las distintas comunidades autónomas de España en los últimos años más de 10.000 millones de euros para luchar contra el cáncer. Pero la niña amazona de Podemos, con los marqueses de Galapagar aplaudiendo sus palabras, ha dicho que «la Sanidad Pública no debe aceptar donaciones de Amancio Ortega». Así como suena. Si ella acepta la generosidad de su padre para disfrutar de la vida y de sus aficiones, ¿por qué la Sanidad Pública no puede aceptar la inestimable ayuda económica de un trabajador que lleva pagando impuestos desde que conducía su camioneta de repartos?
La Sanidad Pública en España, por su calidad y servicio, es envidiada en todo el mundo. Y a ella acuden, no sólo los que abonan mensualmente su cuota a la Seguridad Social y los jubilados, sino los inmigrantes sin requisitos previos que son tratados con la misma eficacia y humanidad que todos los que han pagado cada mes sus cuotas correspondientes. Pregunten a Echenique por su silla y su estafa laboral. La niña de Papá y candidata por Podemos ha pagado poco a la Seguridad Social según su propio y rubricado reconocimiento ante la Asamblea de Madrid. Y no discuto su derecho a vivir a costa de Papá, pero sí a hablar en nombre de los trabajadores cuando no ha dado un palo al agua en toda su vida.
El mecenazgo generoso de Amancio Ortega es una bendición, un regalo a la comunidad, una acción humanitaria que muchos no saben o no quieren agradecer, y entre esos muchos, bastantes beneficiados por su entrega, ignorantes de que su curación se la deben a la tecnología donada por Amancio Ortega. Oponerse a ese mecenazgo constante y estable responde a motivos que se escapan de la reflexión y el entendimiento. Si la Seguridad Social dependiera de las aportaciones de Isabel Serra, no habría en España ni para un rollo antiguo de esparadrapo. Estaríamos peor que en Venezuela, donde imperan las ideas de Isabel Serra y los marqueses de Galapagar, si bien los dirigentes del régimen bolivariano no sufren la falta de atención médica ni el suministro de medicamentos.
¿Odio, envidia, resentimiento? Cualquier cosa. A pesar de lo bien que ha vivido a costa de Papá.
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